texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ
La distribuidora Alfhaville Cinema, por tercer año consecutivo, llevó a cabo el proyecto cultural La Ruta del Talento, cuya finalidad es acercar al público a los creadores cinematográficos nacionales, con el objetivo de formar una mayor comprensión, sensibilidad e identificación con el cine producido en nuestro país.
En su primera actividad de esta tercera edición, visitaron la Filmoteca de la UJED en la Ciudad de Durango del 17 al 19 de agosto, donde se exhibieron tres largometrajes en retrospectiva al trabajo del director Juan Carlos Rulfo: Del olvido al no me acuerdo (1999), En el hoyo (2006) y Los que se quedan (2008). En la última sesión el cineasta dialogó con el público presente sobre sus películas.
Debo confesar, y muchos lectores de la revista sabrán que su servidor, antes de ser periodista cinematográfico y crítico de cine, es un apasionado y empedernido cinéfilo, así que me permitiré en este ejercicio escribir de manera concentrada y concisa, sobre cada una de las películas que pudimos apreciar en esta retrospectiva, justamente desde esta mirada, la del cinéfilo deslumbrado en su encuentro por primera vez con estas tres películas de un director al que conocía por sus trabajos más contemporáneos como "Cartas a distancia" y "Lorena la de los pies ligeros"; y al cual, no creo esté demás decirlo, como tuve la oportunidad de decírselo a él en persona, para mí es uno de los documentalistas más importantes de México.
Del olvido al no me acuerdo
El documental, además del alma íntima y personal que desprende, tiene toda una aura poética y surreal que acompaña la salvajemente, bienhumorada y honesta realidad de estos viejos personajes que no solo cantan y narran parte de las vivencias que recuerdan con el prolífico y reconocido padre del realizador, sino su historia propia, la que recuerdan, y la que se construye en el testimonio de todos. También el retrato de Clara Aparicio buscando sus recuerdos que se distorsionan con el tiempo y la distancia en una ciudad que fue, pero ya no es, es rico.
Sin duda alguna lo mejor de la película técnicamente es la fotografía y el montaje, y como estos sirven vivazmente a las intenciones que tenía Rulfo con su discurso narrativo, que hace de este documental una pieza que no le pide nada a una ficción. Y debo confesar que para su servidor el exceso de time-lapses siempre serán sinónimo de tiempo muerto y de falta de idea para llenar huecos en guiones no bien pensados. En ese sentido debo decir que, para mi gusto, en vez de tener una película de 70 minutos habríamos tenido, si se hubiera prescindido de ellos en este trabajo en particular, una película aún mayor y más honesta de 62 minutos.
En el hoyo
Lo mejor del documental es el recurso, o, mejor dicho, la forma en que Juan Carlos utiliza como pretexto el segundo piso (o una anécdota/noticia sobre este, quizá) para hacer un documental sobre personas vistas a través de la realidad de millones de personas que se dedican a la construcción. Por partes (o, mejor dicho, en las partes que el director así lo desea) el documental es una suerte de exposición fidedigna del cinema verite, con la cámara en mano del propio director que interroga a este grupo de personajes pintorescos cual, sacados de una ópera o un circo, interrogantes que seguramente el propio director se cuestiona.
Al igual que en "Del olvido al no me acuerdo", lo técnico-narrativo tiene un valor visual que es extraordinario. El montaje y la sonoridad de la película hacen que esta tenga un ritmo preciso y adecuado. El empleo de los planos generales para capturar los paisajes citadinos es realmente sorprendente, y el elemento de los time-lapses acá no tienen solo valor estético-vacío, sino qué hay una utilización sobre la real dimensión del tiempo-espacio (recordemos que el documental retrata en poco menos de 90 minutos la primera etapa de la construcción del segundo piso del periférico [2003/2006]), además de un ejercicio de tecnicismo que aturde para bien. Y ni qué decir de ese plano secuencia final de diez minutos recorriendo toda la gigantesca y magnífica construcción.
Si hay un elemento que a mi parecer no aporta demasiado, pero que no es tan del todo malo, es cuando la cámara retrata a los personajes fuera de la obra. Si bien se agradece que no se recurra a un melodramatismo barato y sin sentido; tampoco es que aporten algo en específico al discurso que por sí solo se desarrollaba en la construcción. Salvo un fragmento de lo que dice “el guapo” sobre la falta de trabajo fuera de la gran ciudad y lo mal pagado que está, y la falta de apoyo al campo, ahí si hay una intención clara de ese momento particular.
Los que se quedan
El retrato que hace el maestro Juan Carlos del fenómeno de la migración es extraordinario a muchos niveles que trataré de mencionar breve. El primero es que lo hace a partir de distintas partes del país, lo cual hace que entendamos que el fenómeno se da desde muchos lados y por distintos motivos, aunque el principal es la falta de apoyo y trabajo en los poblados alejados de las grandes urbes. El segundo es que el retrato se da no solo desde los testimonios de los que se quedan, sino también de los que van y vienen, y de los que regresaron y no tuvieron la necesidad de volverse a ir, y de los que jamás volvieron.
El tratamiento técnico/narrativo/visual me parece se divide en tres partes, que bien podrían comprender los tres actos de la película. El primero, sería la aproximación más clara al cinema verite por parte del maestro: cámara cercana y sin tratamiento, una composición realista y cruda con primerísimos claros y movimientos convulsivos que hacen aún más real la experiencia de lo que el ojo retrata y lo que los testimonios relatan.
Ya en el segundo acto, el cual bautizaría yo como la “sinfonía de lo que hacen los que se van”, vemos por un lado las casas a medio construir o construidas de los migrantes, y por el otro vemos las casas que se van quedando vacías en las distintas poblaciones que tienen un alto índice de migración; todo esto acompañado de todo un trabajo estético y artístico que se nota, pone cierta distancia en cuanto a la cámara y las personas, pero jamás enfría el discurso con este recurso; además del gran trabajo en el montaje y la música que siempre será lo más trabajado y más cercano a la ficción que hará el maestro.
El tercer acto está cargado de una emotividad que pocas veces se ve de manera tan literal hablando de sus trabajos previos, y con esto no quiero decir que no esté presente el tema/recurso de la emotividad, o que no se llegue a esta catarsis. Lo que trato de decir es que, en esos otros trabajos es mucho más sutil el tratamiento por el desarrollo de su discurso; en este lo logra en buena manera, y llega a conmover directamente, sin tratar de ser sutil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario