jueves, 28 de octubre de 2021

Cine mexicano de los 90’s: una década guerrillera

texto ANDREI MALDONADO

Hablar del cine mexicano en la década de los noventas es quizá hablar de los diez años más complicados para el cine nacional. Entre los diferentes factores que influyeron para que se presentara una drástica baja en el número de producciones incluyeron la aparición del VHS y la entrada de México al Tratado de Libre Comercio, lo que modificó lo establecido en la ley de cinematografía.

Pese a todo y contra todo, el cine de México en esos años logró tener una esencia propia, única, que abría el paso para lo que se consideraría el Nuevo Nuevo Cine Mexicano. En estos años aparecieron producciones de cineastas consolidados como Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Gabriel Retes, Jaime Humberto Hermosillo, Jorge Fons, Rubén Gámez y Juan Antonio de la Riva.

Y si bien la década comenzó plagada de películas en formato de videohome del cine de frontera, sexy comedias y cintas de bajo presupuesto protagonizadas por estrellas pop y actores de TV, también significó el debut de jóvenes talentosos como Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, entre otros, que serían llamados a cambiarle el rostro al cine nacional.

En el presente texto hacemos un discreto homenaje a este pasaje de la historia de nuestro cine, con las más significativas películas de la turbulenta década noventera, que se vio influenciada por la publicidad y el teatro, a donde se refugiaron varios de los directores ante la falta de oportunidades, pero de donde le sacaron provecho para enriquecer su propio lenguaje cinematográfico.

1990

El año en que comenzaban las interminables secuelas de La risa en vacaciones, aparecieron cinco cintas notables de la filmografía mexicana: Ciudad de Ciegos, dirigida por Alberto Cortés, con diferentes historias escritas por distintos guionistas, entre ellos Paz Alicia Garciadiego, José Agustín y el propio Cortés; Rojo Amanecer, de Jorge Fons, con guion de Xabier Robles, que venció la censura ante el tema de la matanza de Tlatelolco. La Tarea, obra de Jaime Humberto Hermosillo, que contó con su secuela La tarea prohibida; Pueblo de Madera, la obra más reconocida de Juan Antonio de la Riva; y Cabeza de Vaca, de Nicolás Echevarría.

1991

Este año marcó el regreso de Rubén Gámez al mundo del cine con su segundo y último largometraje: Tequila, una película surrealista (como lo fue La fórmula secreta) en medio de una época de un cine conformista. Igualmente,1991 destaca por el debut de Alfonso Cuarón con Solo con tu pareja, que también representó la primera película fotografiada por Emmanuel Lubezki. Otros títulos significativos fueron los éxitos de festivales y taquilla La mujer de Benjamín, de Carlos Carrera, El bulto, de Gabriel Retes, y Como agua para chocolate, de Alfonso Arau.

1992

Año debut de Guillermo del Toro con la espectacular La invención de Cronos; otra película de buena manufactura fue Desiertos mares, de José Luis García Agraz, con música del integrante de Caifanes Diego Herrera; Felipe Cazals estrenó Kino, que al igual que las otras dos películas mencionadas dejó la Ciudad de México para filmar en provincia, algo que las películas de narcotraficantes y estrellas pop nunca quisieron hacer. 

1993

Década complicada en la cual comenzó a aplicarse los cambios a la ley de cinematografía, que contemplaban menos tiempo en pantalla para el cine nacional. Resaltan las cintas Bienvenido-Welcome, de Gabriel Retes, que aprovecha el auge del tema del SIDA para hacer una meta película de crítica; Los vuelcos del Corazón, de Mitl Valdez, basado en un cuento de José Revueltas, Novia que te vea, de Guita Schyfter, y Principio y fin, de Arturo Ripstein.

1994 y 1995

En 1994 resaltaron dos adaptaciones literarias: Dos crímenes, dirigida por Roberto Sneider, basándose en la novela de Jorge Ibargüengoitia, y El callejón de los milagros, adaptación de la novela de Naguib Mahfouz, dirigida por Jorge Fons; también de este año son Mujeres Insumisas, última película de Alberto Issac, Hasta Morir, ópera prima de Fernando Sariñana, y La reina de la noche, de Arturo Ripstein. En 1995 destacaron El anzuelo, de Ernesto Rimoch, Sin remitente, de Carlos Carrera, y Entre Pancho Villa y una mujer desnuda, de Sabina Berman.

1996 y 1997

En 1996 se estrenaron Elisa Antes del fin del mundo, de Juan Antonio de la Riva, Educación sexual en breves lecciones, de Alejandro Gamboa, Profundo carmesí, de Arturo Ripstein, Por si no te vuelvo a ver, de Juan Pablo Villaseñor, y Cilantro y perejil, de Rafael Montero. En 1997, el año de más baja producción de cine mexicano, aparecieron en pantalla De noche vienes Esmeralda, de Jaime Humberto Hermosillo, La primera noche, de Alejandro Gamboa, que tuvo su secuela, y ¿Quién diablos es Juliette?, de Carlos Marcovich.

1998

En este año, en el que aparecería Las delicias del poder, la penúltima película de María Elena Velazco “La Inda María”, resaltaron títulos como El cometa, de Maryse Sistach y José Buil, El evangelio de las maravillas, de Arturo Ripstein, Bajo California: el límite del tiempo, de Carlos Bolado, La ley de herodes, de Luis Estrada, Un dulce olor a muerte, de Gabriel Retes, y Sexo, Pudor y Lágrimas, de Antonio Serrano, el primer éxito taquillero del cine nacional en décadas, y que con su abierto tono en el que se hablaba de sexo inauguró el Nuevo Nuevo Cine Mexicano.

1999

La década cerró fuerte con películas que reflejaban el buen resultado de la creación de los nuevos fideicomisos del cine, que impulsaron a su vez la inversión privada. Este fue el año de los debuts de Alejandro González Iñárritu con Amores Perros, y de Juan Carlos Rulfo con Del olvido al no me acuerdo; películas con gran éxito en taquilla, festivales y aclamadas por la crítica. También se estrenó El último profeta, de Juan Antonio de la Riva, Todo el poder, de Fernando Sariñana, El coronel no tiene quien le escriba, de Arturo Ripstein, y Santitos, de Alejandro Springall.

Es así como el cine mexicano se sobrepuso a una de sus épocas más oscuras y, pese a que el camino en adelante no fue completamente llano, se abrieron las puertas para que tanto autoridades como inversionistas, se dieran cuenta de la importancia de potenciar y salvaguardar el cine nacional, pues los años 2000 trajeron consigo nuevos éxitos de taquilla y reconocimientos internacionales, que devolvieron al público nacional su gusto por el cine mexicano.

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