texto ANDREI MALDONADO
Más allá de la vanguardia, existen cineastas que han abrazado el cine contemplativo, casi etéreo, por medio del cual la trama es casi un pretexto y la inmovilidad de la cámara solo se compara con la pasividad de los personajes, la parsimonia de las acciones y la casi ausencia de diálogos.
Existen ejemplos claros de este cine al que bien podríamos llamar cine inmóvil. Nombres como Terrence Mallick, Sofía Coppola, Amat Escalante o Carlos Reygadas se vienen a nuestra mente cuando hablamos de largas tomas fijas y personajes actuando en tremendos planos generales.
Qué mejor ejemplo la secuencia inicial de Post Tenebras Lux (quizá los mejores diez minutos del cine contemporáneo mexicano) donde la cámara parece ausente, un mero testigo de un niño llorando en medio de un campo previo a una tormenta. Ausencia total de acciones, pero repleta de emociones.
Otros cineastas como Lisandro Alonso han llevado al extremo este cine sensorial, despojándolo prácticamente de cualquier emoción, pero, contrariamente, provocando que el espectador no deje de ver sus largas e interminables secuencias en películas como Liverpool, Los muertos o La libertad.
Pero no solo a través de historias dramáticas desdramatizadas se consigue esta inmovilidad tan movida. Martín Rejtman hace comedia sin ningún atisbo de lugar común. Lleva al espectador hacia sus lacónicos personajes como Silvia Prieto y lo hace reír de nada en historias como Los guantes mágicos.
De igual manera, el director Nicolás Pereda ha conseguido conformar una vasta filmografía haciéndose de todos los recursos del cine no convencional, trayéndonos historias tan envolventes como sencillas en su estructura, tales como Juntos, Matar extraños, Minotauro y Verano de Goliat, entre muchas otras.
Lucrecia Martell ha conseguido que su estilo, mismo que ha servido de inspiración a tantos otros con películas como La Ciénaga, La mujer sin cabeza o La niña santa, llegue no solo a la gran pantalla, sino también a campañas que fusionan el cine con la publicidad y con el discurso del empoderamiento femenino.
La lista es amplia y cada vez crece más. Cierto es que no todo cineasta que opte por reducir al máximo los elementos que utiliza en este tipo de cine conseguirá tener éxito y mucho menos consolidar una filmografía alrededor de esta técnica. Está, como escribiera una directora hace tiempo, en la honestidad.
Es precisamente de esta directora, Deniss Barreto, que la escena local, pero también nacional y, por qué no decirlo, incluso mundial, tiene los ojos puestos a lo nuevo que está por realizar. Después de trabajos como Ricardo sin cabeza, todo mundo quiere ver ya en pantalla Las niñas de los duraznos.
Otros títulos que Cinéfagos recomienda en este ejercicio de no ver nada en pantalla (como escribiera alguna vez el gran Jonas Mekas) son Mayak, de Mariya Saakyan (un vistazo a lo que Andrei Tarkovski bautizaría como “esculpir en el tiempo”), y Traveling on one leg, de Alexandru Petru Bădeliţă.
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