lunes, 10 de octubre de 2022

Estocolmo: sobre micromachismos y softboys

texto PALOMA COMINETTI

Los nuevos tiempos han puesto al descubierto tendencias que, pese a ya estar identificadas, apenas a la luz del siglo XXI se evidencian como lo que son: peligrosas prácticas machistas que buscan perpetuar, a través de ser socialmente aceptadas, acciones de represión y control sobre la mujer.

Los micromachismos, actitudes aparentemente inofensivas como expresar frases como “eso es de mujeres” o “no actúes como niña”, el menosprecio por los logros de una mujer o la agresión verbal por medio de “piropos”, parecen anclarse hasta en el más abierto, liberal y moderno de los hombres contemporáneos.

Ante la decadencia de la estructura patriarcal de la sociedad (no gracias al entendimiento de los varones, sino a la lucha de las propias mujeres) el machismo se defiende y pretende perdurar con los pactos patriarcales, con la hipersexualización de la mujer y la hegemonía del falo ante el mundo.

Estocolmo, película española dirigida por Rodrigo Sorogoyen, es muestra de cómo se pretende sofisticar la figura del Don Juan, hoy entendida más como la de un fuckboy (el hombre que usa todas sus artimañas para llevarte a la cama), y se transforma en un softboy, aquel conquistador que finge real interés en ti.

Él y Ella se encuentran en una fiesta. Ella no la está pasando bien, prefiere irse. Él va tras ella. Durante el recorrido por las calles de Madrid él hará todo lo posible por convencerla de que es un buen tipo. Ella en todo momento se le niega, aunque algo en ella hace que, poco a poco, confíe en él. Confiar por última vez.

Lo que por momentos puede parecer otra historia de amor (tan fijado está el estereotipo del hombre que, si lo rechazan, debe insistir hasta recibir el sí, porque eso lo convierte en un romántico y a la mujer, un objeto de conquista) termina descubriendo las verdaderas intenciones de un tipo que solo quiere follar.

La mañana es un amargo despertar, un retorno a la realidad, tras una noche de encanto. El hechizo terminó y la carrosa se ha vuelto calabaza. Él ya no quiere verle más, ya cumplió su objetivo, y Ella va en caída libre a una nueva decepción, quizá la definitiva. Empujones, gritos, insultos, violencia. Parece el pan de cada día.

Finalmente, la tragedia, y nada más. Así es la vida, así son ellos, así somos nosotras ¿De verdad debe ser así? Lo que Estocolmo nos dice es que nosotras consentimos ese síndrome de compenetración con nuestros verdugos, quizá porque así se nos ha educado. Esto debe terminar, se debe acabar con los pactos.

Es momento que los hombres se pongan a pensar un poquito antes de ver a una mujer solo como un objeto sexual. No se están llevando un pedazo de carne a la cama, se están llevando un alma, un corazón, plagado de deseos, ilusiones, necesidades, tristezas y desilusiones. Están tratando con una mujer.

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