texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ
1.-There is no evil
La película coronada este año en la Berlinale sin lugar a dudas es -por mucho- la mejor película que exhibió el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, y eso es mucho decir en una edición en la que la gran mayoría de las películas fueron, a mi consideración, de una calidad extraordinaria.
Película del realizador Mohammad Rasoulof, uno de los directores más importantes del cine iraní en este siglo, y quien hoy día sufre la misma represión que los grandes directores de ese país por parte del gobierno. Rasoulof muestra en su película de una manera más que magistral la dura tarea a la que son sometidos los jóvenes iraníes que son obligados a cumplir su servicio militar en el área de ejecuciones, en dónde no saben si a quienes ejecutan son verdaderos criminales o presos políticos que no han hecho nada más que incomodar al gobierno.
Cuatro historias que, según quién las mire, bien podrían ser dos, la historia de dos jóvenes que siguen dos caminos diferentes: el primero, desobedeciendo y haciendo todo lo posible por no seguir el régimen establecido, para años después tener que rendir cuentas de la decisión tomada a una joven que ve afectada su vida tras la confesión de este hombre; y el segundo, haciendo lo que tiene que hacer y asumiendo las consecuencias en un primer contacto con el exterior después de realizada la tarea, para en el futuro llevar una vida completamente normal.
La película es muy clara en sus intenciones y las refuerza con un lenguaje claro y contundente. Se vale de todos los recursos que la cámara y todo lo que a nivel producción le brindan. Vemos en verdad un dominio completo por parte del director en cuanto a la narrativa, la técnica y los estilos, lo metafórico y lo tangible se entrelazan, sin jamás vulgarizar el tema o hacer una película melodramática o explícita solo porque sí. Lanza un grito con autoridad de su postura y hace una denuncia fuerte e impactante.
2.-Beans
La única película que representaba a Canadá en la Competencia Los Cabos resultó la más interesante de toda la sección. Una película que retrata el duro coming of age de una niña de origen mohawk que en el año de 1990, momento en que su comunidad se vio obligada a defender parte de su territorio cuando una ciudad vecina quería construir un campo de golf en un área protegida donde se encontraba un cementerio, y el bloqueo que sufrieron por parte de las comunidades vecinas por cuestiones racistas y por parte del propio gobierno canadiense.
A la par que su directora, la reconocida documentalista Tracey Deer, que dirige y coescribe esta historia que de alguna manera es autobiográfica, expone este hecho que es más que oportuno hoy día traer a colación y a discusión; crea una historia sobre el crecimiento de una niña que quería encajar en un mundo mejor fuera de su comunidad y cómo se enfrenta a este acontecimiento y la hace tener una perspectiva completamente del mundo y de su mundo, y a la vez el valor de hacer lo correcto a través del personaje de su madre, Lily (papel maravillosamente interpretado por la actriz Rainbow Dickerson).
Otro claro ejemplo de películas que giran alrededor de un contexto histórico, pero que no son la base central, o que se sirven de este para exponer otras historias igual de valiosas e importantes como los hechos en sí. Una verdadera maravilla del nuevo cine canadiense.
3.-Off the road
Concuerdo completamente con el hecho de que, como alguna vez Fernanda Solorzano lo comentó en una edición del Festival del Nuevo Cine Mexicano de Durango, hay películas que hacen bien a festivales en específico, aunque al final no terminen siendo las ganadoras, porque quedan en el recuerdo de la gente y los espectadores que la vieron, aún con más fuerza que los trabajos laureados. Quizá este sería uno de esos casos.
El documental dirigido por el realizador José Permar es el claro ejemplo de cómo una historia que parece ser algo, o retratar algún hecho o un acontecimiento en específico, en realidad lo que retrata no es eso, sino a las personas que esperan este acontecimiento. Con el pretexto de la carrera “Baja 1000” efectuada cada dos años (cuando hablamos del recorrido que hace hasta llegar a la capital del estado de Baja California Sur), que no le lleva más de diez minutos en sí, el documental muy pronto se transforma desde su principio en un registro de la espera de sus personajes por este acontecimiento, y sus deseos y miedos al respecto.
Hay una clase de luz humana que invade al documental, además de los tonos e imágenes que José recoge en el desierto que, además de bellos, son alucinantes igual o más que el placer y el privilegio que brinda el ver sus atardeceres; recupera y a la vez reivindica, al grado de dignificar a esos cadáveres que quedan en el desierto, que bien pueden ser desde un auto, el pasado de una ciudad, un animal, la historia de una persona.
El final del documental se comunica con el principio y ese se puede leer de dos formas y a través de dos figuras claves en el documental. Primero, a través de los músicos en los que se representa la esencia de realizador que tiene José; y la segunda, a través de Rigo y Paco, con esta idea de que el sueño de pasadas generaciones de alguna manera se ve realizado cuando este se traspasa a la siguiente generación, y este hecho, en muchas formas, es la esencia del espíritu y el ser del sudcaliforniano.
4.-In between dying
Quizá el mayor atributo que podría hacer de esta extraordinaria película realizada por el director Hilal Baydarov, y cuya colaboración con el cineasta Carlos Reygadas fue más que interesante, es el hecho de que uno va a los festivales de cine para ver este tipo de películas, películas que de otra manera uno no se da por enterado de ellas, porque simplemente no tienen cabida en los espacios comerciales de exhibición de cine ya no digamos sólo de México, sino del continente en general, con algunas contadas excepciones gracias a espacios alternativos.
Una película profunda, poética, íntima sobre un hombre que huye del amor para buscar el amor, cuyo paso empieza con un acto violento pero que de ahí no hace más que liberar almas a través de la muerte, aunque él no la provoque. Todo esto mientras es perseguido por tres personajes que son, a la vez un halo esperanzador y lleno de vida, y el lado más directo y divertido de esta. El viaje concluye donde empezó, pero él ya no es no es el mismo y la mujer que lo esperaba solo lo espera para darle un último mensaje de amor y poder morir en paz.
Con una fotografía por demás expresiva e impresionista, cuya estética tiene un tono duro y brusco, comunica de manera profunda y muy certera el viaje que hace este hombre en su encuentro con él mismo. Mucho ayuda también la poca música incidental de la película, una que funge la verdadera tarea que la música en el cine debe tener: un acompañamiento de las emociones expresadas a través de las palabras, y jamás un detonador de estas.
Las influencias del director de Azerbaiyán no son difíciles de adivinar: Béla Tarr, Andrei Tarkovski, Robert Bresson, por decir los más, se vislumbran en su forma de hacer y apreciar el cine como un arte que debe comunicar más que entretener. Una película por demás singular, cuya particularidad es la que la hace una de las mejores no sólo del festival, sino del año.
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