texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ
Decir que la edición online de un festival tan atractivo como lo es el Festival Internacional del Cine de Los Cabos, no sólo por el destino como tal, sino por la siempre flamante selección que hacen sus programadores, y el amor que le imprimen sus directoras, amor que además resulta contagioso para los que estamos siempre atentos a los anuncios del festival, año con año, es tan buena como la presencial, quizá sería muy poco difícil de creer.
Pero así es: la novena edición de este festival quedará marcada como una de sus mejores ediciones, y acá les comento muchas de las razones que me hacen considerarlo, a pesar de la valiente y muy aplaudible decisión de hacerlo totalmente en línea y no apostar por una opción híbrida como otros festivales importantes en México, cuya logística y espacios les permitían esa posibilidad.
Del 11 al 19 de noviembre, cuatro días más de lo que nos tenían acostumbrados en las ediciones presenciales de años pasados, el festival nos mostró un total de 19 películas (que bien por los tiempos nos permitía poder ver cada una de ellas, algo que en un festival presencial sería imposible), cuya propuestas narrativas y estéticas, así como su diversidad y mensajes entorno a lo social y los temas importantes en nuestros días, fueron por demás extraordinarias. Acá sí aplica ese buen dicho que dice: “menos es más”.
Una curaduría extraordinaria en cuanto a los títulos elegidos, por demás cuidada en todas las secciones, no solo nos trajeron películas relevantes para las grandes industrias del mundo del cine, sino que también nos trajeron miradas y ventanas para ver nuevos mundos, nuevas realidades, nos trajeron películas más que necesitadas de atención por parte de los diferentes festivales del mundo, que no dejan de mostrar ese cine que, además de ser de lo mejor del año, son expresiones artísticas necesarias.
Pero más allá de eso, y de todo lo antes mencionado, este año el festival también nos mostró, sin desatender en ningún momento la calidad de las propuestas que venían a sumar a cada selección, películas que el certamen necesitaba para enriquecer su personalidad, películas que, aunque no tuvieran su estreno mundial en Los Cabos, pareciera que eran películas destinadas para los valores que el FIC siempre se encarga de transmitir y generar: esos valores que forman a una verdadera comunidad. Cuatro secciones fueron las que este año llenaron las salas virtuales del festival, cuyo número de asistentes en su mayoría era de mil vistas.
“Spotlight”, donde se mostraron cuatro trabajos de la realizadora homenajeada Josephine Decker, cuya más reciente película Shirley se encargó de dar clausura al festival. “Panorama”, que nos mostraron cinco películas de lo mejor del cine alrededor del mundo, desde la industria en Hollywood (representada por el debut como directora de la reconocida actriz Regina King con One night in Miami), la animación como obra artesanal (este año representada por la bellísima Wolfwalkers, de Tomm Moore y Ross Stewart), el tema central de este año 2020 (representado con el comentadísimo documental 76 days, apoyado por el Sundance Institute) y las ganadoras o las películas destacadas de los festivales más importantes del mundo (como There is the evil, del iraní Mohammad Rasoulof, la más reciente ganadora del Oso de oro de la Berlinale, y para mí, la mejor película del festival, y ¿Quo vadis, Aida?, de Jasmila Zbanic, película apoyada por muchos países y festivales).
“After Dark” nos trajo tres películas que de alguna manera tenían un vínculo con el género del terror, aun alrededor de ellas había muchos otros valores que las hacían más que atractivas e interesantes; dichas películas fueron Relic, de Natalie Erika James; She diez tomorrow, de Amy Seimetz, y la taiwanesa Get the hell out, de I.-Fan Wang. Y la sección oficial de Competencia Los Cabos, la única competencia que este año tuvo lugar en el festival, y que nos trajo siete extraordinarias películas producidas o coproducidas por los tres países que conforman la industria y la hermandad del festival desde hace nueve años: México, Estados Unidos y Canadá. Y abriendo todo esto con broche de oro, la más reciente película de la muy interesante directora Miranda July, Kajillionaire.
La representación de México en la Competencia Los Cabos corrió por parte de dos extraordinarios documentales y una coproducción con Azerbaiyán y Estados Unidos: Cosas que no hacemos, de Bruno Santamaría Razo, Off the road, de José Permar, y In between dying, de Hilal Baydarov. Estados Unidos por su parte contendió también con tres grandes películas: la potentísima y urgente Never rarely sometimes always, de Eliza Hittman; la vibrante y diversa Summertime, del director de ascendencia mexicana Carlos López Estrada, y la divertida y honesta Shiva baby, de la realizadora Emma Seligman.
En cuanto a la representación de Canadá se dio solo con una película, pero qué película, una muestra del gran crecimiento, amplitud y horizonte en las voces de los nuevos realizadores de ese país nos trajo la que para mí es una de las mejores películas del festival: Beans, de la realizadora de origen mohawk Tracey Deer.
Voces que, más que buscar trascender solo por las “formas”, vienen a sumar y a trascender a la par del mensaje que exponen en el mundo del cine. Todas las películas son sólo un reflejo de lo que nos deja esta edición del festival, que como ya lo mencioné, hace respaldo a los valores que siempre muestran en sus programaciones: el valor de la unión, la importancia de la familia, del medio ambiente, un incesante apoyo a la voz de la mujer en este arte, y que uno respalda a ver los trabajos que se muestran en este festival, y no solo por los premios.
Hablando de los premios, en esta edición se otorgaron apoyos por parte del Gabriel Figueroa Film Fundation a los proyectos El ojo de los días, de Xavier Velazco; Dios y la cumbia del diablo, de Carlos Lenin; y Oasis, de Faride Schoeder. En cuanto a los galardonados de la Competencia Los Cabos, tanto como Cosas que no hacemos y In Between dying recibieron apoyos e incentivos, pero la gran ganadora resultó ser Never rarely sometimes always, y con toda justicia, no porque el resto de trabajos no estuvieran a la altura, sino porque en esa misma riqueza que había en los trabajos el jurado tuvo que decidir por una, y en eso radica la valía de su decisión.
Las actividades de “Los Cabos+” nos trajeron un par de paneles más que interesantes: “2020: hacia la transformación de nuestra industria” y “Representación trans en el cine contemporáneo”. Así como los Q&A con los equipos de las producciones dentro de competencia y una interesante entrevista al actor Demián Bichir entorno al próximo estreno en Netflix de la película The midnight sky, dirigida por George Clooney, donde el actor mexicano participa. Todas estas actividades transmitidas para todo el público a través de las redes del festival.
Con otra edición concluida, una estupenda edición en este año tan singular, el lema del festival este año, “Re-imaginarnos”; cumple con dos funciones en particular: la primera, el saber que, al igual que en las ediciones presenciales, estábamos viendo películas que muy pocas veces se puede ver si no es gracias a un festival de cine, con personas que se admira, que también al igual que uno aman y se alimentan de este arte en particular, y con quienes hacen posibles estas películas, esa conexión se da, pero ahora en la distancia. Y la segunda, es el re-imaginarnos con toda la esperanza que el año que entra nos volveremos a ver en las salas de cine de este festival que tanto queremos.
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