texto ERIC EDUARTE VILLA foto ANDREI MALDONADO
¿Por qué vamos al cine?
Podríamos encontrar varias respuestas, desde salir con amigos hasta apreciar lo mejor de una película. Una sala de cine no solo es para entretenernos un rato y ya, es un templo del arte, como acudir a una misa para implorar, a través de una reflexión que alimenta nuestra alma, de la forma en como vemos reflejada nuestra vida en una pantalla tan grande como nuestras emociones y sentimientos, es un tributo a la vida. Cinéfilos, directores, productores, actores y el público que se asombra con cada imagen y sonido lo ha sentido.
Si las salas de cine llegan a morir puede morir esa esencia que nos hace vibrar y hace vivir nuestro ser. Muchos dirían que es lo mismo mirar una película en un cine que en casa desde una Smart TV, computadora e incluso en el teléfono celular. Olvidan que el gusto por las películas entró por una sala de cine y tiene mucho significado que se proyecten en una gran sala. Aunque se tengan plataformas virtuales y la comodidad del sillón de tu casa, una producción invierte mucho dinero en realizar una película por el hecho de que se escribe, diseña y produce para ser apreciada en una sala de cine.
Llevo ese ejemplo a la película Roma, de Alfonso Cuarón. En cada imagen encontramos un cuadro donde convergen elementos que juegan con el primer plano de la escena, los diversos personajes, extras, decoración y ambiente son trascendentales para lo que sucede en cada momento de la película. Al mirarse en pantalla grande se enfrenta el espectador a una vivencia de cada elemento presentado. Además la película tiene un diseño sonoro de siete canales de audio, por lo que se necesitó para su proyección salas que cumplieran con un estándar del sistema Dolby.
Muchas salas comerciales, a pesar de tener un sistema de audio multicanal, se quedaban cortos con lo que exigía la película, y si alguna sala independiente quería proyectarla, tanto Netflix como la propia compañía cinematográfica de Cuarón (Esperanto Filmoj) se encargaban de solventar el equipo necesario para la proyección y equipamiento sonoro para el disfrute y apreciación de la cinta, así de esa manera también aseguraban que la película estuviera en competencia en premios como el Oscar.
Y no es que Cuarón haya querido darle más espectacularidad al sonido: realizó de esa forma la película porque quiso que el espectador viviera en su butaca la experiencia de estar dentro de la escena, todo con el motivo de sentir la naturaleza de la historia. Cuarón entiende muy bien el concepto de que el espectador es un personaje más en la historia, no un testigo de la misma, y una de las películas que se ha estado postergando, Top Gun Maverick, también tiene un diseño sonoro que le exige ser exhibida en una sala de cine que actualmente existen en los circuitos comerciales.
Esa manera de hacernos sentir dentro la trama, como un personaje más, nació junto con el cine, cuando en 1895 en un café de París, los hermanos Lumiere proyectaron sobre una tela blanca las primeras imágenes en movimiento registradas por su invento, el cinematógrafo. Cuando proyectaron por primera vez aquellas imágenes un 28 de diciembre, los asistentes miraron asombrados como una enorme locomotora se acercaba y algunos, aún sin saber de qué se trataba, veían cómo esa máquina de vapor se acercaba causando que algunos quisieran levantarse de sus asientos.
Y la salida de los trabajadores y la vida cotidiana en Francia capturada por los Lumiere fue de gran gusto para cada uno que fue testigo de aquellas proyecciones que se fue perfeccionando esa introducción del espectador a la escena, mismas sensaciones se siguieron repitiendo por más de un siglo, llegando hasta nuestra fecha. Se vio que era una gran idea proyectar toda película en grandes teatros con pantallas mucho más grandes: el cinematógrafo había encontrado su lugar. Y cada película, a lo largo de la historia, ha demostrado por qué necesita una gran sala con cientos de espectadores.
Así como nació en un café que es un lugar de convivencia, un sitio para la charla y reflexión, así mismo son las salas de cine: se llevaron esa atmósfera de las cafeterías. Un cine es un encuentro con el mundo, con la gente, con el pensamiento social y humano, característica de las obras de teatro desde tiempos Shakespearianos. Una sala de cine no solo es hacer rico a unos cuantos empresarios como así lo ven muchos que les parece igual que sigan o no los cines.
Una sala de cine genera otro tipo de riqueza a quien paga un boleto. Esa riqueza se completa cuando se escucha la banda sonora con los créditos finales, que es otro punto importante en esa apreciación cinematográfica y que gracias a las salas nos hace sentirnos esos personajes que acabamos de mirar en la pantalla, saliendo por el pasillo y pareciera que los protagonistas llegan a poseer nuestro cuerpo y alma, así como en los años sesenta, cuando el público masculino salía de la sala tras ver una película de 007 interpretado por Sean Connery, comentaba la esposa de uno de los productores de la franquicia famosa: "Los hombres salían caminando erguidos de la sala sintiéndose James Bond, era asombroso".
También después de mirar alguna película de James Dean, que impuso una moda masculina y las mujeres en busca de su James, o aquellas noches de los años setenta, cuando la gente salía temerosa por atravesar una calle oscura y con viento y relámpagos al fondo tras mirar El Exorcista. Así me platicaba mi abuelita, una situación similar me sucedió cuando miré Guerra de los Mundos, de Steven Spielberg. Tras salir del cine, en la entrada, existía un enorme cristal como fachada y desde adentro veíamos el cielo caerse con destellos de tormenta. Nadie quería salir, venía a nuestra mente los enormes trípodes a punto de pulverizarnos, evocándome a lo que escribió Stephen King en su novela 'The Mist'.
Así nos regala experiencias una sala de cine además de la apreciación de imágenes y sonidos. He mirado una gran cantidad de películas en la televisión y no recuerdo alguna que me haya duplicado el mismo impacto y experiencia dentro de la sala de la casa o de la habitación, que nos limitamos a un volumen y de efectos sonoros, sin faltar la interrupción de los comerciales. Aunque ahora disfrutamos sin esos comerciales cada ciertos minutos, por más de una razón no hay una concentración total como en el cinema.
También otras artes como la música han tenido inspiración desde una sala cinematográfica. Muchas canciones nacieron cuando el compositor esperaba en la fila de la taquilla, de la dulcería o mirando la cinta ya en su butaca, canciones como "El Cine", de Mecano, y "Las Cuatro y Díez", de Luis Eduardo Aute, por mencionar unos ejemplos. Y sobre ese impacto también hemos salido del cine con las imágenes explotando aún en nuestros pensamientos haciendo reflexión de lo que vimos, yéndonos al café con nuestros amigos con quien vimos la película, para comentar lo que se acaba de ver en esa pantalla, a veces la charla se hace acompañar de unas cervezas.
Las salidas con la pareja, con la familia son parte de ese encuentro social, en casa cada quien ve lo que gusta desde su trinchera. Las salas de cine son también parte de nuestra manera de ser niños eternamente, es un juguete que nunca queremos soltar ¿Dónde jugarán ahora los niños? El cine, y su lugar como congregación, es parte de ese aprendizaje y desarrollo del arte en cada persona, como el teatro y los museos. Y aun cuando regresábamos a casa, si la película había llegado hasta nuestra alma y nos habíamos identificado con algo de la cinta, nos hacía soñar y sobre todo inspirarnos, como a la mayoría que dedica su vida al arte.
¿Quién pierde con la extinción de las salas de cine?
Aunque parezca que no, la pérdida de las salas de cine tendrán efecto en la industria fílmica. De entrada representa la pérdida de miles de empleos tan solo en México. Muchas personas se quedarán sin ese ingreso seguro que tenían, por más bajo que fuera su salario, y les será complicado encontrar un nuevo empleo en tan corto plazo, ya que esta pandemia está teniendo consecuencias en otros sectores laborales. Casi 50 mil familias dependen directamente de los empleos de las salas de cine en México, tras un estudio realizado por Canacine.
Decir que Grupo México y la empresa de los Ramírez se lo merecen y da gusto que se pierden sus cines es desconocer el efecto dominó que se dará tras el cierre de sus salas. Ambas empresas, además de emplear miles de jóvenes que muchos de ellos mantienen familias y otros pagan incluso sus estudios, son empresas de exhibición que tienen una responsabilidad social. Por ejemplo Cinépolis realiza donaciones a enfermos de cáncer y da apoyos a personas de bajos recursos que tienen problemas de la vista. Cinemex recientemente también comenzó a llevar servicios de salud a comunidades que carecían de cualquier servicio básico, hasta proyectaban películas a esas regiones, ofreciendo palomitas gratis, personas que nunca habían ido al cine.
Sí, quizá las empresas que manejan las cadenas de cine más importantes tengan algún historial que la sociedad les ha reclamado y hay mucha razón en ello, pero sus negocios del cine han ido más allá de vender solo palomitas. No sabemos si estas dos empresas puedan seguir continuando en unos meses más, ya que los estrenos taquilleros que siguen postergándose desde hace ya casi un año podrían seguir desplazándose si no llegan a existir condiciones para congregar cientos de personas en un solo sitio sin riesgo alguno, llevando a los cines a un quiebre inminente.
Aquí lo importante es la importancia y el valor de una sala de cine, si ellos se van, ojalá lleguen nuevas empresas de cinemas y continúen con esa representación cinematográfica, de tener motivos para llenar 400 butacas, como decía Hitchcock. Una de esas salvaciones se encuentra en los espacios alternativos que se manejan de manera Independiente, como lo es el Cine Tonalá o como lo era la Casa Del Cine, que se dedicaba a proyectar películas que no eran de la etiqueta comercial. Estas salas independientes son la llamada resistencia y buscarán seguir operando.
También la venta de café y comida será lo que mantenga esos pequeños circuitos de exhibición en pie de lucha. Otras salas que podrían ayudar en nuestro país para que los cinemas no mueran son sin duda las cinetecas. La Cineteca Nacional llega a exhibir incluso estrenos, y gracias a sus múltiples tiendas, restaurantes, cafés y eventos que realiza dentro de su recinto, son causa para seguir teniendo entradas sin importar que se exhiban películas clásicas en la mayoría de las ocasiones, y podría dar mayor apertura a las distribuidoras para que encuentren pantallas para los estrenos.
Aquí también entran los cineclubs, que su continuación será determinante para el mismo rescate de las salas de cine. Podrían incluso en un futuro convertirse en salas comerciales. Así, las salas independientes tendrían esa oportunidad de revivir los cines. Tal vez estemos ante una revolución de salas, los de arriba han caído, los de abajo se levantarán y lucharán por hacer que continúe la permanencia voluntaria.
Y quienes más pierden, como hice mención brevemente, es la industria, enfocándonos en nuestro cine nacional. De entrada los productores verían limitado la distribución de sus películas, ya que la nueva guerra de streaming se ha convertido en un conflicto de exclusividad y sobre todo de garantía de suscriptores por mirar contenido de mucha reproducción. Disney busca acaparar la mayor cantidad de estudios hollywoodenses y Netflix la demanda del consumidor por sus producciones originales que van teniendo éxito y a la vez comprar estrenos para su plataforma; poco se interesarían por las producciones independientes de Latinoamérica.
Sí, funcionan igual que las salas comerciales, no hay gran diferencia. Por lo menos Cinemex y Cinépolis acordaban proyectar por una semana o dos las películas mexicanas que regularmente solo tienen pantalla en los festivales. Ahora muchos realizadores que recién han egresado de escuelas de cine de México y directores poco o nada conocidos tendrían que buscar nueva distribución.
Recientemente, en septiembre, inició un tour de películas mexicanas. Muchas que no habían encontrado distribución lograban ser exhibidas en esas semanas de festejo patrio. Muchos documentales que difícilmente se podían encontrar tuvieron funciones en pantallas comerciales. Y todo eso es buen motivo para legislar el tiempo de exhibición del nuevo cine mexicano y que tengan una mayor distribución una vez que esta situación pandémica quede atrás.
¿Qué tanto Netflix se interesaría en un realizador mexicano que lleva apenas tres películas?
Si ya era complicado llegar a circuitos comerciales, ¿Qué tanto lo será para el streaming comercial? El empresario dueño de los complejos tan solo es la punta del iceberg en este hundimiento. Hablando de festivales, hay que saber que el Festival Internacional de Cine de Morelia es prácticamente auspiciado por Cinépolis y uno de los creadores del festival es Alejandro Ramírez. Sin Cinépolis, el festival perdería una parte importante que le ha dado soporte desde que existe. Si el festival viera afectada su continuidad debido al cierre definitivo del cine, se iría una pantalla muy importante para exhibir y reconocer las películas de los nuevos realizadores mexicanos. Pierden también los directores, recordando que la competencia oficial del festival solo refiere al cine local.
Y eso solo sería en México, el tema se amplía más en cada país, premios, festivales, etcétera. Varios festivales de cine en México también tienen apoyo de Cinemex, es el caso del FICDU, el Festival Internacional de Cine de Durango, que en sus más recientes ediciones han tenido el respaldo de Cinemex al prestar sus salas para la exhibición de películas en competencia y albergar la inauguración y clausura. Anteriormente Citicinemas hacía lo propio con el Festival de Cine Mexicano de Durango, hoy esa cadena es solo un recuerdo en la tierra de los alacranes.
Y es una obviedad, pero recordemos que existe una pandemia que complica abrir nuevas salas. El motivo central de esta reflexión es buscar comprender la necesidad de las salas de cine. Ojalá veamos cambios en la forma de distribuir el cine mexicano, donde tengan más pantallas comerciales de exhibición, que existan nuevos empresarios dispuestos a un compromiso con el séptimo arte y su apreciación, más nombres de salas de cine que hagan justicia a esa lucha de nuestro cine nacional.
No debemos quedarnos con la pandemia para siempre para que termine por enterrar estos templos del arte. Se debe erradicar sin demorar muchos años, no es fácil pero es posible. Para recuperar no solo el cine, sino también otras cosas igual de importantes, entre ellas, la libertad. Sin ella nada podemos hacer. No son cambios para adaptarse, es una lucha para demostrarnos quiénes somos y que tenemos la capacidad de enfrentar y vencer cualquier obstáculo, como una pandemia. No nos resignemos a lo que un virus nos diga qué hacer, sabemos que hay solución
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