domingo, 11 de abril de 2021

Emilio Santoyo: hacer cine para hablar de lo que uno sabe

texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ

Para empezar a redactar esta entrevista debería decir que hay una única razón para haber decidido charlar con este joven director que, con solo dos trabajos al momento en su filmografía como director, después de haber estudiado en la escuela de cine “Centro”, es quizá uno de los mejores autores de su generación, además de que tiene un estilo único y claramente definido entre los cineastas mexicanos, y con estas cartas por supuesto que es de los que tiene un futuro más que prometedor.

Me gustaría decir que esa única razón para poder, más que hacerle una entrevista, el tener la oportunidad de charlar con él, era el hecho de que su película El deseo de Ana se proyectaba en el FIC La Paz, pero no es así, y entre las muchas razones que tenía para tener esta charla con Emilio, quizá debería mencionar la verdaderamente importante: El deseo de Ana. 

Luego de su recorrido más que interesante de más de un año en muchos festivales tanto en América, como ahora recientemente en Europa, la cual pudimos ver nosotros en noviembre del 2019 en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, y verla un par de ocasiones más este año, se ha convertido en una de mis películas mexicanas favoritas de todos los tiempos, no solo de este siglo.

Como ya lo mencionaba, más que una entrevista, esta charla en la que dejé hablar lo más posible sin interrupción a Emilio, nos ha podido expresar algunas de sus pasiones por el cine, los temas y la forma en que él lo realiza.

Bien, Emilio. Antes de entrar en rigor con las preguntas, me gustaría que con tus propias palabras me dijeras, ¿Qué es El deseo de Ana?

El deseo de Ana es un drama intimista que, a través de detalles, nos cuenta el reencuentro entre dos personas que dejaron de verse muchos años. Aborda las consecuencias emocionales que este reencuentro tiene en la vida de ambos y sobre los conflictos internos que desata y que va a forzar a estos dos personajes, Ana y Juan, a recorrer un camino mental de su pasado y de las cosas que eran importantes, con el fin de encontrar cierta paz que ninguno de los dos ha logrado encontrar en todos estos años. Es como un camino de redención por parte de los dos personajes, pero sobre todo de Ana, que es la protagonista de la película.

Y eso se nota. Y precisamente de eso va la siguiente pregunta: ¿Qué tan difícil fue llegar a esta sutileza de captar esta feminidad a detalle en Ana, desde tu figura masculina?

Me parece una muy buena pregunta porque es una pregunta que también me hice yo, el cómo lograr ponerme en una posición que fuera legítima desde mi perspectiva masculina, porque, este guion, si bien lo coescribimos entre Gabriela Vidal y yo, la historia surgió de ella, ella tenía una historia que trabajó con Paula Markovitch en un taller, y esa historia es la que yo leí y la cual me motivó para decirle que tenía interés en colaborar con ella y hacer una película basada en eso. Entonces, digamos que tu pregunta fue lo primero que me pasó por la cabeza, porque es una historia de una guionista de una mujer, sobre el deseo de una mujer, ¿de qué manera podía yo legitimar mi mirada desde mi posición de hombre heterosexual?

Y lo que intentamos hacer entre Gabriela y yo fue, primero, entender eso, que realmente las particularidades del deseo femenino podían llegar a ser muy similares al deseo masculino en un sentido muy general, que sería, y ambos creíamos profundamente, que el amor y el deseo podía ser ejercido por cualquier persona, hacia cualquier otro tipo de persona, mientras ese amor no involucre ningún tipo de violencia o forzarlo. Gabriela lo describe como un “amor Drácula”, son amores que destruyen, que te succionan, que te drenan, y que te deshacen, pero son los amores que más vale la pena contar. 

Estábamos en la perspectiva de estos dos hermanos que tenían esta necesidad terrible de estar juntos con la cual luchan. Por otro lado, yo procuré, desde muy temprano, rodearme de colaboradoras mujeres que pudieran ayudarme a entender este deseo, y a que me refiero con colaboradoras no solo lo digo desde la parte del rodaje, yo colaboro mucho con mi productora, que se llama Valeria Ariñez, y ella junto con Gabriela me fueron ayudando a encontrar las pistas que a mí se me podían llegar a ir, y a lo largo de cuatro años de reescritura, que digamos era una reescritura muy sutil, reescritura de acciones, diálogos, o subrayar algún tipo de mirada, el nivel de reescritura llegó a un nivel tan detallista que ya cambiar una palabra podía modificar totalmente el sentido. 

Fue un trabajo de reescritura bien intenso con Gabriela y con Valeria, después entró Araceli Velázquez que es nuestra otra productora. Fue una cosa como de ir esculpiendo estas acciones y estas miradas, de tal manera que llegaran a la máxima sutileza, y que fuera verosímil en un punto de vista emotivo, pero también desde un punto de vista femenino, que no hubiera nunca un sentido de paternalizar la historia de mi parte. Siempre se abordó con muchísimo respeto.  Y una vez llegado el rodaje, esta colaboración se extendió con las mujeres del equipo como Claudia Martínez que es la fotógrafa, o Gabriela García que es la diseñadora de vestuario, había muchos miembros en el equipo que cuidaban esa clase de detalles y a las que yo me acercaba y les preguntaba: ¿Qué crees que sentirías tú en esta posición? 

Lo cual fue un ejercicio bien interesante porque al final la película cuenta una relación que no es una relación “normal”, en el sentido que no todo mundo ha tenido una relación similar, pero lo interesante era que todo el mundo en la producción se identificaba con este tipo de amores que, en teoría, no debería tener socialmente hablando, que socialmente son vistos de manera despectiva o prohibida, pero que no puedes evitar, sobre todo son amores en el caso de mucha gente, que ocurren en la adolescencia, son esos primeros amores muy intensos, o que son amores que suceden entre compañeros de trabajo, o entre personas de mismo sexo; como que hay este tema de amor, que uno entiende que no va ser bueno para ti entre comillas, y digo entre comillas porque te va a causar problemas, o te va a alejar de tu familia, o que te va a generar muchas complicaciones, pero no los puedes evitar, es como ver hacia el sol que te ciega. 

Esa colaboración femenina, aunada a un trabajo de detalle al máximo nivel en el guion, nos dejó los elementos correctos para que, en el rodaje, pese a que es una ópera prima, y pese a que no salieron todas las cosas como lo pensamos, pudimos ir rescatando lo más importantes. Hubo un momento en el que cositas que estaban en el guion que no llegaron a la pantalla porque en el momento se sentía raro.

¿Cómo fue trabajar con una guionista tan talentosa y reconocida como Gabriela Vidal?

Yo tuve la fortuna de que Gabriela me dio mi primera clase de cine. Y eso fue muy interesante y muy divertido porque desde el primer momento entendí que no se iba a andar con miramientos ni tapujos, y que nos iba a motivar a hablar de cosas que conociéramos, que eso era muy importante. Yo al igual que muchas personas entré a la escuela de cine quizá con un grado de madurez menor al que me hubiera gustado, no creo que hasta ese momento hubiera vivido mucho, y más bien Gabriela fue la maestra que siempre me motivó a hacer cine para hablar de lo que uno sabe, de lo que uno conoce, de lo que a uno le duele; de una manera, no terapéutica porque eso es caer en un lugar común, pero sí como un proceso de cuestionarse a uno mismo y de cuestionarse el mundo en el que se vive, el por qué tú eres como eres, y por qué el mundo que te rodea es así, y todo a partir de los personajes.

Sus clases siempre iban, primero, construye un personaje, y después la historia o la anécdota era una cosa secundaria. Así que desde que yo era estudiante tuve una buena conexión con ella, y las historias que yo quería contar cuando era más chico, tenían que ver más con ganas de querer imitar cierto género, o un cierto estilo, más allá de explorar mi propio universo, y le debo a ella, y a otros maestros también, pero sobre todo a ella, el deseo de explorar mis vicios, mis miedos, mis locuras, mi mundo particular. Después de que me gradué, yo empecé a trabajar con Marcelino Islas, quien además es de mis mejores amigos, y los dos tenemos una muy buena relación con Gabriela, y ahí surgió la oportunidad de que nos mandara a los dos El deseo de Ana, y la fortuna de colaborar juntos. 

Y la verdad es que Gabriela es una persona super generosa, porque yo en el momento de leer El deseo de Ana y decirle que quería filmarla, tenía 23 años, me acababa de graduar de la escuela, aún no había hecho nada, mi cortometraje de tesis había sido un fracaso monumental, y no había ninguna razón para que ella hubiera tenido que creer en mí, y sin embargo ella me dijo: “bueno, venga. Hagámoslo”. Y la verdad es que, como que mi proceso de crecimiento y de maduración terminó con El deseo de Ana, yo siento que al final esta parte de cuando eres joven y te identificas, y estás intentando encontrar quién eres, esa parte final me tocó en el proceso de El deseo de Ana, por eso también fue muy interesante hacer esta película porque yo fui una persona muy diferente cuando empecé, y era una persona muy distinta cuando la terminé. 

Me interesaban cosas diferentes, y creo que la película me ayudó a madurar en muchos sentidos, y sobre todo a tener una madurez emocional, un viaje muy similar al que hicieron los personajes en la película. Y Gabriela creo que lo notó, lo notó y me motivaba mucho a darle rienda suelta a mis impulsos. Hubo una vez en que yo, de manera super respetuosa y casi sagrada le dije: “Oye Gabi, es que este diálogo no lo entiendo, a ver explícame qué querías”, entonces ella me lo explicó y yo le dijo: “Oye Gabi, ¿y si lo cambiamos para esta cosa?”, Entonces en un momento ella me dijo: “Piérdele el respeto porque esto también ya es tuyo, y tú lo vas a hacer. Cámbialo como tú quieras”. Y una vez que yo sentí esa confianza, las cosas fluyeron super bien, y yo también incluí a Gabriela en todo el proceso, estuvo en el proceso de casting, estuvo en el proceso de las locaciones, todas las decisiones que tomaba al final, yo la consultaba más como una colaboradora que como guionista, porque yo confío mucho en su opinión. Trabajar con Gabriela es un privilegio.

Hacer una ópera prima con actores no tan reconocidos es una apuesta arriesgada y a la vez valiente. Platícame cómo es que llegaron a ser Laura Agorreca y David Calderón quiénes interpretaran a los personajes principales de la película ¿En algún momento pensaste en otros actores?

Todo empieza de nuevo con Gabriela Vidal. Cuando empezamos a trabajar el guion me comentó que tenía una amiga que cuando estaba escribiendo el personaje de Ana pensaba en ella. Entonces me dijo que si quería conocerla, yo le dije que por supuesto, y me fui a tomar un café con Laura, esto habrá sido como en el 2013, entonces hablamos y entendí de inmediato que Laura tenía algo muy particular que le servía al personaje, había una parte como de tristeza en el rostro de Laura, pero a la vez había una inteligencia emocional brutal, y había como una parte de desfachatez o de libertad que es difícil de encontrar tan abiertamente en la gente, y creo que tiene que ver en la formación que tiene Laura, ya que es de Argentina e hizo mucho teatro independiente allá. 

Había una concepción del mundo mucho más libre en ella, de la que mi formación había sido, entonces me parecía que había algo muy interesante, una contradicción nada más de verla y de ver su rostro. Entonces leyó el guion y me parece que le gustó en ese momento, y quedamos en trabajar juntos, pero después los caminos del cine nos separaron porque pasaron muchos años y la verdad nosotros no teníamos muy claro de cómo queríamos producir, sabíamos que queríamos hacerla, pero era nuestra primera película y no teníamos muy claro cuál era el camino, entonces le tiramos a todos lados. Queríamos financiarla con fondos públicos, hicimos la carpeta, pero yo también trabajaba en una empresa de cine y pensamos que la podían producir ellos, pero también había esta sensación de que podíamos hacerla nosotros mismos porque era una historia muy pequeña. Como que no encontrábamos realmente la manera de hacerlo. 

En algún punto al proyecto le empezó a ir muy bien en fondos, en festivales y cursos de desarrollo, obtuvo varios reconocimiento y eso nos dio como la esperanza de que íbamos a poder filmarla con fondos públicos y al final no se pudo hacer así, y creo también tiene que ver mucho con este proceso de madurez que tuvimos que enfrentar no solo yo en lo personal, sino como equipo, y entender que al final el cómo produces una película es parte del discurso y es parte del alma de la película, y entonces entendimos que El deseo de Ana quería realizarse no en grande, sino de manera más pequeña. 

En esos años de desarrollo del proyecto llegó a México el tema del fondeo. Meses antes de que hiciéramos nuestra campaña, llegó Kickstarter y vimos ahí la ventana, y ahí conseguimos el financiamiento de la película. Y te cuento todo esto porque para entonces ya habíamos encontrado otros actores. Nos habíamos encontrado con Camila Selser y con Leonardo Ortizgris, que ellos iban a hacer la película cuando no sabíamos cómo filmarla y estábamos tratando de aplicar a todo, estaban ellos en el barco. Y una vez que decidimos financiar la película con Kickstarter y hacemos la campaña y conseguimos el financiamiento para el rodaje, se nos van los actores.

¿Y ya tenían material grabado con ellos?

Si, teníamos material grabado, muchísimos ensayos. La verdad es que de manera muy generosa le habían dedicado mucho tiempo al proyecto, pero al final no se pudo realizar con ellos. Y lo primero que pensé fue en ver qué pasaba con Laura, porque justo después de nuestro café ella estuvo viviendo en México y se embarazó y tuvo que regresar a Argentina y dejó de trabajar, tuvo una especie de retiro de la actuación, lo cual ella me comentó, entonces la contacté y le expliqué lo qué había pasado y me dijo que justo estaba regresando a México y que nos viéramos. Nos volvimos a ver, y así como el cine nos separó, el cine nos volvió a juntar. 

Y con David Calderón también fue una cosa graciosa porque Camila Selser, cuando se decidió que no iba a trabajar con nosotros, me dijo que le llamara a David Calderón, que para entonces era conocido por su excelente trabajo en el teatro, nos enlazó por Facebook, nos dijo: “los presento, que les vaya bien”, y a partir de ahí, hicimos un casting tradicional, hicimos cuatro filtros, y se quedó. Y fue divertido todo porque, estaba seguro por separado que iba a trabajar con ellos dos antes de que así fuera, yo sabía que iban a ser los personajes, y cuando los juntamos, como que había una cosa muy fuerte que estaba pasando, pero que no estaba funcionando. Entonces recurrí a Marcelino Islas que los vio y me dijo que había algo que no funcionaba en el plan “relación amorosa”, pero era exactamente lo que se necesitaba, porque la relación no era la “común y corriente”, había algo más allá, entonces había algo fuerte que pasaba con ellos físicamente, y lo aprovechamos y construimos hacia donde queríamos. 

Y la verdad es que ellos dos fueron muy generosos porque trabajamos mucho tiempo, ensayamos prácticamente toda la película porque nos costó mucho encontrarle el ritmo y el tono. Por ejemplo, Laura estaba muy preocupada por saber cuál era la sonrisa de Ana, porque tiene una sonrisa como triste, y a Laura esa sonrisa le costó como tres meses encontrarla. Con David fue la cosa un poco más intuitiva. A él le interesaba mucho los aspectos físicos, como saber cómo caminaba Juan, por ejemplo, entonces la búsqueda de todos fue haciendo que los detalles fueran tan sentidos, que los segundos previos a algún diálogo se fueran midiendo naturalmente y todo fluyera.

¿Qué influencias de tu gusto por el cine fueron determinantes para darle el tono intimista tan atinado que tiene El deseo de Ana? Por ejemplo, yo he comentado muchas veces que me recuerda mucho al cine de Éric Rohmer.

Muchas gracias por darte cuenta de ello. Mi director favorito es y será Rohmer toda la vida. Hay una cosa en el cine de Rohmer que me emociona mucho siempre. Me emociona y me motiva, tanto sus historias, como la plasticidad de sus objetos cinematográficos, su manera de producción, su equipo, su trabajo con Almendros. El mundo de Rohmer me absorbe, me llena y totalmente es un referente, y creo que lo va a ser en cualquier cosa que haga, aunque no esté tan directamente relacionada con el estilo de Rohmer. 

Y con respecto al tono, fue una cosa de estudiar mucho y ver muchas referencias y entender para donde iba la película, porque al final se pudo haber filmado como un melodrama sin ningún problema porque había los elementos, y de hecho en un principio, cuando estábamos trabajando el guion todavía, yo me imaginaba que iba a ser algo mucho más erótico, como con una potencia sexual mucho más fuerte, con las emociones mucho más explicitas, entonces vimos todas las películas que conocíamos o que nos decían relacionadas con el tema, y cómo lo abordaban, había unas que iban mucho más al melodrama, y había otras que eran super más sutiles y que apenas la cosa se mencionaba, había un mundo de posibilidades. 

En ese momento nos fuimos por algo un poco más melodramático, con actuaciones menos contenidas, y con más deseo sexual explícito, como explotar más la mirada, los cuerpos, y así nos fuimos mucho tiempo. Y la verdad es que mucho de la concepción de la película en ese aspecto se la debo a un taller que tomé con Ilse Hughan y Julieta Bava, que son dos excelentes productoras y programadoras que han trabajado en festivales como el BAFICI y Rotterdam; y tienen un taller que se llama “Taller de análisis para primeras y segundas películas” y en ese taller en el cual quedamos por una convocatoria hecha por el IMCINE, y estuvimos una semana en Tepoztlán, aislados en la casa de Carlos Reygadas, con otros realizadores. Estaban ellas dos, también estaba Rodrigo Moreno, realizador argentino de cine independiente que a mí me gusta mucho, tiene una película que se llama El custodio, y con Gibran Portela, que es un guionista mexicano muy reconocido. 

Y en ese taller además había muchos colegas cineastas, entre ellos Pablo Delgado, Jaiziel Hernández, José Gutiérrez, Rubén Rojo; gente que también en ese momento estaba desarrollando su largometraje y fue super revelador porque, así como te comenté que en ese momento no sabíamos cómo íbamos a producir, en ese lugar nos dimos cuenta que éramos un montón de gente de la misma edad que tenía la idea de hacer una película, y que eran películas muy pequeñas, que se iban más por el lado autoral, y no teníamos nada de dinero pero teníamos muchas ganas de hacerlas, y nos dimos cuenta de cómo en muchos momentos del proceso nos sentimos solos, pero ahí estábamos todos coincidiendo en ese lugar, queriendo sacar nuestros proyectos, y a partir de ese momento todos empezamos a colaborar desde echándonos porras y sacando las cosas, y de ese taller ya salieron siete películas, lo cual nos dice que ese taller algo bueno debió de haber tenido. 

En ese taller fue Rodrigo Moreno quien me dijo que por qué no mejor no trabajábamos la película más bien como una pieza super contenida que no tuviera ningún rastro explícito de deseo sexual, que fuera como una línea recta en que los detalles más sutiles van a resaltar muchísimo y que en un cierto punto explote tantito, para después volver al tono que tenía antes, hasta llegar al punto más climático al final. Y al principio me conflictuó un poco la idea, pero de a poco la fui asimilando, y decidimos dejarla así desde el lado más sutil en el que parece que no está pasando nada, pero que, en las cosas más pequeñas, está pasando un universo de cosas. Lo cual era muy complicado, pero supimos que ese era el camino, el lado implícito.

Y me parece la película gana mucho que si por lo contrario hubieran decidido hacer la relación más explícita.

Si, y creo que ese camino a mucha gente le funcionó, refiriéndome a la gente que tomó ese taller, y hay gente a la que le funcionó mejor el otro camino. Pero creo que la manera más sincera de hacerlo fue como lo filmamos, y terminó siendo una película delicada, que eso siento juega en contra y a favor en determinados momentos, pero eso es lo que es la película.

Desde El perfecto ausente, tu cortometraje presentado previamente, a El deseo de Ana, ya hay dos cosas particulares que uno puede detectar y que me parece te hacen un autor antes que un realizador: la estética y el deseo. ¿De dónde viene esta necesidad y este impulso de Emilio por hacer del deseo un tema central en su cine?

Lo primero que te podría decir que empezó siendo una cosa inconsciente. Creo que, también tiene que ver con una parte como autobiográfica, porque en el caso de ambas películas que las hice con la misma productora que se llama Valeria Ariñez, como que ambos compartimos una cierta formación de juventud, que tiene que ver con ese deseo prohibido, y con estas relaciones que no están bien para el resto de la gente. Entonces, teníamos esta cosa en común de querer romper y transgredir a través de este deseo prohibido. En mi caso, siempre me llamó mucho la atención hablar de mi perspectiva desde lo que yo conocía y desde mi núcleo familiar y social y mis experiencias. 

En mi caso particular yo soy del Estado de México y crecí en una familia tradicional, con mamá, papá y hermanas, y siempre noté que en mi contexto familiar había una extrema preocupación por cuidarnos de ciertos temas que no eran correctos para nosotros en nuestra infancia, que tenían que ver mucho con la sexualidad o la homosexualidad, había como una cosa que no podía existir, y sin embargo crecimos rodeados de un ambiente, sí muy feliz, pero en el que había mucha violencia y mucho machismo normalizado. De pronto era muy normal estar cenando en casa y hablar sobre los descabezados y ver en la tv los cuerpos cubiertos con mantas.

Había un ambiente en el que nuestra vida estaba rodeada de esos elementos muy fuertes, pero era prohibido hablar de ciertos tabúes, y eso a nivel práctico cuando empezamos a crecer los hermanos y empezamos a descubrir nuestra sexualidad y a explorarla, y a entender quiénes éramos, causó una clase de shock muy fuerte, en el que cierto tipo de relaciones era un drama familiar. Y a mí me resultaba muy chistoso porque no entendía por qué una cosa tenía que estar normalizada (hablando de la violencia) y la otra no, y eso me empezó a llamar mucho la atención, y de pronto cuando yo entendí quién era, empecé a aceptar ese deseo, entender que yo como persona me constituía de muchas cosas, incluido ese deseo. Creo que por ahí va la cosa.

El lado femenino en tu trabajo se da de manera muy natural, ¿Crees que haya influido, por ejemplo, el hecho de que tuviste puras hermanas?

Si, y es gracioso porque, como te comentaba, yo crecí en una familia tradicional, y en ese esquema de una familia normal, mi papá se iba a trabajar y viviendo en el Estado de México, regresaba en la noche; prácticamente yo veía a mi papá solo los fines de semana, porque él llegaba cuando estaba dormido y se iba antes de que yo me despertara. Entonces yo crecí con mis dos abuelas, mi mamá y mis dos hermanas, y también algo interesante del deseo femenino es que históricamente no se ha retratado tanto como el deseo masculino, entonces a nivel realizador como que ese cambio de perspectiva me parecía interesante. 

Evidentemente ese deseo ideal se tendría que contar por directoras mujeres, y que está pasando y se está abriendo muchísimo esto, pero había una cosa que yo decía, bueno, por qué no intentar explorar esta otredad y esa feminidad como esta parte interna mía. Y crecer con mujeres es una cosa muy particular sobre todo en este país, la manera en que te relacionas con ellas, cómo se abordan ciertas cosas del crecimiento, de la sexualidad, de los roles.

Háblame un poco de la película y su paso por los festivales de cine, ¿cómo la han recibido las diferentes audiencias de los países dónde ha estado?

En cuanto al recorrido, hemos estado sobre todo en festivales latinoamericanos. Creo que la película ha tenido más resonancia con programadores latinos. Estuvimos en la Mostra de Sao Paulo, en Los Cabos, en La Habana, en Estados Unidos en el Cinequest y en Hola México, en Argentina estuvimos en Raíces Chivilcoy y en Austral, en España vamos a estar en Zaragoza y en Lugo, vamos a estar también en Ícaro en Guatemala, y también en Ecuador. y en México estuvimos este año en el Festival de Cine Independiente de la Ciudad de México, en el FIC La Paz, en el Festival de Guion Cinematográfico, en el Festival de Mérida y Yucatán. 

En cuanto al recibimiento es muy relativo esto de cómo sentimos cómo le está yendo a la película, creo que la pandemia es una parte muy especial, no sé si lanzar una película un par de meses antes de que explote la pandemia mundial es lo más normal, pero la verdad es que algo que he aprendido es que las expectativas de cómo le vaya a una película nada más como que hacen daño. Creo que está bueno hacerlas y dejarlas que vivan y luchar porque se exhiban en la mayor cantidad de lugares, pero no hacerte expectativas, porque si la comparas por ejemplo con una película que está en Cannes y que después hace un recorrido interesante de festivales, y que es una película muy chiquita, luego no le va tan bien, pero si ves el tipo de festivales donde hemos estado, como que la curaduría de los festivales, me parece que hay algo interesante en la programación, sobre todo en Latinoamérica, creo que está teniendo muy buena resonancia, me han pasado cosas interesantes. 

La película está siendo tratada muy bien con personas mayores, sobre todo con mujeres. En Brasil por ejemplo, había muchas señoras que iban a ver la película, después fuimos a Cuba y una de las proyecciones se me acercaron dos viejitas y me decían que les había gustado mucho la película porque la relación que se mostraba era una cosa muy normal en Cuba a principios del siglo XX y que no se juzgaba tanto en la isla como ahora. Y me pareció interesante y divertido conocer ese dato. Y de pronto me di cuenta que las audiencias jóvenes eran, desde mi punto de vista, con nuestra película, mucho más conservadoras que las audiencias más grandes y noté eso como un cambio generacional en el sentido del conservadurismo, al menos en este tema, hemos avanzado en muchos temas como la igualdad de género, pero en otros nos quedamos muy atrás. 

De pronto como que las señoras y señores que vivieron su despertar sexual en los 60’s, para ellos era una película muy normal, o no les asustaba nada el tema, y las personas más jóvenes tenían un nivel de rechazo más grande o directamente llegaban a decir “me ofende la película”, y me parece que eso habla mucho de lo que tienes dentro. Y ha sido interesante ahora en Europa, siento que es una cosa muy particular porque yo tengo la sensación, y siempre la he tenido, de que los festivales europeos están buscando un tipo de cine latinoamericano muy específico. Y nosotros cuando estábamos pensando en cómo filmar la película, sobre todo la parte visual, éramos muy conscientes de que nuestra elección visual no era necesariamente lo que un festival europeo pudiera haber estado buscando. 

Hay algo en la plasticidad de las películas que a nosotros nos parece que ellos buscan, y El deseo de Ana no va por ahí. En ese sentido no tiene una identidad tan claramente latinoamericana. Esa era una apreciación que nosotros teníamos y se nos confirmó un poco después de que la estrenamos, porque hubo algo de resistencia por parte de algunos festivales europeos. Pero curiosamente en España la película ha tenido muy buena recepción, de nuevo con programadores mayores de 40 años, y no es que yo busque hacer películas para personas mayores, pero con este tipo de programadores hemos tenido mucho éxito, hace poco ganamos un premio en Sant Andreu de la Barca a Mejor Película Extranjera, y la verdad estuvo muy bien porque fue un proceso de selección super largo en el que durante muchos meses estuvimos preseleccionados, después ya llegó la nominación, y pude ver todas las películas que llegaron de todas partes del mundo, y eso; como encontrar que también la película se entiende muy bien a partir del idioma.

¿Qué viene para Emilio en el cine?

Estoy trabajando de nuevo con Valeria Aviñez, aquí en la productora Anomia tenemos un par de nuevos proyectos. La verdad es que hemos aprovechado mucho la pandemia para cuestionarnos un montón de cosas y para trabajar sobre todo a nivel de guion. Lo más probable es que terminemos el año con tres o cuatro guiones, de los cuales uno de ellos vamos a producirlo en marzo, es una película que se llama Esta bestia tan salvaje, que sería mi segundo largometraje de ficción, y es una película muy diferente a El deseo de Ana, en el sentido de que es una película mucho más ambiciosa a nivel temático. 

Es una película más o menos coral, hay muchos personajes, y por el contrario a El deseo de Ana, estamos haciendo más ambiciosa la propuesta temática, pero estamos comprimiendo aún más la propuesta de producción, por lo cual será una película mucho más independiente, mucho más chiquita. Y nada, es una película que es más o menos autobiográfica y aborda a través de tres historias una exploración de la masculinidad mexicana, por ahí va la cosa.

¿Este guion es totalmente tuyo?

Es guion mío, pero Valeria se estrena como co-guionista, con la asesoría de Gabriela Vidal, pero ambos estamos como guionistas, productores y Valeria además está como mi asistente de dirección, pero tú sabes que hacer cine independiente demanda duplicar, triplicar, hasta cuatriplicar el trabajo que hacemos, y lo asumimos como tal con todo el gusto para sacar el proyecto adelante.

Vi también que desde Anomia colaboraron con la producción de Días de invierno, de Jaiziel Hernández.

Sí. La verdad es que es una película que nos encanta. Tengo la fortuna de ser muy amigo de Jaiziel, y es una película que transpira la personalidad, los miedos, los deseos de Jaiziel; y eso es tan complicado de hacer en el cine. A mí me gusta ver una película y pensar que conozco al director, y creo que con Días de invierno yo la veo y siento que conozco más todavía a Jaiziel, y espero que los espectadores también puedan sentirlo y puedan disfrutarla. 

Es una película muy linda que tiene una voz muy única, muy personal, muy regional; y eso es muy importante para nuestra cinematografía nacional, esas otras voces. Y pues sí, ahí seguimos intentando apoyar películas, sobre todo hacer equipo, y ahora que se vienen tiempos difíciles para el cine nacional creo que la única manera de salir adelante es haciendo equipo, juntarnos, para levantar los proyectos de todos.

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