texto y fotografía ERIC EDUARTE VILLA
En medio de un año catastrófico donde todo se detuvo, incluso rodajes de películas y festivales de cine, se encendió una pequeña luz en la oscuridad. La llamada Tierra del Cine se había convertido en la Tierra del Silencio, y eso que en dicho estado existe la Zona del Silencio donde todo aparato electrónico se detiene curiosamente.
Y así como en la zona del silencio emergen eventos fantásticos con un techo nocturno estrellado, iluminado por los astros, así surgió un evento de fantasía y magia que se extrañaba ver. Después de casi 10 meses se realizó un festival de cine en Durango, el Festival de Cine Duranguense Paloma Itinerante, marcado como el primero en realizarse en 2020 en Durango, no sólo con un fin cinematográfico, sino también en un ámbito cultural en general dentro del estado de Durango, el anterior que se había realizado fue el Festival de Cine Mexicano, realizado a finales de noviembre de 2019.
Siendo así el 19 de septiembre de este año, una fecha especial por dos acontecimientos que conmovieron y unieron a los mexicanos, los terremotos de 1985 y de 2017. El 19/S tuvo un gesto esperanzador de volver apreciar cine en un festival en tierras duranguenses.
Un festival que dentro de las adversidades ha dado un paso importante en el reconocimiento de los cineastas duranguenses, ya que por primera vez se festeja en un formato de competición, otorgando un premio económico al primer único lugar declarado triunfante por un jurado, el cual estuvo formado por la cineasta Dennis Barreto, el crítico y escritor de cine Iván Delhumeau, y por el curador del séptimo arte y también director del Cineclub Universitario de la UJED, Luis Abel Chávez Bermúdez.
Desde varios meses atrás se inició la convocatoria para la selección de cortometrajes, donde hubo una buena participación de directores locales, al final se tuvo la selección de 10 cortos que fueron proyectados en la Cineteca de Durango. Dicha selección estuvo integrada por realizadores jóvenes que poco a poco van abriéndose camino en el quehacer cinematográfico, algunos de ellos estudiantes y egresados del Centro de Cinematografía y Actuación Dolores del Río (CCA).
Ante la situación de la pandemia de Covid-19 la sala solo se autorizó para un pequeño porcentaje de localidades a ocupar. Un 25% de poco más de 200 asientos aguardaban ver el regreso de un festival. Existía una duda: ¿habría audiencia? La respuesta fue clara, los cinéfilos y directores estaban ansiosos por volver a un cine tras medio año de encierro. Se ocupó la capacidad máxima permitida y las dos funciones fueron éxito, pocas personas pero se sentía si la sala estuviera hasta el tope de su capacidad real, la Cineteca de Durango obtenía su mayor entrada desde su reapertura tras la cuarentena.
La diversidad de géneros cinematográficos y de temas hicieron de una cartelera atractiva, ya que incluso algunos cortometrajes llevaban como argumento o trama la pandemia y la cuarentena; esto nos habla de que a pesar del confinamiento la creatividad y las ganas de filmar algo no se detuvieron y personas, artistas, músicos y cineastas lograron seguir manteniendo las cámaras encendidas durante el aislamiento y entregando importantes registros en formato cinematográfico la vida en la pandemia, llegando así al festival pequeñas películas de diferentes regiones del país y de Latinoamérica, algunos de ellos con colaboración de otros continentes, así de esa manera volvió un Festival a Durango.
Teniendo así a Chile como país invitado con dos cortometrajes producidos en tierras chilenas, uno de ellos por un duranguense, titulado Latitud 33°S, Longitud 70°O, de Andrei Maldonado, que retrata la ciudad de Santiago al estilo personal e íntimo de filmar como Godard se refería al cine. Y el otro filme, siendo un videopoemario del reconocido músico chileno Mauricio Riveros, que lleva por nombre Notas de radar bajo el humo, que con artistas y escritores invitados de Europa, América y Oceanía, plasma en su memoria poética, las vivencias de Chile a través de su historia social, política y humana, haciendo un viaje desde el momento actual que se vive con la pandemia hasta los acontecimiento militares de 1973.
Al final de la segunda función, el jurado deliberó su palabra para elegir el cortometraje ganador, siendo Azul Grisáceo, de la joven directora Corazón Mares, en conquistar la edición número 8 del festival. El corto ganador no se fue solo, lo acompañaron dos cortos con menciones de honor, siendo los cortometrajes con dicha Jaguar, de Eduardo Luis Alvarado, y Una canción para el fin del mundo, de José Luis Cano.
El resto de los títulos participantes fueron:
Milena de Jonathan Juárez
La Bodega de Iván Santillán
Technolife de Javier Campos Weyman
La Resiliencia de Julio Quezada Orozco
Despierta de Vivyan Castro
Wild Thoughts de Didier Loza
Confesión en dos tonos de Juan José Antuna Ortiz
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