texto DENISS BARRETO
En pleno mediodía dominical pausé la película online que veía, me aburrió. Decidí tomar un baño y después terminar de ver el dicho filme galardonado en varios festivales de cine contemporáneo y de autor. Mientras me duchaba me cuestioné, renegué y confesé para mí misma: cada vez me gusta menos el cine (o el cine contemporáneo, mejor dicho). Qué desdicha ¿Porque, mientras más cine veo, menos oportunidad hay de encontrar algo bueno? Y la respuesta que me di, y la que usualmente siempre es la que alego, ya sea con amigos o en clase, es algo en realidad muy simple, pero para nada sencillo: la verdad en el cine.
Imparto clases en un par de universidades privadas, regularmente de Historia del Cine, Teoría y Apreciación del Cine o Guión cinematográfico, y durante los cursos se llega el día del semestre cuando me toca exponer a los alumnos el concepto de verdad y realidad en el cine. Inmediatamente ellos ponen cara de confusión y fingen entender lo que a veces yo tampoco entiendo lo que estoy diciendo (no es justificación, pero es un hecho que si no ves cine verdadero es muy difícil que entiendas el concepto).
Con suavidad y paciencia, intento explicarles una y otra vez esta idea (que, para aclarar, esto no es invento mío, lo expusieron varios cineastas en sus primeras obras durante las primeras décadas del nacimiento del cine, uno de ellos Carl Theodor Dreyer, con La pasión Juana de Arco de 1928, posteriormente críticos de cine lograron explicarlo en ensayos y reseñas, entre ellos André Bazin). Los alumnos siguen sin entender claramente estos conceptos, pero después de varias jornadas lo empiezan a sentir, es evidente.
Gran parte de las actividades que se realizan en clase es la de ver películas, algunos dirán “eso no es tener clase”, pero créanme, a algunos alumnos esta sencilla y armoniosa tarea les es más pesada, nefasta y compleja que una ecuación de álgebra. Al final tienen que ver la película, aunque les cueste. Lo que los alumnos no saben es que en las secuencias o escenas especiales que se proyectan de la película mi tarea como profesora es el observar sus reacciones, de esta forma me doy cuenta cómo va creciendo su sensibilidad y su apertura a la apreciación, y no me refiero a que espero que se emocionen por la trama, no, estoy hablando de que se emocionen por la mera cinematografía.
Durante mis observaciones a los alumnos espectadores ha habido ocasiones donde detecto a uno que otro viendo fijamente la pared vacía en vez de la película proyectada, la verdad no entiendo esto, pero me causa gracia. Y en otra ocasión vi la reacción de un alumno la cual me llenó de gusto. El chico veía junto a sus compañeros la famosa escena del dolly-in de Mónica en el bar en la cinta Un verano con Mónica de Ingmar Bergman de 1953, su cabeza se fue hacia atrás mientras decía “ah cabrón”, me dije a mí misma “este chico sí está logrando ver el cine y reaccionó a un destello de verdad y realidad en él”.
Y es que para ser cineasta o para simplemente poder ser abierto y apreciar cualquier propuesta cinematográfica se tiene que saber qué es la verdad y qué es la realidad en cine, y cuáles son las diferencias entre ellas. El propósito de este texto no es en lo absoluto ni didáctico, ni discursivo, ni de acusación; sin embargo, trataré de exponer lo que en base a mis lecturas y experiencia he podido descifrar alrededor de estos dos conceptos.
Antes que nada, verdad y realidad no son lo mismo. Dejando esto claro, podemos proseguir. La realidad en el cine es el escenario impuesto por el creador (guionista y/o director) y la verdad en el cine, es la divinidad dentro de ese escenario, es la bondad y la maldad, es el cielo y el infierno, digamos, es la ley y lógica que regla en ese universo paralelo. Para construir la verdad sobre la realidad en el cine, se debe usar l’honnête (honestidad) y para llegar a ella, se debe ser honesto con la obra.
Dejando en claro ambos conceptos, continuaré. En psicología hay teorías que confirman que cuando la mente humana se enfrenta a sí misma ante una irrealidad y/o mentira que está presentada como una realidad y/o verdad, esta mente colapsa de diferentes formas negativas. Esta es la base de los tantos traumas en que los humanos nos vemos inmersos. Lo mismo sucede en el cine. Cuando vemos una película donde su realidad contiene falsedad e ilógica respondemos con aburrimiento, disgusto o repudio, claro, esto en un mundo ideal.
Sorprendentemente o no, nos encontramos en una época donde la mayoría de las propuestas cinematográficas se encuentran en crisis, de vez en cuando esto pasa, si no, no hubiese surgido el Neorrealismo italiano o la Nouvelle vague, o el Nuevo cine estadounidense, por ejemplo. De que se produce buen cine, real y verdadero, se produce, pero de que se vea y se aprecie, ese es otro tema. La verdad en el cine, no es única, no hay una descripción real, no hay características tangibles para identificarla, no cumple reglas, más que el mero hecho de que sea original y propia del autor. Intentaré explicar y exponer estos conceptos alrededor de un ejemplo cinematográfico.
Lo más sencillo sería explicarlo a través de cualquier película de Andrei Tarkovsky, donde fielmente logra introducir al espectador a esta verdad en el cine de la forma más honesta posible; también en su libro “Esculpir el tiempo” logra aclarar el concepto por medio de una maravillosa y elegante filosofía. Incluso, sería más sencillo atreverme a destruir un par de películas hollywoodenses que se auto-denominan non-hollywood, como Marriage Story de Noah Baumbach, Joker de Todd Phillips ambas de 2019, o películas hollywoodenses producidas fuera del territorio estadounidense, como Roma de Alfonso Cuarón de 2018, o Parásitos de Bong Joon-ho de 2019. Debo aclarar que no son películas malas, solamente son películas que no son verdaderas.
Y como ya mencioné que este texto no es didáctico, ni discursivo, no pretendo ni re-adoctrinar ni cuestionar las cualidades de estas películas ante ideales románticos, filosóficos y utópicos, porque let’s face it, estos ideales están en contra de los parámetros que la mayoría de los medios masivos de comunicación y de la “industria cinematográfica” reutilizan una y otra vez y celebran en estas películas, como si fuesen obras creadas por los hijos perdidos de Bergman y Antonioni. Así que por ahora prefiero no meterme en problemas innecesarios de discusión. Intentaré, entonces, darle la vuelta a este asunto y apreciar algo distinto y no tan obvio.
La película más estúpida y mala por haber puede contener verdad. Existe el caso de The Room de Tommy Wiseau de 2003, ¿porque The Room, siendo un desastre, funciona? Porque en su totalidad, en su esplendor completo, contiene el mismo nivel de defectos (mal guión, malos actores, mala dirección, mala música, etc). No hay otra cuestión fuera de su propio tono, no hay cosa mediana o mediocre, o buena. Todo es absolutamente malo y todo surgió de la absoluta verdad, producto de la honestidad de percepción de Wiseau. The Room llegó a la cima de lo imperfecto y alcanzó la perfección. Repito, para poder lograr ver y entender qué es la verdad y la realidad en el cine hay que verlo.
Regresando a mis anécdotas que responden más a una figura cinéfila que de cineasta, recientemente me he encontrado en conversaciones con alumnos, amigos y colegas, aspirantes a cineastas, cineastas, que sin ánimos de ofender, hablan mucho de gente de cine, pero no de cine. Sucedió algo interesante con un par de egresados de importantes escuelas, alguien me platicaba sobre sus ideas para realizar un cortometraje, me contaba de la “historia” (empecemos a decirle por su nombre: trama), de los personajes, de las locaciones, del nivel de complejidad de producción, pero no mencionó nunca la cinematografía, a lo que yo pregunté: “¿Cuáles son tus referencias cinematográficas?”, él respondió: “No sé, pero hay un videoclip que me gusta mucho, y asi quiero que se vea” (quizá el videoclip contenga verdad). El otro alguien me dijo que pretende filmar cinco largometrajes en diez años, o algo así, lo recuerdo porque es una ambición muy grande, en especial en México, tuvo mi admiración por ese instante, después le pregunté qué tipo de cine es el que aspira hacer, dándole vueltas a la pregunta, no supo qué responderme.
Cuando se quiere hacer una película lo primero que se tiene que saber es qué tipo de película será, y para saber esto se tiene que haber visto mucho cine, cine que se ame y que se odie. Así se logra la apreciación y una percepción estudiada, y luego inherentemente viene el gusto personal. Cine con verdad y con honestidad. Una vez, logrando ver estas cualidades en el cine, se podrá ser honesto y crear verdad. Dejando esto al querido lector a su consideración, me dispongo a seguir viendo la película online que, sin duda, es una película que no es verdadera.
Nota de autor: Este texto se refiere al CINE en letras mayúsculas. Al CINE de Tarkovsky, al de Bergman, Bresson, Antonioni, Buñuel, Fellini, Rossellini, Kurosawa, Dreyer, Chaplin, Kubrick, Haneke, Hitchcock, Truffaut, Godard, Varda, Scorsese, Resnais, Cronenberg, Lynch, Weerasethakul, Reygadas, Martel, Bilge Ceylan, Akerman, Herzog, Coppola, Ford Coppola, y todo el cine verdadero y honesto.
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