viernes, 3 de enero de 2020

Entrevista a un vampiro: una charla con la memoria de Iván Delgado

texto ANDREI MALDONADO
ilustraciones KARTO CLAUDIO ROMERO


La presente entrevista es resultado del Taller “El periodismo cultural y su quehacer” impartido por el escritor y periodista Mario Saavedra, como parte de las actividades del Coloquio de Periodismo Cultural 2.0 realizado en el mes de julio en la ciudad de Chihuahua. El texto presente pretende ser un acercamiento a lo desarrollado en el libro “Los muertos hablan”, donde diversos periodistas llevaron a cabo el ejercicio de entrevistar a personajes ilustres que ya han fallecido.

En lo particular he elegido realizar una breve charla con el músico chileno Iván Delgado Álvarez, fallecido apenas en diciembre del año pasado, por quien durante años he sentido una profunda admiración por su trabajo como letrista, intérprete y cantante de bandas de rock chilenas como La Ley y Saiko. Decidí no ahondar en preguntas obvias que se le hicieron en vida y preferí enfocarme en aquello que deseé preguntarle y nunca tuve la oportunidad de hacerlo.

El texto que a continuación comparto se ha basado en parte en las entrevistas a Iván delgado, Luciano Rojas y Rodrigo Aboitiz hechas por Ernesto Daniel Carrasco en su canal de YouTube, a la entrevista hecha por Señal Local (YouTube), al EPK del Informe Saiko (igual en línea), en el artículo publicado en la sección de espectáculos de La Nación titulado “El sueño pop” y en conversaciones personales que sostuve vía Facebook con Iván durante sus últimos años de vida.


¿Por qué el saxo, la flauta y los instrumentos de viento?
Yo, como es evidente, padezco desde chico de tartamudez. Una forma de vencer esa tartamudez, que a la vez deriva en timidez, fue a través de los instrumentos de viento. Empecé con la flauta durante mis estudios en la licenciatura en Artes en la Universidad de Chile. Pero al tocar con bandas de rock descubrí que el flautista no sonaba ante el baterista o el guitarrista. Entonces decidí tocar un instrumento de viento poderoso: el saxo.

¿Crees que algunas bandas le temen al saxofonista?
(ríe) Sé por dónde va la cosa. No sé si le teman, supongo que sí. El saxo es un instrumento poderoso, y aquellos que quieren acaparar la atención en una banda para sí mismos pueden ser presa del temor que produce un saxofonista. Quizá por eso no me dejaban tocarlo tanto (ríe).

¿Lo mismo pasaba con el teclado?
Seamos claros. Seguro hablas de lo que pasó en Saiko. Ahí mi rol era principalmente de letrista, después me encapriché a ser parte de la escena con mi sueño trunco de ser frontman con algunos coros al lado de la Denisse. Faltaba un rol delante de las cámaras, ahí fue donde tomé los teclados, que cosa aparte sé tocar bien. Pero mi teclado en Saiko no sonaba nada, algo así como pasaba con la flauta en mis primeros tiempos.

¿Tocar instrumentos, cantar o escribir?
¡Pucha! Son cosas re bien distintas. Quizá ser vocalista era algo que traía atorado desde hace mucho, cosa que pude quitarme de encima con el proyecto de la Borderline Band. Sobre todo, porque a través del canto era otra manera de vencer la tartamudez. Obviamente que me gusta cantar a mis grandes admiraciones, como Charly García, Fito Páez, Spinetta, Sui Generis, Serú Girán… pero cantar lo propio, lo que llevas adentro, es otra cosa. Si lo unes a ejecutar el saxo… por eso es bien difícil decirte qué prefiero de todo ello.

¿Fue difícil llegar al punto de ser frontman de tu propio proyecto?
Me tomó toda una vida (ríe). El primer intento fue por el 89 con Misión Afrika, un proyecto que había comenzado con algunos amigos, mismo que pospuse para unirme a La ley. Podemos decir que eso fue lo más cercano, pues grabamos algunos demos. Finalmente, la cosa no pasó, pues buscaban algo mucho más pop, algo más como el Beto Cuevas. De ahí no lo intenté más hasta Saiko, con el disco Informe. Ahí pude probar nuevamente el gusto que me daba cantar. Después pasé el tiempo dejándome llevar demasiado por lo que decía la gente, rodeándome de las personas equivocadas, hasta que dije “no más”, y decidí sacar el repertorio.


¿Pop, rock o new wave?
Todo en el rock es pop, es la estructura básica, como de la música en general lo es Mozart. Pero puedes separar bien aquella música que se aleja del pop comercial, la música para consumo y desecho. Siempre traté de irme por esa línea, aunque nunca pude alejarme de trabajar en proyectos claramente pop (ríe) puedo presumir que conozco a bien cuáles son las claves del éxito del pop: ritmo de balada, estructura verso-coro pegadizo-verso, etcétera… quizá por eso no haya tenido problemas para trabajar en bandas pop, aunque lo mío siempre haya sido más el rock y el jazz.

¿Nadie, Pequeño Vicio, Paraíso Perdido, La Ley o Saiko?
En cada una hubo cosas bien distintas. La Banda del Pequeño Vicio fue mi primer grupo fuera de lo underground, previamente participé en Mendigos y Magos. La cosa fue mágica porque fue lo más alejado al pop que he estado, era una cosa más cercana al art-rock, al teatro-rock, a lo Peter Gabriel. Nadie me llevó hasta el Festival de Viña, vaya si le tendré afecto. Paraíso Perdido me abrió más que nada las puertas al pop y a conocer a grandes músicos como Javiera Parra, Andrés Bobe y Luciano Rojas. En La Ley fue breve, pero lo que más me dejó fue potenciar mi habilidad como letrista, lo que años más tarde me serviría para Saiko. Saiko pintaba para algo re lindo, pero bueno, ya sabemos cómo cambio todo.

¿Qué puedes decir de tu salida de La Ley?
Habíamos grabado un demo, funcionaba. Cuando intentamos grabar el disco en México resulta que mi voz ya no funcionaba. Creo que el productor fue quien les dijo que necesitaban algo menos “alternativo”, por lo que yo no encajaba. O realmente cantaba mal, no sé. Hubo cuestiones de desafinación, pero fue al trabajar de improviso. Se pudieron hacer cosas en estudio, pero no quisieron. Encontraron a Beto y ahí resolvieron todos sus faltantes.

¿Qué opinas sobre lo que dicen Luciano y Coty, que nunca fuiste parte del proyecto de Saiko como tal y por ello durante el regreso del “Saiko Histórico” no estuviste contemplado?
Es claro que ellos desde el principio tuvieron una idea de un proyecto pop. Pero la línea que tomaron las composiciones de Coty y Luciano invitaban a algo más como el synth-pop, que fue lo que aportaron mis canciones. Por eso yo no podía marginarme esta vez como lo hice con el primer disco de La Ley. Era claro que reclamaba cierto protagonismo, y ellos entendieron que mi aporte era necesario, de otra manera no me hubieran buscado y mucho menos aceptado mis términos. Si a la distancia eso se les olvidó, eso es asunto suyo. Armaron su “Saiko histórico” y van a celebrar pronto con las canciones que yo hice, sin mí. Bien por ellos.


¿Cuál fue tu impresión cuando dieron a conocer su comunicado oficial por tu detención?
Asco. Me dio mucho asco ver la capacidad que tenían de subirse al tren del desprestigio y el ataque. Lograron eclipsar en parte el lanzamiento de mi disco por sus webadas. Al final se comprobó que quien lanzó esas acusaciones era una persona falsa que buscaba dañarme, pero cuando eso se aclaró no fueron para desdecirse de su comunicado. Ya después mandan condolencias, ya para qué. Aquellos días fueron oscuros, no solo por la mala pasada de la detención, sino por verme traicionado por supuestos amigos y supuestos amores.

¿Por qué nunca reclamaste los derechos de tus canciones?
Mis canciones están protegidas por la Sociedad de Autores de Chile. Esas letras serán siempre mías. El artista debe comprender también el alcance de su obra. Esas letras serán siempre un recordatorio de mi existencia, de mi paso por el mundo, pese a quien le pese. Con eso yo ya gané.

¿Cuál de todas tus canciones considerarías tu “hijo pródigo”?
Hay muchas a las que le tengo un cariño particular. Ya sea por el momento en que las escribí o por la historia que logré plasmar en ellas, aunque varias ronden cerca de lo mismo. Ejemplo ahí está “Sintiendo cosas”, que es muy similar a “Desiertos” porque las escribí en momentos de introspección, rayando en la depresión, en largas caminatas por las calles de Santiago, junto al Mapocho. También está “Lula”, que es una historia sobre esos personajes trágicos del mundo pop como Marilyn Monroe. Está “Informe”, que es mi tesis de grado que, contrario a lo que piensa la gente, no habla de algo tan oscuro, sino de la muerte del arte según la postura de los filósofos alemanes. Está “Express”, “Cuando miro en tus ojos”, “Amante Ideal”. Canciones que se hablan entre sí, que bien podrían ser continuación una de la otra. Difícil decidirse por una.

¿Con qué sentencia te quedarías para un epitafio sobre tu obra?
Me quedo con esta: “No interesa el producto final de una obra, sino el proceso. Ese proceso es el arte”.

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