domingo, 15 de septiembre de 2019

Las minorías en el Cine Mexicano

texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ

Si bien en los últimos años, hablar de cine mexicano es hablar de altos números, tanto en producción y estreno de películas en salas de cine, que año con año van en aumento, así como de los altos números de espectadores y ganancias que han dejado en la taquilla nacional, y en algunas salas en Estados Unidos y Latinoamérica, haría bien hacer un balance de lo que en realidad esto significa, pues nos dejemos engañar por los números y el dinero: no siempre cantidad es calidad. Hoy día el cine mexicano está dividido en un sin fin de minorías que trataré de exponer en este texto.

Por una parte, está la cuestión del género. Si hoy día un género es sobreexplotado, y es el que le ha dado los altos números de ganancias al cine mexicano, el que hace que la mayoría de las personas se enfilen a ver una película mexicana al cine, esa es la comedia romántica. Este género que en diversas y diferentes etapas en la historia del cine ha sido prolífico y fundamental en el séptimo arte, hoy día es utilizado de manera más que atroz en la industria mexicana.

Para empezar a hablar de minorías dentro de minorías, se tendría que exponer la poca y casi nula creatividad que se tiene a la hora de escribir y hacer esta clase de películas, pues en su mayoría, muchas son adaptaciones de comedias originales de otros países, en los últimos dos años, más que nada películas chilenas. Además, hay que echarle también el ojo al asunto de los carteles promocionales, ya sabrán ustedes de lo que estoy hablando).

Adaptadas por directores al cine mexicano, dichas comedias han dado mucho qué desear, pues creen que el llenarlas sólo de chistes malos, misóginos y xenófobos la harán "divertida y dinámica"; nada más erróneo. Y uno comprende que el espectador promedio en el cine lo único que quiere es ver algo que se digiera fácil, que no le haga pensar y utilizar su atención, pues esta no es puesta a prueba para el arte, sino para llenarla de los problemas reales, pero es en el cine donde a través de tratamientos diferentes y propositivos uno puede encontrar esta distracción, fomentando verdaderos valores, y no sólo risas a raíz de la humillación de nosotros mismos, porque al final de cuentas, aunque no seamos enteramente conscientes del hecho, estas películas son el reflejo de nuestra sociedad y nosotros mismos en el mundo.


La exposición a otros géneros comercialmente hablando es prácticamente nula, quizá algo de cine de acción se hará, pero con propuesta muy pobre y de muy baja calidad en cuanto a su libreto y desarrollo de historia, una película de acción no es buena sólo porque haya choques, explosiones y balazos. Igual con el cine de terror, hay algunos esfuerzos en este género, pero igual, muy pocas películas se salvan, las demás creen que sólo con gritos y sobresaltos la gente en salas quedará conforme, dejando la historia de lado y sin argumentos y congruencia.

Todo lo demás en cuestión de géneros es muy poco explorado, quizá cineastas independientes y autorales han hecho sus esfuerzos tratando de plasmar historias diferentes con un trato narrativo diferente, pero volvemos a los mismos, son muy pocos los casos, y el tema de la exhibición ya lo tocaremos más adelante.

Tocado este punto vayamos a otra minoría sacada de la cuestión del género: los actores. En la mayoría de estas películas es muy común ver a los mismos actores en escena, es una recurrencia que bien podría ser insignificante si realmente se les viera en papeles diferentes, o en palabras contundentes: si se les viera actuar. Hay un desarrollo nulo de sus personajes, y eso es un problema que, si se le añade el pobre guion y el trato de un director cual melodrama barato de televisión (el tema de los directores en este tipo de películas bien podría tomarse como otra minoría) hacen que uno no vea en estas películas más que un ya no digamos trabajo, sino un producto de mercadotecnia vomitivo.

Otra minoría expuesta muy recurrentemente en esta clase de películas es la exposición que se hace de la clase alta mexicana, como se les tacha de intolerantes, clasistas, racistas y estúpidos, que al final tienen una especie de redención, luego de aprender la lección, sin más consecuencia a sus acciones y sus soluciones llenas de trampas y amaños "Made in México". Si me lo permiten, un abuso indefendible de la utilización de la fórmula y nada más alejado de la realidad, si bien no se puede generalizar nada, tampoco se puede decir que nada es falso, pero hay formas efectivas de retratarlo, cuando al cine se refiere.


Así como en lo comercial hay minorías muy marcadas para mal, en la propuesta autoral hay otras minorías que no son absolutamente denigrantes, pero que no dejan de ser minorías y que trataré de puntualizar a continuación. Para empezar, hablar de los directores que han trascendido las barreras de lo nacional y ya se encuentras trabajando en otras industrias: acá las minorías bien se podría reducir a tres hombres: "El Negro", Del Toro, y Cuarón.

Sin dar más detalle de su trabajo, y sabiendo que son creadores que luego de su ópera prima emigraron y se formaron en la gran industria hollywoodense, son el claro ejemplo que el ojo bien educado del mexicano en la industria es muy respetado, tanto comercialmente como críticamente. Sus colaboradores mexicanos también se pueden contar con las manos, tres cinefotógrafos: "El Chivo", Rodrigo Prieto y Diego García; este último si bien no ha trabajado con los directores mexicanos, ya está muy bien posicionado en el extranjero con un reconocimiento bastante consolidado por su trabajo.

Algunos actores, además de rentables, bien posicionados, recurrentes y reconocidos en todo el mundo, y otros que llegaron al cine internacional, pero sin mayor relevancia que su aparición en no más de un par de películas. Pero hablando de todo el mundo está la otra minoría de buenos directores: los de los festivales. Una lista de nombres muy pobre en número, pero no así en talento es la que integran personajes como Carlos Reygadas, Fernando Eimbcke, Amat Escalante, Alejandra Márquez Abella, Natalia Beristaín, Kyzza Terrazas, entre otros, que han logrado poner en importantes festivales tanto nacionales como extranjeros una mirada diferente de nuestro cine.

Esto al grado de llegar a ser reconocidos, pero que no pasa de ese reconocimiento, pues la exhibición que se les da a sus películas en los complejos de exhibición de cine en nuestro país el espacio si no es nulo, es limitado en tiempo y espacio, hablando nuevamente de minorías, como ya lo mencionaba arriba.


Otra minoría palpable es la que se acomete en la poca recurrencia de película que atañen problemas de la clase media y los grupos marginados en México, como lo pueden ser los pueblos indígenas, o las personas que sufren de pobreza extrema en el país, lo cual por desgracia esa no es una minoría. Aunque si hay algunas películas que retratan estos problemas, y estos grupos y las situaciones por las que pasan, pareciera que la mayoría de las historias se las llevan últimamente las películas de hombres exitosos, al menos en el ámbito comercial, en el cine independiente de autor hay esfuerzos contados y loables de esta clase de historias, pero la diferencia es grosera y abismal.

Y aun así, con los grandes números que nos dicen de las películas que se estrenan y producen hoy día en el país, la mayoría de los mexicanos no ven cine mexicano, porque por una parte las películas que llegan a todas las salas del país, que son las de más pobre propuesta, crean un estigma de que en México sólo se hace cine tonto, y si aunado a esto las pones a competir con todo el cine hollywoodense que siempre ocupará cerca del 90 por ciento de las salas, por muy malas que sean las producciones, hacen que el público en general no se tome la molestia de buscar una buena película mexicana.

Cuando por casualidad se llega a exhibir sólo una semana en su complejo más cercano, prefieren ver alguna película de superhéroes, o alguna tonta comedia norteamericana por el simple de que tiene más salas, más funciones, o sale algún actor conocido. Quizá este sería otro punto a considerar, la nula educación cinematográfica que tenemos culturalmente en nuestro país en el nivel básico escolar.

Si no fuera por espacios alternativos de exhibición, como cinetecas locales, festivales enfocados a la proyección de cine mexicano de calidad, salas independientes como Cine Tonalá, o ahora con CEDECINE, organización que integra a un gran número de cineclubes en todo el país, viene haciendo una gran labor en este ámbito; nuestro cine, el cine de calidad, el que no busca dinero, sino un enriquecimiento social, cultural, y de un lenguaje cinematográfico, y la formación de una industria cinematográfica sana y justa, sin políticos y empresarios de por medio, sino enfocada sólo para la expresión del arte como tal, sino fuera por estos esfuerzos pequeños, pero en conjunto y necesarios, nuestro buen cine mexicano sería prácticamente invisible, más de lo que ya es para la población en lo general; quizá dejaría de existir en nuestro país, por hablar de minorías.

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