martes, 2 de septiembre de 2014

La figura de "La Mujer del Puerto" en el cine mexicano

texto ANDREI MALDONADO

En ocasiones la línea que divide la ternura de la perversión es terriblemente delgada, casi invisible ¿qué hace que un hombre pase del repudio al deseo de protección de la mujer que ha sido alcanzada por la desgracia al grado de tener que vender su cuerpo por unas monedas? El cineasta duranguense Juan Antonio de la Riva nos ayuda a entender el papel que jugaron cintas como La Mujer del Puerto en la construcción de esta visión en el cine nacional. “Todas las películas de prostitutas son un melodrama en donde la protagonista sufre una especie de calvario, castigo y redención, y esta va a ser una figura recurrente en el cine nacional. Si se da una lectura por sexenios la época en donde va a proliferar más el cine de rumberas, que es otra variante de las prostitutas, es en el sexenio de Miguel Alemán y después en el de López Portillo con el cine de ficheras, dos sexenios muy corruptos. Eso lo dejo a la interpretación”.

¿De dónde surge este romance del artista con la mujer que no se puede redimir?
“Es una idealización, un romance decimonónico entre lo pecaminoso de los placeres que una esposa ‘convencional’ no puede ofrecer pero que sí una mujer de la vida libre. De ahí a la idealización o al romance solo hay un paso. Hay ejemplos en la literatura como La dama de las camelias de Alejandro Dumas, donde la protagonista es una cortesana que se enamora de un hombre y del padre de éste”.

¿Se ha perdido esta figura en el cine nacional?
“En efecto, ha habido una pérdida. Quizá la última película que toca este tema, aunque con un contexto diferente, el de los migrantes, sea La vida precoz y breve de Sabina Rivas. Quizá los jóvenes de hoy ya no van a los prostíbulos como los cineastas y escritores de antes. Era un ámbito de iniciación para muchas generaciones. La música está llena de personajes que vivieron en estos lugares como Álvaro Carrillo, Agustín Lara o José Alfredo Jiménez. Las ciudades provincianas como Durango tenían prostíbulos donde los hombres podían ir porque era parte de su rol en la sociedad”.

Hablaba de la influencia de la literatura…
“Así es. En La mujer del puerto son dos cuentos, Natasha, de Leon Tolstoi, y El puerto, de Guy de Maupassant, perfectamente adaptados. La cinematografía nacional y mundial se ha nutrido siempre de la literatura, porque al igual que esta el cine es un arte narrativo, ya que nos cuenta historias, acciones y sucesos que le ocurren a personajes. Cientos deben ser las adaptaciones que existen en la historia del cine”.

¿Qué tanto se ha enriquecido el cine nacional con el trabajo de cineastas extranjeros?
“Mucho, no debemos ser chovinistas en ese sentido. Antes de Arcady Boytler (director de La Mujer del puerto) estuvo el soviético Sergei Eisenstein trabajando con el proyecto que nunca terminó, ¡Que viva México!, que años después se estrenó con el material rescatado que circuló incluso de manera clandestina pero que marcó el trabajo de personajes como Emilio Fernández y Gabriel Figueroa. Por ahí está Norman Foster, director de una tercera versión de Santa. El año pasado el Ariel lo ganó un español, Diego Quemada-Diez, con La jaula de oro, y no podemos olvidar a Buñuel, que es el más representativo de todos por la forma en que asumió hacer cine mexicano sin dejar de lado su sello. Es mucho el aprendizaje que se toma de la técnica y la narrativa de estos cineastas extranjeros”.

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