miércoles, 7 de abril de 2021

El súper 8 en Durango: el poder del cuarto cine

texto ANDREI MALDONADO foto ARCHIVO

Se le llamó el “Cuarto Cine” y nació como una respuesta de los jóvenes que, interesados en capturar su realidad, tomaron las cámaras caseras que desde la década de los 50´s se utilizaban para retratar momentos familiares. Cámaras y películas relativamente económicas y accesibles para cualquiera llegaron a las manos de una juventud que crecía en medio de movimientos políticos y sociales que reclamaban su intervención, su visión.

El formato Súper 8 fue el que permitió que estas juventudes filmaran acontecimientos que la televisión y la prensa no relataban. En México fueron, primordialmente, hechos como las manifestaciones estudiantiles de 1968 en la Ciudad de México, pero pronto los estudiantes de todo el país salían con sus cámaras como un arma más contra la violencia y la intolerancia de las autoridades, a filmar “su” realidad.

En Durango la efervescencia que las grandes producciones norteamericanas ocasionaban en la sociedad influyó en que, además de filmar documentales y cortos experimentales de denuncia política, los jóvenes también soñaran con hacer ficción y películas de temática diversa, con la esperanza -en algunos- de saltar a la gran pantalla algún día y ser tan famosos como las estrellas que, casi a diario, se paseaban por las calles de la ciudad.

Los “superocheros”, como fueron conocidos, filmaron casi de todo. Desde historias claramente influenciadas por el neorrealismo italiano, hasta parodias del cine de luchadores, pasando por la vanguardia, el documental y hasta el cine de animación. Nombres como Juan Antonio de la Riva, José Roberto Carlos Majul, Edgar Mijares y Alberto Tejada, entre muchos otros, obtuvieron resonancia tanto dentro del territorio estatal como fuera de él.

El Movimiento Súper 8 en Durango alcanzó tanta importancia que llegó a ser tema de estudio por otros hacedores del cuarto cine como Paco Ignacio Taibo II, y que llegó a exhibirse en muestras nacionales organizadas junto a superocheros de otros estados; muchos de estos trabajos se perdieron, y se sabe de ellos gracias a la labor de historiadores y cronistas contemporáneos como Antonio Avitia Hernández, Sergio García y Alberto Tejada.

En Cinéfagos consideramos primordial que el legado de estos grandes hacedores perdure, por lo que a manera de un sencillo homenaje les traemos el siguiente especial con los nombres más importantes de la generación superochera, tratando de abarcar lo más relevante de la filmografía lograda de 1967 a 1983. 

Gran parte de este texto se debe a los datos obtenidos en libros como “La leyenda de Movieland”, “Hacia el cuarto cine” y “Glosario del cine independiente en Durango”, de los autores antes mencionados, al igual que de la charla en torno al tema que se tuvo en el octavo Festival del Nuevo Cine Mexicano y las propias conversaciones que se han tenido -de manera física o virtual- con los cineastas duranguenses. Así mismo, el archivo fotográfico que compartimos en estas páginas fue tomado de material fotografiado o compartido en redes por el superochero José Roberto Carlos Majul.

Alberto Tejada Andrade

Alberto Tejada inició la filmografía en súper ocho en Durango con su cortometraje Deploración, en 1971. Le siguió, en 1972, Los seres ignorados, Los peces grandes, Estudio #1 y Agonía en tres tiempos, siendo con este último con el que obtuvo sus primeros reconocimientos. En 1973 Tejada Andrade saltó al formato mediometraje, por medio del cual filmó Después de lo pasado, que también se llevó un premio nacional. Ese año realizó tres cortometrajes más: Estudio #2, La casa grande y Alfa Omega e Infinitum. 

Uno de los grandes reconocimientos del cine de Alberto Tejada es que creó la única saga de películas duranguenses de la que se tenga recuento. Su personaje paródico “Sancho, el enmascarado de lata”, inició su aventura cinematográfica en 1974 con Sancho, el enmascarado de lata vs el Doctor Poca Cola, en “live action”, y Sancho, el enmascarado de lata vs el Rey de los Sapos, en versión animada con marionetas. En 1977 apareció la secuela de la película original, Sancho, el enmascarado de lata vs la maldición del Doctor Poca Cola.

De 1974 también es el corto Sendero de ilusiones; de 1975 La cámara obscura y Los entes; de 1977 El canto del nonocordo, y de 1979 La mansión. En 1981 Alberto filmó La canción del crepúsculo y en 1983 Titania, siendo ese año en el que filmaría también el western Hubo una vez en Chupaderos, en codirección con Carlos Luján y Roberto Majul. Su filmografía se cierra en 1983 con Intro. Alberto además se destacó en distintas áreas de producción (incluso la actuación) en películas de la “big industry” filmadas en Durango.

Edgar Mijares Valles

Aunque ya había aportado desde 1971 su talento a otros directores como guionista y actor, fue hasta 1973 que Edgar Mijares debutó como director con Instantánea vespertina y Duelo, y en 1974 La muñeca fea; ambos trabajos le valieron sendos premios nacionales. En 1976 Mijares Valles ganó nuevamente un premio nacional con su primer largometraje: Intervista Rojo. Intervista Azul.

Desafortunadamente, la carrera de Mijares Valles, que apuntaba a ser de un éxito sin precedentes, se vio truncada por su prematura muerte en el año 1977. De Edgar también destaca su participación como actor en La muerte de un cascajo, del capitalino Sergio García, cinta que nunca fue concluida.

Juan Antonio de la Riva

El que se convertiría en uno de los cineastas más exitosos que ha dado el estado de Durango, comenzó su carrera como superochero en 1972 con el vanguardista corto Como un sueño corto en una idea exageradamente imaginada, el cual le otorgó el primer premio nacional para un trabajo dirigido por un duranguense. Ese mismo año trabajó con Alberto Tejada en Manifestación del 10 de junio, y con Edgar Mijares en Damián N. 9 años.

De la Riva continuó haciendo documentales de corte social en el 72 con trabajos como Charros, Charros, Durango. Dos de octubre y La pregunta; mientras que en 1973 filmó División del norte, colonia proletaria. En 1977 se enroló en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), pero regresó a Durango para realizar La sucesión de los fotogramas, con actuación de Edgar Mijares, y un año después de la muerte de este proyectó el documental póstumo Elegía.

En 1979 Juan Antonio presentó su tesis del CCC Polvo vencedor del sol, el cual, además de haber sido uno de los causales que evitó el cierre de la escuela, fue el primer cortometraje duranguense que ganó un premio internacional, además de ser merecedor al premio Ariel. Posteriormente el oriundo de San Miguel de Cruces comenzó la producción de su primer largometraje ya de manera profesional en la industria del cine mexicano: Vidas Errantes.

Humberto Martínez Mijares

Inició su carrera de forma completamente independiente en 1974 con seis cortos: El duelo, Faltando tres minutos, El inspector Lombrizín, Ser de otro mundo, Amigo verdadero y Tres vagos sin retorno. En 1976 Humberto Martínez produjo su primer largometraje: Persecución mortal, al que le siguió un segundo trabajo de largo aliento en 1979, titulado Amigo. Después de ello fundó la PROFILDU, con la cual realizó varios largometrajes profesionales, siendo el primero Fuga Indomable, en 1981, pero estrenada hasta 1985, año en el que obtuvo el Ariel a Mejor Ópera Prima.

José Roberto Carlos Majul

Uno de los superocheros más activos fue sin duda José Roberto Carlos Majul, con hasta cinco cortometrajes producidos cada año, siendo en varios el único cineasta duranguense activo. Comenzó su prolífica carrera en 1972 con Casas de cartón. En 1974 realizó El maíz a la espiga, el trigo a la mazorca, y en 1975 El juguete fantoche. 1976 resultó ser un año muy activo para Majul: produjo Ser (el parto), Jaque, Manzana y Esos raros días.

En 1977 realizó Tapicería, y en 1978 Domingo, Pájaro de madera, Mercado y Testimonio, su primer largometraje. Para 1980 el también fotógrafo estrenó La película más larga jamás filmada y El huevito feo, este un trabajo animado de marionetas. Al año siguiente José Roberto filmó Matatías, Por el placer de ser, Mil centímetros cúbicos, Esos fantásticos soñadores con sus máquinas fumadoras e Invocación, que tendría su “remake” en 2015.

Ya para 1983 Majul era de los pocos superocheros que no cesaba en su amplia producción de cortometrajes, filmando ese año Durazno, el infierno de todos tan temido, y Espero no volverte a ver jamás. En 1983 el aún activo cineasta se convirtió en el único superochero, el mismo que le tocó cerrar este movimiento tan importante en el norte del país con tres documentales: Jorge Caballero, Ojuela y Mapimí y Mohovano, el último corto en súper 8.

Otros superocheros de renombre

Aunque la lista de realizadores de súper 8 en Durango fue bastante amplia, con directores que solo tuvieron un trabajo documentado, destacan algunos nombres relevantes además de los ya mencionados. Por ejemplo se encuentra entre ellos Carlos Luján, que inició su carrera en 1973 con La Verdad. Le siguieron El velorio y Decir un sí, decir un no, como decir un algo, de 1974; Esas noches, en 1981, y Jacinta, en 1982, además de Hubo una vez en Chupaderos, junto a José Roberto Carlos Majul y Alberto Tejada Andrade.

Juan José Reyes Valenzuela hizo su aparición en 1974 con Vuelta a la Tierra; posteriormente realizó El rompecabezas, en 1975; Silencio por favor y Sinfonía para un solo llegaron en 1976; por su parte Antonio Pescador dirigió El fin de la ley y En el año de… en 1973; mientras que Santos Salas Mata hizo los documentales Los huicholes de Durango y Los tepehuanos de Durango, en 1975.

Levantando la mano por las mujeres se encuentra Norma Ventura Pulido con Pensamiento uno diez hasta infinito, de 1973, y Mujer con forma de flor, de 1976, con el cual obtuvo el primer lugar del concurso de cine experimental convocado por la FEUD. A decir de los propios directores, los pocos títulos dirigidos por mujeres se debe, mayormente, a que ellas preferían estar en otras áreas de la producción, como fotografía, maquillaje y guion.

El legado del Súper 8

El Movimiento Súper 8 en Durango tuvo un fin más social y de escuela que de industria. A través de trabajos vanguardistas los nobeles directores buscaban aprender sobre cómo hacer tomas, experimentar en el montaje y buscar nuevas formas de producción, venciendo al poco o nulo presupuesto con el que contaban para llevarlo a cabo. Muchos de los trabajos efectuados tuvieron también como fin ser un medio de denuncia social o retrato de la condición del Durango de aquellos tiempos, por lo que eran producidos con el único fin de ser vistos por aquellos a los que iban dirigidos, algo que se ve poco hoy en día.

Resulta primordial que los nuevos realizadores duranguenses conozcan este periodo de la historia del cine hecho en Durango, ya que en la actualidad el amplio número de festivales y la facilidad de difundir los trabajos en streaming están creando un nuevo movimiento cinematográfico en el estado, que bien podría alcanzar proporciones iguales o superiores al súper 8 en los setentas.

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