sábado, 1 de junio de 2019

La mirada de Bresson

texto JUAN JOSE ANTUNA ORTIZ

Robert Bresson es uno de los grandes directores en la historia del cine, ya no digamos de una época como la posguerra o de un país como Francia, rico y prolifero en la historia de la cinematografía (además de ser el país en que se creó el cine). El cine de Robert Bresson es uno de los pilares fundamentales para ver el cine que hoy día vemos, uno de los mayores exponentes en la historia.

Pero, ¿qué tiene de distintivo su cine? ¿Qué lo hace tan especial? ¿Qué lo hace diferente? Corrijo lo último: ¿Qué hizo Bresson con su cine para que grandes directores como Haneke, Tarkovski, Ozon, Schrader o Godard lo mencionaran como una de sus grandes referencias? Ahora lo expongo.
Bresson es el heredero por tiempo y derecho de los grandes realizadores franceses como Jean Renoir, Jean Cocteau, Jean Vigo y René Clair. Su cine refleja en primera instancia lo real, deja de lado lo que los franceses habrían hecho en la mayoría en los años veintes y treintas: historias llenas de fantasía y surrealismo en primera instancia; ya cerca de los años cuarenta se tornó a una condición más realista, cosa que seguiría Bresson con su filmografía.

Pero el realismo en el cine de Bresson es parco, tan natural como las emociones de sus personajes, personajes por lo general jóvenes, confundidos, callados, inexpresivos salvo con la mirada, una mirada tan pura como vibrante; vemos a través de sus ojos todas las emociones humanas, vemos la pena, la alegría, el dolor, la desesperación, pero jamás en un tono de exageración, son tan naturales porque sus personajes son reales: sus personajes generalmente no son interpretados por actores profesionales.

Si bien muchos de estos después hicieron una carrera dentro de la actuación, Bresson los descubrió desde una esencia limpia, pura, virgen; Bresson vio lo hermoso en sus miradas, la naturalidad que se podría representar, una natural que el actor profesional ya no puede tener. La naturalidad que se requiere para sentir otro factor y denominador común en su cine: la necesidad de libertad, el anhelo por tenerla, y esto quizá se deba a una cuestión más personal del realizador francés.

Era un hombre que no hablaba mucho sobre su obra, le incomodaba mucho dar entrevistas, por lo general no lo hacía porque estas le quitaban tiempo valioso en el que podía estar escribiendo o filmando. Sus películas se llevaban mucho tiempo, era un hombre que trabajaba con guiones basados generalmente en grandes obras literarias, pero nunca se ataba a este, él mismo solía decir que no sabía lo que haría al día siguiente mientras estaba filmando, lo sabría hasta llegar al lugar.

Robert Bresson estuvo más de un año en un campo de concentración cuando recién se detonó la Segunda Guerra Mundial, una vez que los alemanes ocuparon París. Bresson experimentó de primera mano lo que su generación vivió no sólo con el aislamiento obligado, sino con la represión intelectual; vio a la juventud de su país ver truncados sus sueños y como los traumas provocados por las guerras los hicieron ser en gran medida seres que estaban en constante búsqueda, algunos encontraron refugio en el arte, otros lo buscaron en el libertinaje, en las drogas, para al final encontrar su salvación en el suicidio.


No es coincidencia que su etapa más prolífera fue justo con sus filmes de la posguerra de la década de los cincuenta y sesenta, su etapa en blanco y negro; ya en los setenta, si bien sus películas a color no son consideradas obras maestras como las anteriores, si vienen a enriquecer su obra como autor. Pero no es la única condición que separa a su filmografía la mencionada, su primera etapa narra historias de jóvenes en escenarios rurales, lo que Bresson conocía hasta ese entonces, además fungía perfectamente para aunar más su filosofía de una austeridad necesaria para fijar nuestra vista en lo invisible que no debía serlo: el invisible valor de las cosas sin valor.

Su segunda etapa comprende historias contadas en la ciudad, en la gran urbe, pero no hay que ser un gran especialista para darse cuenta que las historias en cierta medida son las mismas. En todos sus personajes sienten una especie de represión, de una u otra manera se sentían aislados del resto, algunos en un sentido más literal, otros en un sentido figurado. En apariencia las tramas de muchas de las historias de sus películas son regidas por un azar falso, y digo falso porque todo lo que se desarrolla en cada una de las películas son consecuencias de las acciones de los personajes, ya sea por voluntad de los principales, o las acciones atroces de secundarios, como lo dicta la historia misma universal.

Características y sellos propios de su filmografía como una importancia de contar parte de la trama de manera epistolar, dictar el camino cada vez que algo está a punto de ocurrir y que cambiará todo sin seguir a nuestro personaje y sus miradas, sino a sus pies, o estos personajes que como ya lo he mencionado, hablan más para ellos mismos que para los demás, que sólo se expresan con la mirada que es igual la representación de una mirada parca, pero pulcra a la hora de juzgar al resto, al normal y la poca atención que pone a las cosas importantes que pasaron y que pasan, las miradas de sus personajes reprimidos, oprimidos y silenciosos, son la mirada misma de Bresson.

Otro sello de su cine es lo poco que se hace valer de escenarios naturales, nada artificioso, hace que uno se involucre aún más con la historia, como ya lo mencioné. Pocos diálogos y muchos silencios transmiten mucho, aunado a la poca música de la que echa mano pero que es de primer corte, lo hace un narrador nato, un autor como muy pocos.

Su versatilidad y su buen manejo de dirección y narración hacían que con una escena de segundos nos pusieran en perspectiva de lo que el personaje principal había pasado en un largo lapso de tiempo, no nos da toda la historia lineal, ni nos da la sopa en la boca, no nos da cosas por sentado. En sus distintivos y firmas de autor en cada una de sus películas se hace más fácil distinguir la esencia pura de su obra, la premisa del cine de Bresson: menos, es más.

Donde el ser humano no necesita de mucho para poder encontrarse, una búsqueda interminable del ser, de un ideal, una búsqueda que pareciera ser más difícil para los excluidos. La obra de Bresson es el estado ascético y en parte nihilista de la vida, de sus personajes, y de su cine que no pretende hacer que entendamos la vida, sino que simplemente aprendamos a sentir sin necesidad de trucos, exageraciones o excesos.

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