texto NIKTHYA GONZÁLEZ HERRERA
“Las películas solían ser un reflejo de la realidad, su objetivo era contar historias reales, cotidianas. ¿Creen que las películas aún cuentan cosas reales?” preguntó una vez uno de los maestros que tuve en mis primeros semestres de universidad. Mis compañeros negaron de inmediato, por diferentes razones: porque hay películas de fantasía, sobre criaturas, cosas y lugares que no existen. Porque todos los personajes son ficticios; porque no existió un Jack Dawson que sacrificara su vida para que Rose pudiera salvarse cuando se hundió el Titanic. Porque incluso las películas de biografías distorsionan hechos para su beneficio.
Porque cuando alguien está sufriendo y llorando no empieza automáticamente a llover. Porque nunca hay números musicales perfectamente sincronizados y donde todos se sepan la canción, de forma orgánica. Porque los buenos no tienen oportunidad de decir frases ingeniosas o sarcásticas antes de atacar a un malo. Porque el mal frecuentemente gana. Porque ningún peleador por excelente que sea, puede contra cien ninjas armados. Porque el chico guapo y popular no se queda con la chica nerd.
Sin embargo, tal vez solamente no suceda en nuestra propia realidad. Tal vez hay una realidad en donde todas esas cosas sí suceden, tal vez en alguna el Titanic no se hundió. Tal vez hay una realidad en la que ni siquiera se inventó el cinematógrafo y las películas no existen. Tal vez nuestra realidad está diseñada por alguien a quien no le gustan los números musicales repentinos, ni los poderes mágicos. Tal vez solo somos un experimento, tal vez ni siquiera existimos ¿cómo podemos saber que todo lo que vemos y sentimos es real?
En 1969 Philip K. Dick publicó el libro “Ubik”, en donde sus personajes están metidos en una enredada situación que comienza a hacerlos dudar sobre si su jefe en realidad está muerto o si son ellos quienes lo están. Una lata de pintura es el objeto central de esta historia de ciencia ficción que al final pone en duda la misma existencia del lector.
Esta novela y, siendo honestos, algo de LSD, fue lo que inspiró a Mario Abraham Soria Vargas a escribir Antes de que lleguemos al clímax, uno de los films seleccionados para el Festival de Nuevo Cine Mexicano de Durango, que aborda el planteamiento metafísico de dudar de la realidad. “El cortometraje termina siendo una comedia sobre eso. Lo veo de alguna manera como una comedia hipócrita”, comenta Abraham.
El proceso de creación de todo el cortometraje, incluyendo post producción, fue de unos seis meses en total. Sin embargo, desde el inicio el director, guionista, fotógrafo y editor, estaba seguro que quería a Gilberto Alanís como su protagonista, pues es un actor con escuela y técnica que lo respaldan. Fabio Ramos llevó un proceso de pruebas y trabajo “Más que nada por el rollo de la química entre los dos personajes principales”.
Mientras el personaje de la chica lo tenía pensado para Ruth Luján, con quien trabajó previamente en un proyecto experimental que aún no ha publicado. “Ella es de retos” explicó Abraham. “Tengo un par de cosas con ella. Es más modelo que actriz. Sus temáticas siempre son de brujería o terror”. Finalmente, Carlos Villareal fue elegido mediante un proceso de casting.
Todos estos actores, se unen en la historia que presenta el director lagunero, en donde unos amigos están reunidos en la sala, fumando y platicando trivialidades, hasta que uno de ellos se pregunta qué sucedería si fueran personajes de una historia. El discurso es acompañado por imágenes que ayudan a ilustrarlo, y parece una línea fácil de seguir, pero se rompe por completo cuando aparece una mujer. Una mujer con los ojos vendados que gime desesperada en una habitación.
Proveniente de La Laguna, Abraham Soria es un realizador de producciones audiovisuales que se mantiene activo realizando proyectos constantemente y se interesa mucho por dar a conocer el talento duranguense, sobre todo en la región Laguna, pues es originario del municipio de Lerdo.
El cine le gusta desde que tiene memoria y está en proceso de comenzar una asociación civil que apoye precisamente el arte local. Su consejo para todos lo que también quieren contar historias mediante el cine o cortometrajes es no limitarse, “ni a los recursos ni a las ideas. A veces se quiere contar una historia, a veces una idea o solo un sentimiento. El cine es una vía para muchas cosas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario