jueves, 1 de marzo de 2018

Coco: Al amor ni la muerte le gana

por ANDREI MALDONADO

Existen muchas singularidades que hacen de México un pueblo excepcional. Su música, su gastronomía, sus paisajes, sus personajes, lo vuelve un país multicultural. Pero sin duda alguna un rasgo que nos hace únicos ante el resto del mundo es la celebración de los muertos, a tal grado que artistas de la talla del cineasta Sergei Eisenstein no pudieron dejar de hablar de ello en sus obras.

El Día de Muertos ya había quedado reflejado en otras cintas extranjeras como 007 Spectre o El libro de la vida, película de animación producida por Guillermo del Toro; y en cintas mexicanas como la también animada Día de Muertos, cuyo estreno está todavía pendiente. Sin embargo el gran mérito de Coco, entre muchos otros, es que a través del monstruo distribuidor que es Disney esta tradición tan mexicana está llegando a todos los confines del planeta.

La cinta, la cual es la primera de Disney que se estrena primero en México que en Estados Unidos, es un homenaje no solo a la festividad de los muertos, sino a la mexicanidad en sí, pues más allá del gran equipo de animadores con los que cuenta Pixar (hablar de ello como una cualidad de la película parece redundante) el saber retratar detalles como la arquitectura colonial, los techos de lámina o hasta los panes que compramos en las tiendas (en una escena se aprecia un ‘cortadillo’ y una conchita) hacen de Coco un relato afable y cercano.

Hablamos de un trabajo argumental y narrativo muy maduro para una película animada que pareciera más destinada para disfrute de los padres que para los niños, pues está presente la nostalgia por las personas que se nos han adelantado en el camino, una nostalgia de la cual sólo se es consciente en la madurez; la figura de Mamá Coco es elemental, pues es la abuela que toda familia mexicana tiene y que se vuelve básica en la película que incluso ésta lleva su nombre.

Además de las referencias directas a personajes emblemáticos de nuestra sociedad (Frida Kahlo, Pedro Infante, Jorge Negrete) está la referencia al “charro cantor” tan del Cine de Oro con el personaje de Ernesto de la Cruz, los alebrijes, los animales sagrados para las culturas primigenias como el jaguar y los xoloitzcuintles, el papel picado, la sacralidad del cempasúchil, “La llorona” y sobre todo la unidad familiar, esa que ni la muerte vence, pues cada 2 de noviembre vivos y muertos conviven como unos solos.

Gran acierto ha sido también el tema del doblaje. Que además de expertos en esta rama como Víctor Trujillo, Andrés Bustamante, Angélica Vale y Angélica María hayan participado actores de renombre como Cecilia Suárez, Gael García Bernal, Ana de la Reguera y Héctor Bonilla hace que el público se sienta cercano en el lenguaje y en la forma de utilizarlo.

Qué decir de la integración al elenco de voces de personajes de la literatura, la música y el dibujo como Marco Antonio Solís, Elena Poniatowska, Xabier López “Chabelo”, Alex Lora, Juan Villoro, Cecilia Toussaint, Trino, entre otros, y sobre todo la fresca, joven y natural voz del protagonista, brindada por el niño Luis Ángel Gómez. Si a eso sumamos la bella canción “Recuérdame” tenemos como resultado una película redonda, bella y total.

Cada elemento tanto visual como de la psicología de los personajes convierten a Coco en un verdadero homenaje a lo que es México, a su cultura, y se aleja al cliché al que siempre se nos somete como mexicanos desde la visión extranjera, sobre todo desde la visión de Hollywood. Que haya sido realizada por el estudio norteamericano más poderoso justo en tiempos de los muros y los discursos de odio es bastante loable y la convierten en una película extraordinaria.

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