texto y fotografía ANDREI MALDONADO
Conocí a Heidy Cásarez un 17 de junio de 2011, hace poco más de seis años ¿Por qué memoricé la fecha? Porque ella fue quizá la primera persona que me enseñó a entender el cine como un ser pensante, deseante, amante. Un ente de vida el cual nos alimenta y a su vez hay que alimentarlo. Porque ese día, en medio de un seminario de arte, aprendí de Tornatore, de Wells, de Lynch, de Kubrick y de Hitchcock. Aprendí a ser un cinéfago.
Heidy Cásarez es licenciada en Letras, máster en Filosofía e Historia de las Ideas, con estudios especializados en cine (guion, dirección de arte y producción) así como en arte moderno y contemporáneo, lo que le permite desenvolverse en la cátedra cinematográfica desde la perspectiva de la literatura, las bellas artes y la filosofía, con una sensibilidad especial hacia la constitución sonora de las películas, aunque más bien de la vida misma.
Ex directora de Cineteca Zacatecas, se ha desempeñado de forma extraordinaria como catedrática, pero también como creadora multidisciplinaria. Se ha dedicado por igual a los performance como a la literatura por medio de la poesía, la cual ha extendido hacia la música; y la narrativa, donde ha recibido reconocimientos por sus creaciones que, dicho sea de paso, le han servido de excusa para crear guiones cinematográficos y conceptos musicales.
Otra área en la que se ha desempeñado fluidamente ha sido la curaduría de muestras cinematográficas y exposiciones visuales, la crítica, la comunicación social, el periodismo. Ha dejado presente su trabajo en nuestro (y suyo también) Durango, así como en Zacatecas, Aguascalientes, Ciudad de México, entre muchas otras ciudades del país y en naciones como Venezuela, Cuba, Colombia, Chile y Argentina, sólo por mencionar algunas.
Hablar de ella a través de trabajos destacados lo considero tratar de condesar lo inmenso en lo mínimo, sin embargo destaco por sobre todo su cuento “Ojos que se van, que no regresan”, mismo que posteriormente se convirtió en el guion de “Debieron ser los cuervos”, ambicioso proyecto cinematográfico; así mismo su trabajo literario para “Insaboro sosiego de la misma luna”, de Ziguryha, y “Pequeñas Hiroshimas” de A Shelter in the Desert.
Pero este trabajo no trata ser una semblanza o un mero currículum profesional. Intenta ser un pequeño homenaje a una de las personas responsables en forjar en mí el gusto por el cine. A través de sus enseñanzas he conocido películas, cineastas, músicos, escritores, paisajes y personas que seguramente sin ella no hubiera conocido. Sin ella estaría lejos de intentar hacer cine, no habría creado una muestra fílmica y esta revista tampoco existiría.
Pensé durante mucho tiempo rendirle un debido homenaje en Cinéfagos (término que ella mismo me enseñó), pues a través de la pantalla ya lo hice –o al menos lo intenté- por medio del cortometraje Cenicienta Rota (2013), el cual es una adaptación de un texto suyo homónimo publicado hace algunos años en la revista Grita Fuerte en la Ciudad de México, el cual sin duda alguna forma un antes y un después en mis intentos por hacer eso que llaman cine.
Claro que podía hacerse por medio de la manera más sencilla, una entrevista, pero creo que lo sencillo no se me da muy bien ¿O será que simplemente me gusta complicarme la vida? La verdad es que quería hacer evidente que si el público espectador en una sala o los lectores de esta edición en algún momento reconocen en mí algo digno de mencionar sepan que nada de eso me pertenece, pues se lo debo entero a sus lecciones no de cine, de vida.
Para no hacer demasiado extenso este relato y empezar a perderme en ideas que fluctúan más rápido que mis dedos frente al teclado cerraré esta pequeña reseña reconociendo la enorme trayectoria de Heidy Cásarez, su gran capacidad e inteligencia y su inconmensurable talento, pero ante todo su extensa e inalcanzable calidad humana, misma que le ha permitido ganarse un lugar en el corazón de quienes hemos tenido el honor de coincidir con ella.
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