texto LUIS ABEL CHÁVEZ
fotografía principal ARCHIVO
fotografía complementaria ANDREI MALDONADO
Miguel Vallebueno Garcinava, apasionado investigador, incansable promotor de la historia y la cultura, prestigiado historiador del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez del Estado de Durango, nos relata sus recuerdos y anécdotas de la época dorada de las salas cinematográficas y el significado cultural para quienes vivieron ese esplendor.
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En general la historia del Siglo XX de Durango no se ha escrito, ni siquiera las grandes épocas desde la perspectiva de la economía, de los grandes momentos históricos de nuestro estado, mucho menos los de la vida cotidiana y social. Considero que es una de las tareas pendientes para los historiadores de los próximos años. Afortunadamente para nosotros está muy documentada esta época porque está marcada por los periódicos, como en la hemeroteca se conserva todo este material, es fácil reconstruir la historia social de Durango.
El cine era desde mi niñez el espectáculo más importante de la ciudad, había mucha afluencia entre semana, no se diga en fin de semana, especialmente el domingo. Era toda una ritualidad social muy propia del Siglo XX porque realmente la podemos enmarcar en esa época. La afición era impresionante, en los estrenos o lo que en aquella época se le llamaba avant-première, se llenaban las salas, se hacían largas filas para poder entrar; alcanzar boleto en determinada función a veces se volvía una tarea muy complicada, se tenía que esperar a la siguiente.
Esto implica, pues, todo ese vaivén de una ciudad chica, porque Durango tendría unos 150 mil habitantes en aquella época, todo mundo se conocía. Ir al cine era, además, un acto social interesante; en la mañana se iba a la iglesia, la gente se saludaba y por la tarde se volvían a saludar en el cine. Entonces esto era toda una interacción social. Los cines que tuvieron la primera época de auge en los años 20’s y 30’s del siglo pasado fueron el Cine Imperio, el Teatro Victoria (convertido en cine) y el Principal (hoy Teatro Ricardo Castro); años después se fueron a menos, la ciudad dio pauta al surgimiento de nuevos cines como el Durango.
Los cines antiguos, el Imperio y el Victoria, de alguna manera fueron toda una institución en la ciudad porque en sus salas se proyectaron películas de la gran época del cine nacional, además de los estrenos hollywoodenses; esto de cierta manera dividió a los cinéfilos en dos grandes grupos, vamos a decirlo así, de la clase media hacia arriba gustaban de las películas norteamericanas, muy aficionados a las estrellas de Hollywood. Y el gran público que veía las películas del cine nacional y los actores como Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas, entre muchos otros que de alguna manera hacían la delicia de todo mundo.
Se podía ir al cine por un precio bastante bajo, desde uno hasta cuatro pesos por tres películas, desde las cuatro de la tarde hasta la noche. Existía además la matinée los domingos; para los niños era un pleno disfrute porque se veía cine desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde, y muchas veces después de la comida continuábamos con la función vespertina. De grandes éxitos de taquilla de Hollywood recuerdo la película Ben-Hur, de 1961. Fue todo un suceso en la ciudad, sobre todo por la temática cristiana, que, al ser Durango una ciudad muy religiosa, los filmes con temas bíblicos tenían muy buena acogida. Desde la cuaresma y durante Semana Santa existía una cierta restricción en la exhibición, solo podía verse cine estrictamente religioso.
Cada año se repetían las películas y la gente las volvía a ver. Recuerdo que mis tíos me hablaban de la película Lo que el viento se llevó como la gran película de todos los tiempos, que periódicamente se iba repitiendo. Tuve la oportunidad de verla después de varios años. Una de las películas que de alguna manera eran más difíciles desde el punto de vista de la moral cristiana de la sociedad de aquella época, puedo mencionar El Doctor Zhivago. Marcó una raya en el agua por el tema que aborda de una mujer que se relaciona con el amante de su propia madre. Romeo y Julieta, en los años 70’s, fue lo máximo en cuanto a cine de cierto atrevimiento. En cuanto al mexicano todas de las películas de Pedro Infante, desde mi perspectiva familiar, las más taquilleras y las que más gustaban en mi casa.
En la década de los 70´s se dio la costumbre de que los estudiantes en la tarde querían ir al cine gratis todos los días, entonces comenzaban en las escuelas a gritar “cine-bola”, se formaba el contingente de muchachos que salían desaforados de las instituciones para llegar corriendo a los cines. Lo que hacían los empleados o los dueños era permitir la entrada para evitar que rompieran los cristales de las puertas o algún otro acto vandálico. Quizás las autoridades universitarias ya tenían algún acuerdo, porque esto ocurría de dos a tres veces por semana. Entre semana ir al cine era en una gran costumbre, más si las películas eran de tipo “picante”, por llamarlo de alguna manera; los estudiantes asistían a ver este tipo de películas.
Un dato curioso es que mi tía María Luisa García Nava se afilió a un centro nacional para el buen cine, se llamaba CENCOS, no sé exactamente qué significan las siglas, pero a partir de eso se inició un programa de clasificación de películas; entonces la gente hablaba al número de la casa, que todavía es mi número de teléfono, llamaban un día antes o en la mañana para preguntar la clasificación de las películas que estaban en exhibición. Mi tía tenía una columna en el periódico que se llamaba “Desde mi butaca”, donde comentaba con sus ideas y con sus formas la película del día, qué le había parecido, y si la recomendaba. Era una forma también de publicidad para ir al cine; no fue la única, hubo otras personas más.
El Principal era el cine por excelencia, aunque poco viejo, luego el Cine Imperio (antes Teatro Imperio), con mobiliario y piso de madera, por lo que cuando uno entraba crujía; había quienes llegaban ya comenzada la película y a propósito pisaban fuerte para anunciar ese molesto “ya llegué”. El Alameda fue creado expresamente como un cine de clase popular a donde se daba cita la gente de las rancherías y los pueblos cercanos que venían a la ciudad en vehículo o en autobús exclusivamente a ver cine.
El Olímpico era un cine que no tenía ni siquiera butacas, los asientos eran simplemente tablones porque había sido la arena olímpica, luego fue habilitado como cine donde se proyectaban películas mexicanas “viejas” a blanco y negro. Se puede decir que el cine pasado de moda era el que proyectaba el Olímpico. El Cine Durango se inauguró hacia 1972. Fue todo un acontecimiento por la gran cantidad de espectadores que podía albergar en una sola función, pero con el tiempo y con el crecimiento demográfico fue insuficiente, por lo que otras salas fueron surgiendo para dar cabida a miles de cinéfilos. Fue el cine de lujo por muchos años.
El Dorado 70 se inauguró en 1971 con la película de El Profe, del cómico Mario Moreno “Cantinflas”; implicó la entrada de otras cadenas de cines, aparte de la Operadora de Teatros, que fue la que maneó los cines durante muchos años. Marcó la pauta de un cambio drástico en Durango; de hecho la década de los 70’s fue de muchos cambios, es el nuevo Durango más grande, más cosmopolita, es el fin de esa ciudad provinciana chiquita y de todos conocida que se abrió a los cambios de esa época.
La sala de arte de la Unión Ganadera, Cine Buñuel, fue abierta en los años setenta, una sala pequeña que exhibía películas de índole sexual: el cine de Emmanuelle, con la actriz Sylvia Kristel, que dejó a toda una generación “alebrestada”. Años después exhibía cine mexicano, las películas con la actriz Meche Carreño fueron las prohibidas de nuestra generación; la sociedad de aquellos tiempos reprobaba que se exhibieran esas películas, pero bueno, la doble moral duranguense, todo se podía, todo se hacía y tenía que seguir existiendo.
La Sala 2000, en el auditorio de ferrocarriles, llega en una época tardía, desde mi punto de vista, igual estuvo un cine que se hizo en la CTM: la Sala Silvestre Revueltas. Finalmente en la avenida 20 de Noviembre abrió sus puertas el Cine 2001, pero ya de menor cuantía, y el Insurgentes, por la calle Urrea, que ya prácticamente son de otra época muy diferente. El cine se aprestaba a toda la interacción social, desde el simple hecho de saludar o conocer gente, hasta el lugar de romance adonde se iba uno con la novia de “cachondeo”, que, era la palabra que se usaba en esa época, pues era lo que se hacía en el cine, definitivamente.
Una cosa interesante que valdría la pena también abundar es que se llevaban a cabo en algunas épocas crítica de cine, y se hacían cine-debates no solamente sobre los contenidos, sino también sobre los procesos de filmación, técnicos y de los grandes logros de gente como Alex Phillips y tantos grandes fotógrafos que venían a Durango en esa época “Hollywoodesca”. Es también otra gran parte de la historia de esta tierra, teníamos los duranguenses a gente de muy alto nivel artístico y técnico que venían constantemente, por ejemplo el señor Alex Phillips, que hizo muchos amigos aquí; él les enseñaba técnicas de cómo filmar; dejó muchos conocimientos a quienes les interesaba el cine.
Parte del ritual de ir al cine era preparar los alimentos y botanas que se metían de contrabando; llevábamos siempre un abrigo para poder esconder las cosas. Las semillas se comían al por mayor en todos los cines, quedaban atestados los pisos de cáscaras como evidencia que metíamos alimentos, prohibido por los cines. Afuera estaban los semilleros, ya cada quien tenía a sus propios conocidos que nos vendían una medida por cinco centavos.
La cartelera cinematográfica se publicaba en la avenida principal, 20 de Noviembre, ponían en el camellón unos letreros muy grandes que anunciaban las funciones principales del día; en la radio, en el noticiario matutino se anunciaba la cartelera cinematográfica, y en el periódico El Sol de Durango. Sí existía mucha difusión, pero la mejor forma era a través de las recomendaciones entre amigos de aquella pequeña ciudad con atmósfera pueblerina y amigable.
En el vestíbulo del Cine Durango, en oficinas públicas, en restaurantes y bares, podían verse fotografías enmarcadas con los autógrafos de las grandes estrellas del cine nacional y hollywoodense. En aquel entonces un autógrafo de cine era la gran maravilla, yo todavía tengo un libro de mi tía, precisamente esta cinéfila que lograba las firmas de muchas de las estrellas que deambulaban por las calles de la ciudad. Cada vez que los veíamos caminar por el centro corríamos para que nos firmaran un papelito. Todos esos detalles, ese contacto, influía en la gente para formar una cultura cinematográfica, éramos muy aficionados al cine, y aparte veíamos a los actores, actrices, directores, técnicos paseando por la ciudad.
Perdimos gran parte de nuestra cultura, después nos volvimos cultura de telenovela.
Con dramas como “El mártir del Gólgota” o “Viernes santo” la gente lloraba, era gente quizás más sencilla y todas las clases sociales sentían -o sentíamos quizás- más el cine; ahora somos más críticos, más separados del contexto de lo que éramos en aquella época. Había más convivencia dentro de las salas de cine, y eso que yo ya no me acuerdo de las salitas de cine mudo con pianola, eso no me tocó en mis épocas, pero sé que en la anterior generación también veían con añoranza cómo cambiaban los tiempos y las formas de ver cine.
La llegada de otras formas para ver cine en casa o en grupos pequeños acabó con aquellas convivencias sociales, la interrelación social que había en la ciudad se perdió. Es parte del mismo proceso de individualización que vamos experimentando dentro de la sociedad; creo que cada vez somos más aislados, más individualistas; se aprecia un Durango más impersonal. La sociedad se compone de dos bandos, los conocidos y los desconocidos, y son éstos los que han ganado más del noventa por ciento del terreno. Ese es el cambio fundamental que yo veo en estas décadas de cambio desde la extinción de los grandes cines.
De mis épocas de juventud la película Romeo y Julieta que hoy en día todo el mundo diría “¡que cursi!”, pero bueno, en un joven de esa época y de esa educación, esa se me hizo muy bonita, muy romántica, y, así del punto de vista terrible: La Choca. Fue la gran película de los jóvenes que se están haciendo hombres, como “el rito de iniciación”. Yo compré, afortunadamente para mí, el proyector del Cine Imperio, es de 1905, una verdadera joya que yo veo como algo simbólico o hasta sagrado, un gran recuerdo de aquellos tiempos.
No era el cine Durango el que tenía un mural de unos mineros adentro en una de sus paredes?
ResponderEliminarEse era el cine principal. Hoy teatro Ricardo Castro
Eliminar¿Y EL CINE NUEVA VISCAYA Y EL DE LOS MAESTROS UBICADO EN EL EXTREMO ORIENTE POR 20 DE NOVIEMBRE? ¿ON'TAN QUE NO LOS MIRO?
ResponderEliminarSI ACASO CONTESTAS PLIS HAZLO POR EL FEIS (kiko china) PUES ESTE CORREO ESTÁ FUERA DE SERVICIO. ciao.
y lo mismo con los cines gemelos ubicados en el interior de una plaza comercial frente a las torres por el rumbo del tecno ¿on'tan?
ResponderEliminarhay algunas impresiciones, te comento una: en el cine olímpico se alternaban las funciones de cine y las de lucha libre, de morrillo tuve la oportunidad de asistir a unas y otras.
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