martes, 22 de septiembre de 2015

Made in Bangkok: el viaje a ninguna parte

texto ANDREI MALDONADO

En muchas ocasiones los documentales nos muestran realidades ocultas, en otras las verdades que no queremos ver. En ese sentido las historias parecen ser contadas por un ojo entrometido que, a diferencia de la ficción, no es el de un dios todopoderoso, sino más bien la de un invitado incómodo, el primo raro que lleva su cámara a todas partes.

En ese sentido Made in Bangkok cumple, mas no encanta. El trabajo de Flavio Florencio deja ver un discurso que busca estar por encima de la técnica, el fondo sobre la forma. Una especie de suprarrealismo que no llega por gestarse y termina por ser simplemente un diario de viaje extendido a manera de película. Una especie de registro familiar proyectado en la pantalla grande.

Es un hecho que no todo es desacertado en esta película. Finalmente el director consigue, a través del proceso de reasignación de sexo al que se somete la protagonista, atrapar al espectador en una realidad que bien podría estar pasando alrededor suyo, pero que no ve o se niega a hacerlo. Bangkok podría ser la esquina de la próxima calle. Morgana podría ser cualquier habitante de la ciudad.

Pero más allá de la emorganamiento que puede provocar la simpática situación -pues a pesar de todo se llega a olvidar que hablamos de un procedimiento quirúrgico realmente invasivo- y que el largometraje cumple con un discurso contemporáneo, la forma se aleja mucho del lenguaje cinematográfico, abriendo la posibilidad de que cualquier viaje a la playa encuentre su propia trascendencia. Al final la Morgana del mundo real termina siendo más que la hecha en Bangkok.

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