por ERIC EDUARTE VILLA
Definitivamente habrá que establecer el género de la tragedia dentro de la cinematografía para clasificar muchas películas, entre ellas el más reciente film de Andrei Zvyagintsev, quien ya ha demostrado plasmar excelentes historias de este nuevo cine ruso que comienza a desplazarse a gran ritmo, con sus anteriores cintas Elena y su ópera prima El regreso.
Leviathan nos introduce en una atmósfera oscura dentro de la política y la Iglesia. Ambientada en la ciudad costera Pribrezhny, Andrei muestra una metáfora de libro de Job y de la criatura mítica Leviathan, donde ambos elementos se mezclan entre sí.
El director ha sabido utilizar uno de los pasajes del libro bíblico y lo representativo de esta serpiente de los océanos para crear una de las cintas de mayor polémica y llena de una imagen artística enmarcada por una fotografía grisácea y un azul melancólico que imprime la esencia trágica y dramática que viven los personajes.
De la corrupción dentro de la trama no es nada nuevo pero resulta impresionante saber que en todos los lugares que se pueda pensar sucede, aunque en el sistema ruso y de la desparecida unión soviética existen muchos capítulos incómodos y llenos de esa corrupción. “Todos somos culpables de algo” se dice en la película y es una verdad que no se puede negar, dejando a más de un espectador en reflexión sobre la cinta.
También toma la vertiente de la forma de la estructura del guión y de su deleite visual que no hace en ningún momento cansado a pesar de su lentitud que viene más a agradar que a desesperar, eso habla del excelente trabajo desde la escritura del mismo guión hasta la edición, demostrando que el cine ruso sigue dando frutos, enseñando y gustando como la ha sido desde hace tiempo.
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