texto ERIC EDUARTE VILLA
Huir para liberarse puede resultar. Todo depende a donde se desea ir. Escapar hacia el cine no es sinónimo de distraerse un par de horas, es quizá un lugar para renacer, para saber que todos los sueños son realizables. El paraíso no tiene que ser un mundo divino, basta con tener unos cuantos asientos en una sala oscura y una pantalla blanca lista para crear y descubrir en ella fantasía, universos bizarros, quimeras y emociones nunca sentidas por el hombre. El paraíso en un cinema.
El director italiano Giuseppe Tornatore nos heredó esta cinta entrañable, la cual toca la sensibilidad del espectador desde lo más puro que existe, el amor. Un drama que va desde la nostalgia hasta la tragedia, desde la felicidad de la infancia pasando por las tristezas y dudas de la juventud, llegando a las experiencias y omnisciencias de la adultez. Una evolución del protagonista del film, de Salvatore, conocido como Toto.
Una evolución que vemos en su infancia donde tiene su mayor ilusión, en una cabina de cine, junto a ese cinematógrafo ve proyectada su vida, su libertad. Sabe que cualquier sueño se cumple ahí. Descubre la comicidad de la tragedia en las escenas de cine mudo que se proyectan en el Paradiso, también ve que las personas se dejan de preocupar para reír, llorar y sorprenderse por un rato mientras las luces permanecen en silencio. En su juventud descubre a través de la lente de su cámara de 8 mm la belleza de Helena, un segundo amor con quien compartir sus días.
Pero como toda travesura tiene un cómplice, esa complicidad la obtuvo en Alfredo, su más fiel compañero desde que de chico jugaba por todo el cinema. Ese viejo no sólo fue su amigo, de alguna manera fue su padre. Le enseñaba y regalaba cada uno de los caprichos que Toto le pedía; como a maniobrar y echar andar la máquina del Paradiso, y esos fotogramas del celuloide que para el mismo Salvatore no sólo era un juguete sino que representaban el tesoro donde toda la vida y su mundo se guardaban ahí. Alfredo sin duda marcó el film de Tornatore más allá de su protagonista. Es el viejo Alfredo quien fue el maestro que le mostró la sabiduría de lograr las metas y los sueños, como lo han hecho otros buenos viejos dentro del cine, como el señor Miyagi en The Karate Kid, Yoda en Star Wars, o hasta el mismo Dumbledore con Harry Potter. Salvatore ya en su edad adulta se da cuenta que tener fama, dinero y mujeres no recompensa el cariño del pasado, de ese pasado que vivió y creció junto a Alfredo.
Cabe resaltar que al mismo tiempo y paralelo a la historia de los personajes, vemos la época en que el cine sufría de censura, ante desnudos, visibilidad de algunas partes del cuerpo femenino que hoy no representa algún problema exhibirlos, pero que en aquellos años fue distinto. Pero lo más que se prohibía mostrar en pantalla eran los besos de las parejas. Al final de la película vemos esa magia del amor, esa magia del cine que es capaz de romper esquemas y transgredir para convertir las cosas prohibidas en un arte, combinándose en la escena final con un elemento que le dio la cereza al pastel de la película y es la intervención de la música, con “El tema de amor”, compuesto por Ennio Morricone.
Una cinta que nos habla de luchar por los sueños, por el amor, una cinta inspiradora, nostálgica, llena de esa pasión por la cual esta película existe. Pero que no sólo habla del cariño por el carrete cinematográfico. Es también la búsqueda de la compañía que nos hace sentir bien, a quien compartir nuestros anhelos. Regresar a ese lugar donde nos ilusionamos de pequeños, encontrarse si es posible con un trozo para ver lo mucho que hemos crecido, para ver como las cosas ahí han ido mejorando. Pero al volver a ese pasado nos encontramos con el trozo hecho una ruina tendiendo a desaparecer o ya desaparecido por “el desarrollo o industria” para establecer a una sociedad en un “mejor mundo”. Lo único que queda son las memorias que vivirán para siempre en esas tiras de cuadros mágicos. Solo queda ver cómo quedan guardadas las cosas en el corazón y quizá sea suficiente para seguir soñando, ilusionándose, y enamorándose. Esa es la esencia de Cinema Paradiso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario