sábado, 14 de septiembre de 2013

CELULOIDE: EL RECUERDO DEL CINE (PRIMERA PARTE)

por ERIC VILLA

El cine… la palabra que cambio la forma de ver la vida para muchos que han dedicado su vida a este arte. Siempre que escuchamos esa bella palabra como cuando el amor de nuestra vida pronuncia nuestro nombre, nos viene a la mente las palomitas, las grandes salas, el momento en que se apagan a las luces y comienza la magia, pero sobre todo ese sonido repetitivo como una máquina funcionando a su perfección, como melodía de una canción memorable, cada vez que lo escuchamos entramos en un estado de relajación y sabemos que durante las dos próximas horas iremos tan lejos como nuestros sueños. Aquel sonido que percibiste cuando eras niño y te enamoraste del séptimo arte, está muriendo, y al parecer nada podrá hacerse para su inevitable final.

La cinta de celuloide que le daba cuerda a ese proyector esta siendo desplazada por la tecnología digital, si bien economiza a las compañías productoras y salas cinematográficas, aun la calidad del cine analógico sigue estando por encima de la industria digital. Y es ahí donde se encuentra la lucha entre los dos formatos, aunque los discos duros y las memorias se están quedando con el puesto, el formato analógico conserva todas las ventajas de Duración, garantía de seguridad y como ya lo mencionamos la calidad en su imagen.

Esto ya venía cocinándose desde muchos años atrás. La fotografía fija fue la primera en sufrir estos cambios, el rollo de 36 exposiciones fue alcanzada por las tarjetas de 64 Gigabytes que llegan almacenar hasta 10,000 fotos. Eso ha hecho que una mala imagen mal retratada pueda sacarse una, dos, tres y la cantidad de veces que sea necesaria para obtener una buena fotografía. Antes con el rollo, de 10 fotos capturadas 8 eran buenas; ahora de 40 fotos malas sólo hay 2 buenas, el lujo de equivocación que hace varios años no podía hacerse, hoy en día ya parece algo cotidiano. El fotógrafo sabía que al menos sólo tres veces podía volver a fotografiar la misma imagen con el sistema analógico y eso lo hacía muy bueno en su trabajo. Actualmente se pueden guardar cientos de copias del mismo retrato perdiendo quizá su valor representativo como pieza única. El cine correrá la misma suerte, si bien sus bóvedas almacenan grandes tesoros de la cinematografía, estas no volverán a recibir joyas de la industria, todas las películas a partir de ahora quedarán resguardadas en ordenadores sin que sean un museo de admiración como los helados cuartos donde descansan y esperan latas y cintas de celuloide.


Esto no sólo ha afectado la calidad de ver cine y de su garantía de conservación, sino también a importantes empresas que durante más de medio siglo han proporcionado el material que ha hecho magia en una pantalla. Kodak y Fujifilm se han visto obligas a bajar su producción de la cinta de 35mm y de todo material celulósico, a tal grado que Kodak se declaro en bancarrota hace un par de años, y difícilmente la firma de la empresa norteamericana fundada por George Eastman volverá a ser padrino de la cinematografía. Otras empresas como Sony, Panasonic, entre otras, como las industrias computacionales van ganando terreno y serán las nuevas dueñas del cine.

La cinta cinematográfica de alguna manera fue evolucionando en sí, distintos materiales la fueron perfeccionando hasta llegar a la conocida cinta de acetato. Las primeras impresiones de imágenes estaban colocadas en un material llamado “Daguerrotipo”, la cual fue la tecnología más efectiva en la cuarta década del siglo XIX –era utilizada por los pintores del renacimiento pero conocida desde la antigüedad clásica- usaba como soporte placas de cobre plateadas con tratamiento a base de vapores de yoduro de plata. Pero tenía desventajas, una de ellas, el prolongado tiempo de exposición, el ser copia única, si bien se imponía la nitidez de sus imágenes, sobre todo siendo comparadas con las de otro proceso fotográfico contemporáneo, el calotipo o papel salado, inventado por William Henry Fox Tabolt, el cual ofrecía una ventaja sobre el daguerrotipo –un positivo en placa de cobre del que no se podían hacer copias- que resultó clave para el desarrollo de la fotografía: el calotipo era un negativo en papel del que se podían imprimir un gran número de positivos. Sin embargo, entre sus desventajas se hallaba que sus imágenes tendían a desvanecerse, mientras eso no ocurría con el daguerrotipo. Tras estas dos técnicas fotográficas pioneras surgieron otras que usaron placas de vidrio como medio para la fijación de imágenes: la albumina, el colodión –que combinó de modo eficaz la nitidez del daguerrotipo con la reproductibilidad del calotipo, no en balde fue la técnica que se impuso por casi tres décadas en todo el mundo- y la emulsión de la gelatina.


Después de varios años de dominio del cristal y con la aparición de la gelatina como material que reforzaba el mismo cristal, llegaba el elemento que el cine y la fotografía adoptarían para el resto de sus vidas analógicas: El celuloide. En 1876 fue introducido en Europa y parece que fue un tal Carbutt el primero que pensó en utilizarlo en hojas como superficie fotográfica. Posteriormente el acetato de celulosa sustituiría al celuloide, confiriendo a la película las cualidades que hoy tiene, el acetato es un material no inflamable con la gran ventaja de su antecesora: la nitrocelulosa. Cinta altamente inflamable, razón por la cual muchos salas de proyección sufrían incendios cuando el celuloide predominaba, y se recuerdan días trágicos en muchos cines de la década de los 30 para atrás.

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