texto ANDREI MALDONADO
Por cuarta edición consecutiva se celebró el Festival de Cine Nahui Ollin, una mirada al cine alternativo y experimental que se hace en México y el mundo. Teniendo como sede nuevamente la Cineteca de Durango, fueron en total tres días llenos de muchas funciones y actividades.
Con un gran trabajo curatorial de parte de su directora Estefanía Díaz, se tuvieron trabajos originarios de países como Alemania, Francia, Australia, Japón, España, Estados Unidos y México, entre otros, que nos dieron una mirada a esos otros cines que no se ven normalmente en las salas.
Dentro de lo más innovador con lo que contó el festival se encontró la colaboración con la Filmoteca de la UNAM y el Archivo Fílmico Reyes, por medio de los cuáles se tuvieron las versiones restauradas de las cintas Redes, Vámonos con Pancho Villa y El compadre Mendoza, clásicos del cine.
Y hablando de material análogo, destacó la exhibición en 35 milímetros de la película surcoreana Señora Venganza, de Chan-Wook Park, que significó la puesta en funcionamiento tras 8 años del antiguo proyector de la sala Silvestre Revueltas, por parte del emblemático cácaro Tello Rivera.
Del mismo modo, actividades de análisis y reflexión como el conversatorio “Imagen y cine” con el filósofo Horacio Alejandro, y el conversatorio sobre cine contemporáneo duranguense del Festival Paloma Itinerante, le dieron un giro fresco e innovador a este certamen que está en ascenso.
Igual que todos los festivales, el Nahui Ollin tiene asuntos pendientes para una futura quinta edición en 2025, y el principal es lograr contagiar más a la audiencia local para acudir a las funciones. Se sabe que es difícil, pero ¿Quién dijo que la gestión cultural, y sobre todo en el cine, lo era?
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