texto GERALDO ROSALES
A mediados de la década de 1930, gracias al crecimiento de la industria cinematográfica conocida como “Época de Oro”, surgieron varios ídolos que, hasta hoy, permanecen en la memoria del pueblo, personajes tan queridos como Jorge Negrete, Javier Solís, Luis y Antonio Aguilar, el Piporro, María Félix y Dolores del Río, comediantes como Tin Tan y Cantinflas, entre tantos otros, disfrutaron de la magnificencia de esta bella época que perduró hasta finales de la década de 1950.
Junto a estos personajes surge uno, considerado por muchos el ídolo entre los ídolos de nuestro México, grande entre los grandes, admirado por multitudes, reconocido por su sencillez y su don de gente excepcional; la voz del pueblo, el Ídolo de Guamuchil nacido en Mazatlán, el gran Pedro Infante Cruz.
Para muchos mexicanos, Pedro Infante representa lo que todo mexicano debía tener, hijo respetuoso, amigo incondicional, amante romántico, hombre de palabra, además de saber muchos oficios y lo que es mejor aún, excelente músico y actor fiel a sus infidelidades, pero de gran corazón como se lee en muchas páginas.
¿Qué es un ídolo?
Decir que el ser humano ha sentido la idolatría como una necesidad en el pasado sería correcta en parte. El ser humano tiene la necesidad de rodearse de ídolos, y como esa necesidad se muestra consustancial con su naturaleza, tan lógico es que los ídolos hayan acompañado al hombre en el pasado, como que lo hagan en el presente y de seguro que lo harán en el futuro.
Para un amante de la música, Elvis, John Lennon o Beethoven pueden ser sus ídolos, siempre que los admire de manera exaltada, adorar algo es idolatrarlo, convertir en ídolo el objeto de nuestro amor exaltado, y eso es un predicado que pueden cumplir tanto la divinidad como su representación, tanto las personas como los objetos que las representan.
Se dice que Pedro Infante, es el ser humano más idolatrado de la historia reciente de nuestro país, aún sigue siendo el Rey. A 60 años de su trágico fallecimiento, el Ídolo de Guamúchil sigue presente en los hogares mexicanos gracias a la constante repetición de sus películas por la televisión.
Para muchos mexicanos, Infante representó lo que todo mexicano debía ser: hijo respetuoso, amigo incondicional, amante romántico, hombre de palabra y trabajador. El concepto de “Macho Mexicano” alcanza en Infante una acepción difícil de comprender fuera de México. El “macho” de Pedro Infante no es un hombre violento, capaz de dañar a las mujeres. Por el contrario, es un pícaro simpático, inconstante, fiel a sus infidelidades con las “chamaconas”, pero eso sí…con un gran corazón.
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