martes, 6 de julio de 2021

Rohmer: entre cuentos, comedias y proverbios

texto ANDREI MALDONADO

Eric Rohmer es quizá uno de los nombres más significativos en la historia del cine. Parte de la generación de revolucionarios cineastas franceses surgidos de la redacción de Cahiers du Cinéma como Jean Luc-Godard (el cual incluso aparece en un par de sus primeros filmes), Rohmer supo crear una filmografía estrictamente ordenada, completamente lúcida y profundamente bella, en la cual, como pocos, logra un contenido homogéneo más allá del tono singular que tiene cada una de sus obras.

En los llamados “Cuentos morales”, el cineasta francés deja relucir su vena de escritor y lleva a la pantalla una serie de historias pensadas para la literatura. En ellas trata temas relacionados con la moralidad, muy enfocados en el concepto del amor y la relaciones de parejas, todos narrados en primera persona y desde la perspectiva masculina, la cual se debate entre las viejas estructuras morales de la sociedad francesa y la revolución ideológica de la que formó parte en los años sesenta.

La panadera de Monceau y La carrera de Suzanne, dos cortometrajes que parecen pequeñas anécdotas, comparten semejanzas con sus “Milagros cotidianos”, primeros trabajos de Rohmer, varios de ellos adaptaciones de obras cumbres de la literatura como Berenice, que estructurarían lo que sería más adelante su filmografía mayor; le siguen La Coleccionista, La rodilla de Claire y El amor en la tarde, historias que, más allá de ser narradas por personajes masculinos, tienen a las mujeres con el rol protagónico

Los derroteros del amor y sus complicaciones morales continuarían en sus “Comedias y proverbios” que, como su nombre lo dice, se basan en dichos populares del argot francés, narrados en un tono de sutil y elegante comedia, que no por contar con diálogos aparentemente sencillos caen en lo trivial; muy a lo Woody Allen, Rohmer elude los silencios y hace hablar a sus personajes todo el tiempo, los mantiene activos en sus metas, quizá sin aquel artificio lleno de referencias culturales que utiliza Allen.

Aquí el francés se deshace del narrador en off, el relato en primera persona es sustituido por un rol todavía más centrado en las mujeres, mujeres rebeldes, decididas, amorales, herederas de las revoluciones culturales; emprenden las nuevas luchas de género sin panfletos, pero sí con una forma de vida que salta los convencionalismos. La liberación sexual de estas mujeres jamás cae en lo inmoral: son libres, plenas, aunque muchas veces ellas mismas no lo sepan, aunque sus objetivos se vean obstruidos.

Hay en estas historias también una cierta tendencia a polarizar el rol masculino: por un lado, están los personajes que mantienen el perfil del hombre conquistador, los eternos don juanes que, pese a su mala reputación, siguen siendo asediados por las mujeres; y del otro lado los intelectuales acomplejados que no saben cómo sostener una relación estable y en más de una ocasión padecen los rechazos de esas mujeres tan aguerridas, otro signo común que comparte con Woody, destacando que en ningún momento busca victimizar a dichos hombres: solo se trata de pobres infortunados en el amor.

“Comedias y proverbios” está integrada, en orden cronológico, por La mujer del aviador, La buena boda, Pauline en la playa, Las noches de luna llena, El rayo verde y El amigo de mi amiga. Cabe destacar que en cuestiones técnicas las películas de los dos seriales comparten aspectos en común, como lo es la fotografía de Néstor Almendros, la estructura por capítulos o por orden cronológico en que ocurren los hechos y algunos actores; narrativamente los “Cuentos morales” ocurren en París y las “Comedias y proverbios”, que inician en la gran ciudad, terminan teniendo un peso mayor en las provincias.

Eric Rohmer construyó una filmografía sólida, con películas que llevan un ritmo tranquilo pero ensoñador, reflexivo pero sencillo, una refrescante versión de la ideología europea. Continuó haciendo seriales en los noventas con sus películas de las “Cuatro estaciones”, así como historias unitarias de gran trascendencia, pero sin duda alguna que los “Seis cuentos morales” y sus “Comedias y proverbios” lo ponen en un lugar muy especial en el Olimpo de los grandes cineastas de la historia del séptimo arte.

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