texto y fotografía ERIC EDUARTE VILLA
Les voy a contar una historia...
Para hablar de la onceava edición del Festival de Cine Mexicano en Durango tengo que abordar la máquina del tiempo y trasladarme al año 2009. Para ser exactos programo mi arribo para el mes de abril. Llegando a ese año me encuentro con un nuevo comienzo cinematográfico para Durango, previo a la celebración del Bicentenario y Centenario de la Independencia y Revolución mexicana, respectivamente.
Miro cómo se inicia algo con lo que soñaba para esta "Tierra del Cine" que fue denominada así gracias al actor norteamericano John Wayne y su cine western, se venían tiempos de grandes cambios y agregar cosas nunca vividas en nuestra tierra duranguense. Nacía entonces el Primer Festival de Cine en Durango, fundado por el cineasta y entonces director del Instituto de Cultura del Estado de Durango, el maestro Juan Antonio de la Riva. Y qué mejor que el festival estuviera enfocado en el cine mexicano, al cual tanta falta que le hace ser mostrado.
Una gran oportunidad para realizadores nacionales dar a conocer sus películas en un festival único y necesario para nuestro país, y qué gran sede sería su casa, la tierra de Francisco Villa (el primer gran actor duranguense en una película), la tierra de Dolores del Río (la primera gran actriz mexicana en triunfar en Hollywood) y el ya mencionado John Wayne, que hizo de Durango su segunda casa y construyó sets cinematográficos que serían los pilares para el futuro de la producción de cine en Durango.
Y eso es tan sólo una parte, existen otras personalidades históricas que resaltan la identidad cinematográfica del estado, y algo añorado y que faltaba era la inclusión de un festival, como lo tiene Cannes, Venecia, Berlín y otras ciudades mexicanas como Morelia, Monterrey, Guanajuato y Guadalajara, que ya estaban plasmando su historia en el séptimo arte; con más razón Durango debía estar presente.
Estando en la primera noche del festival, se ve una gran congregación de medios de comunicación, cinéfilos y curiosos en las salas de Citicinemas, ubicadas al sur de la ciudad. Parecía una gran Premier de una importante película gringa, pero se trataba del primer festival de nuestro cine, el de México.
Al llegar se realiza un recibimiento previo en el lobby del complejo, para ello días antes fui por mis boletos al Instituto de Cultura, 2 boletos para cada película del festival, uno para mí y otro para mi acompañante, también los boletos se encontraban disponibles en taquilla y para ser el primer festival de cine, estos se agotaron. Tarde y noche durante una semana se tenía casa llena, función tras función.
En la primera noche de gala tuve que ver la película sentado en la orilla del pasillo del interior de la sala, yo junto a otras 50 personas nos quedamos sin asientos; la gente no quería perderse el festival y tuvieron que abrir una segunda sala para quienes no alcanzaron boleto. Los invitados asistían a la segunda sala para que nadie se perdiera del cualquier protocolo.
Qué bonito empezaba a ser Durango para el cine cada año con un festival, así pasaron las ediciones hasta llegar a 10 años continuos con diversas administraciones, algunos mejores que otros, pero siempre tratando de mantener ese ambiente de fiesta cinematográfica, volviéndose hasta un festival íntimo, social y amistoso entre directores, actores y audiencia donde se tenía muy cerca la experiencia de compartir el cine y volverse parte de una casa llamada Festival de Cine Mexicano.
Dicha forma de interactuar y volverse amigo del cine mexicano y de sus creadores y protagonistas fue obra del promotor cultural. sobretodo del cine, Christian Sida-Valenzuela, que tomó la batuta del festival por cinco años, y que lo transformó en un festival para jóvenes con la idea de respaldar y defender siempre nuestro cine mexicano, al grado de apreciar las obras de latitudes latinas e hispanoamericanas.
Con altibajos por los temas de recursos para mantener a flote el festival, se veía y se sentía una atmósfera de convivencia cinéfila; el festival tenía intenciones de madurar y poco a poco buscaba abrirse camino. De pronto se cumplían diez años y como una película se tuvo un giro en el guión que ha vuelto el destino del certamen del cine nacional en Durango a parecerse a una cinta de terror, con la diferencia que no se trataba de ficción, sino de la realidad.
Desde la Novena edición se apreciaba un ente maligno que empezaba a crear división entre la coordinación del festival por parte de Christian y el propio Instituto de Cultura del Estado (ICED), este personaje mejor conocido como el genocida de la cultura en Durango: Danielo Hernández Vela, quien además de fracturar el festival de cine, hizo lo propio con el Festival Revueltas (pero ese es otro tema).
Danielo llegó a provocar, junto a la negligencia de las autoridades del Instituto, la salida del Christian de la coordinación del festival, tomando el propio Danielo la organización de lo que marcaría la edición de la década de la competencia; brevemente entró la joven cineasta duranguense Denisse Barreto para dirigir el festival, pero los problemas que prevalecían Instituto-Danielo-Festival provocaron la renuncia de Denisse antes de que logrará llevarse a cabo, por lo que de manera emergente se contrató a una coordinadora para cumplir con lo que ya parecía un mero requisito: realizar el festival. Y así fue, se concretó la décima edición y dejó un ambiente nada grato entre la audiencia cinéfila, dejando la pregunta “¿habrá una próxima edición?”, pregunta que dejamos hace un año en nuestras páginas de la revista.
Y al acercarse noviembre de este año. parecía que no habría festival. Era demasiado tarde para anunciar algo, y de pronto surgió lo inesperado, el joven cineasta duranguense David Rodríguez Estrada, radicado en Los Ángeles, California, donde ha filmado sus últimas películas en tierras Hollywoodenses, denunciaba que no fue liquidado con el premio económico del cual resultó ganador en la décima edición, en la categoría a mejor guión duranguense, y que no sólo era eso, también se debían los premios a Mejor Corto duranguense (El cuál fue liquidado hasta apenas pasando la mitad del año), el premio a Cortometraje Nacional y a Mejor Largometraje.
En medio de la polémica suscitada en redes sociales y con la denuncia llegada a IMCINE, de repente se da a conocer una rueda de prensa donde se anunciarán los detalles de la onceava edición. Para sorpresa de todos, se realiza la conferencia de prensa el 22 de noviembre y se da a conocer ahí mismo la fecha de arranque del festival: 26 de noviembre. Para más sorpresas se da de baja la página de Facebook y hasta el cierre de la edición de Cinéfagos no se ha vuelto abrir; el Festival se realizó sin página oficial.
Esto influyó a la muy poca asistencia a los eventos, talleres y funciones, donde se tuvo una masterclass de producción con cinco personas como asistentes en el Teatro Victoria y una inauguración de "gala" sin función alguna; la asistencia más alta fue la charla "El Cine ¿Una herramienta contra la violencia de género?”, donde las localidades ocupadas apenas llegaron a 80 personas.
Se anunció un Premio del público para el mejor largometraje, sin embargo, jamás se vio un método de votación al salir de cada función. La proyección con mayor asistencia estuvo alrededor de 60 personas, algo verdaderamente triste para un festival. Y así se fue la edición número 11 del festival. Después de que hace 11 años se iniciaba con sobrecupo en cada función, un legado de uno de los realizadores más importantes del cine duranguense y del propio cine nacional.
Pude haber escrito algo más decoroso, pero no se puede mentir en lo evidente. Espero volver a escribir líneas agradables sobre los festivales de cine en Durango, en caso que nada cambie este será mi último escrito sobre este Festival en particular, si en próximas ediciones sigue siendo lo mismo, entiéndase por qué no entrará al menos en mí realizar la crónica de esta fiesta del cine mi Durango.
Dentro de lo poco rescatable está el homenaje realizado a la actriz Lourdes Villarreal, donde se le reconoció su gran trayectoria en cine, teatro y televisión, ofreciendo junto a la actriz Arcelia Ramírez y la directora y actriz Ángeles Cruz, la charla sobre el cine y la violencia de género, misma que nos llevó a la reflexión de cómo el cine se vuelve un conductor necesario para mostrar el mundo que se vive con estos temas que actualmente tienen un gran eco en la sociedad.
Si algo hay que rescatar también es la disposición por parte de los invitados a venir a Durango, prácticamente sin pago alguno. El material fílmico mostrado fue bastante interesante sobre los temas sociales y hasta políticos por lo que atravesamos actualmente: Oblatos, el vuelo que surcó la noche, Yo necesito amor, Huachicolero, Olimpia, Traición y Sonora, donde se tuvo la presencia del director Alejandro Springrall. Sólo esperamos que el carrete no deje de girar y seamos testigos de muchas historias y que estas puedan seguir disfrutándose y apreciándose en Durango.
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