texto ANDREI MALDONADO
La primera entrega nos presentó cómo es la vida en el espacio: el cansado hipersueño para lograr sobrevivir a viajes de hasta diez años, la pésima comida de astronauta, etcétera, esto al interior de la Nostromo. El planeta al que descienden es el mítico LV426, que en la segunda parte se detalla como un satélite. Un mundo frío e inhóspito, el cual es adaptado más tarde para la vida humana.
Fiorina “Fury” 161 es otro mundo helado y de miedo, como debe haber muchos en el espacio. Sus dos soles se ocultan hasta por 27 horas, haciendo casi imposible la vida en su superficie durante las noches. La Tierra solo aparece brevemente como un mundo azulado en Alien: Resurrección, pero en el final alternativo luce destruido, como después de un apocalipsis nuclear.
LV223 es también un mundo agresivo, sin oxígeno en su atmósfera, con terribles y violentas tormentas de materiales radioactivos. El planeta de los ingenieros, en cambio, es el más habitable de todos, con características a las de la Tierra. Sin embargo, es su tremenda similitud con nuestro mundo lo que lo hace realmente terrible ¿acaso será un mundo realmente bondadoso?
En el caso de las naves que aparecen en este universo todas y cada una son significativas: la Sulaco, nave de los marines espaciales en Aliens; la Auriga, donde se desarrolla la historia de Alien: Resurrección junto con la simpática “Betty”, en la que huyen; la Prometeo, nave exploradora; la Covenant, un impresionante coloso que transporta la nueva vida; y, por supuesto, la Nostromo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario