por ANDREI MALDONADO
Mucho se ha dicho con respecto al tema y mucho está por decirse. A finales del siglo pasado, y durante la primera década del Siglo XXI, la adaptación literaria en el séptimo arte ha tomado un nuevo auge, llevando a la pantalla grande a autores contemporáneos y con ellos a los llamados Best Sellers. En tiempos actuales hemos visto la saga de Harry Potter, de J.K. Rowlling, El Código da Vinci, de Dan Brown, la saga de Crepúsculo, de Stephanie Meyer y la trilogía de Millenium, de Stieg Larsson, por nombrar algunos. Incluso géneros como el suspense y el thriller se han basado durante años, casi por entero, a la adaptación de obras completas de novelistas como John Katzenbach, Michael Connelly y John Grisham, entre otros.
Y es que el discurso es sumamente arbitrario: mientras algunas adaptaciones son elevadas a grado de culto, como lo fue El Erizo (Le Hérisson, Francia, 2009), dirigido por Mona Achache, basado en el libro La elegancia del Erizo, de Muriel Barbery; otras, como las mencionadas sagas y trilogías, son vistas como cintas de poca valía en cuanto a adaptación, limitadas simplemente al campo comercial.
A pesar de la innegable relación existente entre literatura y cine, podemos decir que el cine merece recibir una lectura independiente, aunque se trate de historias adaptadas del libro al filme. Contrario a lo que muchas personas consideran, la adaptación no debe ser una reproducción fiel del texto; al contrario, será más valiosa en tanto el cineasta sea capaz de traducir los puntos más importantes e incluso aportarle importancia a elementos ignorados en el texto.
Al final, la decisión de hasta donde se desea llegar cuando un elemento literario se lleva al guión de cine depende únicamente del responsable de hacer tal guión, a su conocimiento de la lectura, del lenguaje cinematográfico y de sus propios gustos. No hay una regla estricta para realizar una adaptación cinematográfica, menos si se tiene en cuenta que se puede adaptar desde una frase hasta una novela. La adaptación debe, en todo caso, ser independiente del texto literario. Tomar parte de él pero ser, en esencia, una nueva versión del mismo.
En cuanto al auditorio, tampoco existe un parámetro de aceptación o de lectura. La crítica a las adaptaciones también responde al grado de afinidad a la lectura, pero es importante recordar que la adaptación no está obligada a reproducir fielmente el contenido literario original.
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