domingo, 20 de marzo de 2016

La reticencia de la memoria: de la nostalgia al recuerdo

por PALOMA COMINETTI

Hablar de cine es hablar de emociones, de sensibilidad. Es hablar, sin duda, de la nostalgia. Nostalgia por lo que vino y se fue, por lo que no se tiene o por lo que no se tendrá. Nostalgia que nos lleva (pues no es lo mismo) al recuerdo.

No es lo mismo en tanto que mientras que la nostalgia aparece como un sentimiento inexplicable de la extrañeza, el recuerdo –aunque muchas veces confuso y entrecortado- se nos presenta en imagen, siempre en imagen. Nos enfocamos en él, rebuscamos entre la mente a fin de tenerlo entre nosotros. Lo sacamos de su tumba esperando resucitarlo y es ahí cuando se une a la nostalgia, pues sentimos una tragedia inmensa. Sí, justo con ese término, tragedia, al ver que el recuerdo no es más que un cadáver sin tiempo.

La labor del cineasta, entonces, no es más que la de un profanador de tumbas. Retrata recuerdos, evoca la nostalgia y juega con el tiempo, el cual no tiene vida cronológica en sí, a pesar de lo que diga el reloj.

Hablar de la relación semántica recuerdos-nostalgia-tiempo retratada en el cine sería imposible de abordar en unas cuantas líneas, quizá porque sea una de las raíces primigenias del séptimo arte, aún más si hablamos de la reticencia que la memoria tiene para transformar y moldear a su favor el pasado, sesgando aquellos caminos adversos, maximizando los instantes gratos. Sin embargo, a fin de ejemplificar la teoría básica del presente ensayo, habremos de tomar dos ejemplos concretos.

El primero de ellos es El curioso caso de Benjamin Button, cinta dirigida por David Fincher y basada en la novela homónima de F. Scott Fitzgerald, la cual juega de forma magnífica con la cronología humana invirtiendo el ciclo de la vida. Mezcla la nostalgia vivida en el presente por el pasado añorado y la angustia del futuro de manera inteligente, sin mencionar que el recuerdo está siempre latente en todo el relato, como en los siete rayos que recibió a lo largo de su vida Mr. Daws y que terminan siendo un exquisito macguffin.

El otro ejemplo es Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, película dirigida por el genial Michel Gondry, en la cual el tiempo es el que juega con el espectador, se entrelaza con él, se confunde y se convierte en una sola materia no regida por medida humana alguna, sino por los recuerdos, el grado afectivo que cada uno de ellos genera en nosotros y que los hace precipitarse en la mente junto a la nostalgia ante el peligro de perderlos, pero también el riesgo de retenerlos.

En resumen podríamos decir que el cine, desde su nacimiento, es nostalgia, es tiempo y es recuerdo, no solo en sus historias, sino en todo lo que inspira en los espectadores.

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