por ANDREI MALDONADO
Tras 120 años de vida el cine sigue su curso hacia la transformación, sin saber a qué, profesionalizando el cómo. En esas 12 décadas el llamado “séptimo arte” ha encontrado maneras para renacer, resignificarse, deshacerse y reconstruirse tanto en forma como en fondo, en sustancia y en esencia.
Por todos esos años han desfilado hombres y mujeres que han hecho del cine su forma de vida. Entidades de luz que han transformado actores y locaciones en historias de vida, que han sabido dónde poner el ojo y la cámara en búsqueda de una historia, un sentimiento. Muchos, sin duda, pero pocos como uno: Jean Luc-Godard, quien con más de 60 años de carrera continúa descubriéndose y regalándonos magia en forma de películas.
El máximo sobreviviente de la “Nueva Ola Francesa” entregó al mundo en 2014 Adiós al lenguaje, cinta con la cual el francés no despide al lenguaje cinematográfico, sino más bien le da una bienvenida, le hace giño, y demuestra que lo que creemos que son estructuras y dogmas inamovibles en la actualidad, no son más que las entidades que hoy nos significan, que más tarde han de perecer y convertirse en nuevas realidades.
Lejos de agotarse en sus posibilidades, el cineasta demuestra en poco más de una hora, bajo el empleo de imágenes aparentemente inconexas, a su más fiel estilo, que el cine sigue dando vueltas sobre sí mismo, y con él la sociedad, como un perro que persigue su cola. “En el cine no hay nada nuevo, todo ha sido contado, lo que siempre habrá será maneras distintas de hacerlo” nos dice JLG, y en Adiós al Lenguaje esto cobra relevancia.
Un perro viaja del campo a la ciudad, ingresa en la vida de una pareja en conflicto, que vive en un entorno dividido entre el materialismo tecnológico y la inestabilidad política y social. La pareja crece, tiene un hijo, el perro debe irse. Tanto lenguaje, que comunica, que hiere, que dice todo y a la vez nada, termina diluyéndose entre balbuceos de un bebé y los ladridos del perro. Palabras, solo palabras, que cambian, que abundan significado sin significante.
Godard nunca ha escondido su influenciada visión, desde joven, en las ideologías marxistas, en el pensamiento de filósofos como Nietzsche y Foucault, como no ha escondido tampoco su aversión a la sociedad americana y su espíritu comercial-competitivo. Quizá por ello haya decidido no asistir a recoger el Oscar honorífico que le otorgó la Academia, quizá también por eso haya decidido combatir el cine industria con sus propias armas: cámaras 3D.
Adiós al lenguaje es una invitación a ver el mundo sin cifrarse en los paradigmas de siempre, en deconstruir, como dijera Derrida, el lenguaje a su más mínima expresión; “los indios apaches de la tribu Chikawa llaman al mundo ‘El bosque’”. A final de cuentas el discurso termina siendo sólo un cuestionamiento, como quizá el cine mismo lo es, acerca de qué somos para un mundo que banaliza aquello que tardó millones de años en crearse: nuestro lenguaje.
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