por ERIC EDUARTE VILLA
“Un aburrido policía turco de uniforme arrugado revisó de mala gana el bolso de mano y le dio una mirada al pasaporte del hombre. Con tos provocada por el cigarrillo que fumaba, el agente le indicó al pasajero que avanzará. Observe cómo el hombre regordete desaparecía en la sala de pasajeros. Sí, sí, me dije. Así debe de hacerse, parece fácil… Caminé hacía el mostrador y con lo que me quedaba de dinero compré un pasaje a Nueva York para el día siguiente”
-Billy Hayes, 6 de Octubre de 1970.
Se dice que una buena historia nace viviendo, pero las mejores nacen cuando se sobrevive. El día que Billy Hayes quiso regresar con un poco de hachís para consumir y compartir con sus amigos en Norteamérica se encontró con el infierno que lo perseguirá por el resto de sus días, que sin duda le dio una gran lección, pero también dejó el argumento para una de las obras más grandes de la cinematografía.
No había pasado ni una década cuando su asombrosa historia de encierro en una cárcel de Estambul se llevó a la pantalla grande. Un hombre que buscaba dejar un país en tiempos difíciles. En lugar de escapar, su pequeño vicio lo hizo quedarse con una condena de 30 años, una vida y la muerte ahí. La soledad, su única compañera. Pero si su fortaleza interna es lo suficientemente fuerte la podría usarla de aliada, aunque en un lugar como ese, fácilmente se vuelve enemiga.
Una superación interna para enfrentar el exterior, el mensaje de la cinta, que para nada nos hace disfrutar 120 minutos de una impresionante película, sino que al contrario, nos vuelve partícipes, nos introduce en los ojos de Billy Hayes, en su mente, hasta quisiéramos ayudarlo, pero no somos los guionistas, simplemente testigos, sufriendo como él.
Y todavía nos acompaña una melodía hermosa y triste de la composición de Giorgio Moroder (Scarface) y ese latido que de pronto se puede confundir ¿Es el corazón de Billy o el de nosotros? Entonces es de esas películas que no se entienden, sino que se sienten.
Una película desesperanzadora, cuando uno cree que habrá salida todo se complica y la perdición parece inevitable. Un discurso inquietante, doloroso y al final una libertad con ganas de volver a casa y cambiar, de agradecer a la vida una nueva oportunidad.
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