viernes, 3 de julio de 2015

Los Olvidados: el arte de la agresividad

texto ERIC EDUARTE VILLA

La tragedia y la cruda realidad nunca supieron tan bien. Una de las mayores obras cinematográficas de la historia nos da ese deleite. Ya se habían hecho dramas trágicos que enriquecieron la industria nacional, pero Buñuel vino a dejar un legado no sólo para disfrutar, sino también para reflexionar sobre las causas sociales de nuestro país. Y es la conjunción de los elementos técnicos y contextuales de la película que le dan ese gran mérito que perdurará.

El encanto del Distrito Federal de los años cuarenta fue modificado y alterado por la realidad exhibida de algunos de los barrios más pobres y denigrantes en la cinta de Buñuel. La lucha de un pueblo, de unos cuantos por sobresalir, era lanzado de la forma más cruel pero verdadera. Dentro de su estética Luis no deja fuera ese encanto de la ciudad sólo por ciertos momentos, luego regresando a la humildad y miseria, mostrándonos de esa manera las dos caras de esa mítica capital mexicana. Usando matices naturales de su gente, ni uno de los personajes denota cierta ficción en su forma de ser, calles aterradas, una suciedad nada desconocida le daba el enfoque natural de donde se vivía en aquellas lugares y años, y que para nada nos sigue siendo una situación ajena.

Los olvidados que recordaremos con una de las historias más denigrantes, tal vez la obra de Buñuel sea un diamante negro que resplandece con otro brillo que sigue gustando y sobre todo enseñándonos. Todo esto no sería posible sin el sello en la cámara de uno de los mejores fotógrafos que ha dado México, Gabriel Figueroa, que supo captar la transgresión del director Aragonés. Puede que lo que hace tan importante a esta cinta es lo que nos genera al ver esta indigencia que se volvió artística. Si habría que clasificarla en algún género sería inapropiado etiquetarla como drama, pues va más allá. Si se creará el género de la tragedia sería un término indicado para la película que forma parte del patrimonio cultural de la humanidad. Una marginalidad que es y será por siempre memoria del mundo.

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