por ERIC EDUARTE VILLA
Las historias sobre algún percance empiezan a contarse después de la tragedia, a partir del momento que hay que empezar a mover escombros o, en este caso, a quitar la nieve.
Fuerza Mayor es la nueva apuesta del director sueco Ruben Östlund, quien centra su trama en una familia que decide vacacionar en los Alpes Suizos. Desde el comienzo Ruben nos advierte la forma de la película con planos de cámara fijos y largos, usando musicalización clásica y con la sinfonía de los paisajes blancos de las montañas frías produce un ensamble lento pero que no deja de gustar por la sencillez de sus acciones y personajes más que comunes.
Si bien la escena de la avalancha es impresionante se contó con las medidas adecuadas de seguridad para no representar riesgo tanto para el elenco como para el crew, aunque en aquellos lugares turísticos de los Alpes es común ver explosiones deliberadas para evitar acumulación de nieve y así no poner en riesgo la vida tanto de los deportistas como de visitantes que gustan admirar del paisaje.
Ya dentro de la película la historia trasciende a partir de dicha avalancha donde ese suceso se vuelve una metáfora para los personajes de la cinta, donde habrá que salir del entierro blanco en el que se han sumergido en las dificultades familiares e individuales de los protagonistas (la madre y el padre de familia) que se han inmerso en decisiones que en el momento pueden considerarse erróneas para quien las toma, pero que se hacen como parte de una reacción de supervivencia, en este caso por la avalancha que aterrorizó a la familia mientras tomaban el desayuno en uno de los restaurants del lugar.
Esa desesperación de ambos padres es acompañada por la fotografía grisácea y tonos cafés junto con los juegos de cámara, que aunque llegarían a resultar cansados no dejan de ser atractivos en todo el film, demostrando que para diálogos no siempre es necesario pasar al plano de cada actor.
Siendo un drama familiar llega a tener toques de suspenso por ese silencio en la mayor parte de la cinta, haciéndola impredecible. Más que ver la belleza de la cordillera Suiza es sin duda el mensaje que nos lanza Östlund por la unidad no sólo de una familia sino de una sociedad, de un pequeño grupo de personas para seguir caminando hacia su destino sin conflictos, justo como pasa en la escena final de la película. Una sencillez bien lograda.
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