por ERIC EDUARTE VILLA
Aquella voz grave y sutil, con una mirada imponente hacia los protagonistas de cada una de las películas donde actuó. Aquel joven rubio de gesto rudo que comenzaba a sobresalir entre las sombras de los grandes actores que robaban los reflectores y titulares en la meca del cine era Philip, quien con su carisma, humor negro y resplandores oscuros lograron catapultar cada una de sus cintas a grandes horizontes.
Nacido en Rochester, Nueva York un 23 de julio de 1967, desde muy temprano se consolidó en los escenarios teatrales neoyorquinos, al poco tiempo haría su debut frente a las cámara con la serie para la televisión, ‘”La Ley y el orden” en 1991. Al año siguiente iniciaría su viaje en el mundo cinematográfico, con su extraordinario método, reconocibles tics, inquebrantable coraje y dolorosa vulnerabilidad. En sus primeras apariciones en la pantalla grande comenzó a convencer a más de un director ganándose ese respeto que imponía en cada una de sus interpretaciones. Volviéndose un actor rentable, la mayoría de las películas en las que formó parte fueron éxito en taquilla y bien recibidas por la crítica internacional.
Mantenía una maléfica elegancia que no sólo le fue digna de respeto, le valió una gran admiración de sus colegas en la actuación, del público y de un Oscar en 2005 por su papel como el escritor: Truman Capote, en la película homónima del personaje con el cual será recordado. Y más allá de la estatuilla recibida lo será por esa actuación magistral, dejando de ser el Hoffman que conocíamos un personaje secundario, en esta ocasión era el protagonista. Un papel que lo hizo arrasar con premios, elogios, llevándose entre sus manos el globo de oro, el BAFTA y el Screen Actor Wild, dando así el paso más grande para un actor, la consagración dentro de la cinematografía mundial.
Pero hablar de Philip Seymour Hoffman no sólo es hablar de Capote. Nos ha dejado un legado actoral que desafortunadamente no podrá seguir haciéndolo crecer. Después del gran logro que le dejó Truman, fue llamado por los estudios Paramount para ser parte del elenco de lo que fue la tercera entrega de la saga de espionaje ‘Misión Imposible’ y aunque el cotizado Tom Cruise parecía robarse con anticipación las lentes de la prensa, fue Hoffman quien sería el aclamado por los fanáticos de la cinta de espías por la esplendida interpretación como Owen Davian, convirtiéndolo en uno de los mejores villanos en el cine.
Un gran ejemplo de que no es necesario tener el papel principal de una película para llevarse las palmas, nos lo demuestra en su papel como Paul Zara en la cinta ‘The Ides of March’ dirigida, escrita y protagonizada por George Clooney. Aquí Seymour nos da la maestría nuevamente que ser actor de reparto tiene un gran mérito y se puede sobresalir cuando otros nombres predominan en el cartel.
Caracterizó diversos personajes como un obsesivo predicador; figuras comprensivas; matones; artistas sensibles; un inescrupuloso periodista de la prensa amarilla; un extravagante oficial de la CIA; homosexuales y un solitario pervertido sexual. Demostrando ser un actor en su perfección, no importaba la complejidad del papel, siempre sabía cómo interpretarlo y volverlo realista en un universo de ficción.
Es raro encontrar una cinta donde haya participado y que tanto la crítica como la audiencia la hayan destrozado. Su amplia filmografía nos hace ver la importancia que representaba para el mundo actoral, es difícil no nombrar cada una de sus películas sin mencionar lo que hizo Hoffman dentro de ellas. Siempre enfocándose en sacar lo máximo de su trabajo, no obstante lo hacía igual con sus vicios y su salud.
Philip se fue en la cumbre de su carrera. Dejó mucho camino por recorrer en su ámbito profesional y personal, pero a su vez dejó una gran carretera de aprendizaje para las futuras generaciones deseosas de incursionar en el mundo actoral, ya sea para cine o para teatro.
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