por ANDREI MALDONADO
Existe un “boom” de cineastas latinos audaces con propuestas nuevas que convergen para dar a Latinoamérica un nuevo y amplio acervo fílmico, con historias que rondan entre las protestas sociales, los hechos históricos y el drama.
Si hay alguien que conjunta dichos elementos de manera magistral es el chileno Pablo Larraín, quien en poco tiempo ha conseguido ir forjando una filmografía madura, propia y certera.
FUGA (2006)
La ópera prima de Larraín es un ejemplo de que debemos deshacernos de los eufemismos, ya que en vez de encasillarla en el género del drama Fuga merece ser considerada una película de tragedia.
En ella se narra la vida de Eliseo Montalbán, un músico atormentado por la muerte de su hermana, que al mismo tiempo va acompañada por la ejecución de una fuga, un tono musical que va a generar la “Rapsodia Macabra”, tema que acompaña cada desgracia del concertista.
Subvalorada incluso entre los propios chilenos, Fuga es una invitación a la reflexión acerca del destino, y es aquí cuando reiteramos que el cine de Larraín es el de la tragedia, pues el destino de Montalbán es finalmente el mismo aquel que predijeran los oráculos para Edipo y del que no pudo escapar.
TONY MANERO (2008)
La línea entre la cordura y la locura es tan delgada, tanto que a veces se rompe al ritmo de “Fiebre de sábado por la noche”. Alfredo Castro interpreta en Tony Manero a Raúl Peralta, un hombre obsesionado por llevar más lejos su actuación como doble del famoso personaje de John Travolta en Saturday Night Fever.
En esta trama Larraín nos muestra un nuevo y oscuro sitio de la psique humana, con un hombre capaz de sacrificar todo lo que tiene e incluso a otros por un insignificante premio en un programa de televisión, o bien, obstinarse en ver en la pantalla a su personaje favorito, aunque encima de él esté el ejército de Pinochet.
PÓST MORTEM (2010)
Seducido por el relato histórico pero también por la ficción, Pablo realizó en 2010 Post Mortem, película que una vez más es protagonizada por Alfredo Castro en el papel de Mario Cornejo, un auxiliar forense que en medio del golpe de estado en Chile sufre un tórrido romance con Nancy, una bailarina de un club nocturno.
Al igual que en Tony Manero, el cineasta chileno brinda un ambiente lúgubre cargado de pesadumbre entre la violencia infligida por los militares y la propia crudeza del ser humano, que lo mismo puede besar la mano de quien ama para después arrancarla.
NO (2012)
Si algo necesitaba Pablo Larraín para consagrase como grande es que una de sus películas se convirtiera en la primera candidata chilena al Oscar en la categoría de mejor película extranjera. Lo había intentado con Tony Manero y Post Mortem, sin embargo fue hasta que llegó No que lo consiguió.
Esta cinta, estelarizada por Gael García Bernal, viene a ser el fin de una trilogía acerca de la dictadura de Augusto Pinochet. Si en las dos anteriores retrató el golpe de estado y el auge del régimen, en No Larraín documenta y “ficciona” el fin del mismo mediante el plebiscito de 1988, por el cual el dictador era rechazado por el voto del pueblo.
Este hecho histórico –extrañamente tan poco retratado por los propios chilenos- no podía dejar de ser aprovechado por el cineasta, quien introdujo videos, programas, comerciales y entrevistas de aquél entonces con la colaboración de las personas que participaron en dichos materiales, aderezando el hecho de que se filmó con cámaras originales de los 80’s.
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