por ARTURO PERALES
¿Quien diría que de cualquier hogar de nuestro peculiar país pudieran salir buenos y por demás entretenidos guiones para una película? Esto lo deja ya bien confirmado el joven director tijuanense Gilberto González Penilla en su largometraje Los Hámsters, en donde hay tantos protagonistas como integrantes de esta por demás común familia de una Tijuana que por fin habló para decirnos que no solo es la frontera que solíamos conocer.
La historia comienza con el sonido del despertador desde muy temprano, entre peleas por el baño y saqueos de dinero a los pantalones del marido. Rodolfo y Beatriz, padres de Juan y Jessica, son los cuatro puntos cardinales de esta divertida brújula familiar desorientada, que con un exagerado cinismo nos divierte antes de reprenderla por temas como la desunión familiar. Pero, ¿por qué nos reímos con Los Hámsters?, acaso porque hemos escuchado eso que dicen: “el que solo se ríe, de sus diabladas se acuerda”. ¡Y es precisamente eso!, que a través de esta película, más de uno nos vimos reflejados en este monólogo cinematográfico.
Una vez mas por medio del cine, fuimos honestos al aceptar con nuestras risas que estudiamos en los camiones antes de los exámenes, que nos negamos el uno al otro cuando alguien tuvo que estar en la escuela y el otro en el trabajo, que no realizamos nuestros pagos a tiempo y que estamos preocupados porque la paternidad nos llegó entre pintas y churros de mota. Pero, ¡Qué importa ya todo eso! no le debiera preocupar a esta singular familia, ya que como terminó un día acabará el otro, con batallas contra la edad de Beatriz, empeños de prendas de Rodolfo, teléfonos táctiles de Jessica, porros de Juan y apagones en la cuadra.
Una cinta fresca y esperanzadora, al darse cuenta que esta nueva oleada de cineastas mexicanos no se están rompiendo la cabeza con temas complejos y también apuestan por historias sencillas, y con esto, dejando cada vez más atrás esa vieja crisis del cine mexicano que eran los guiones. Los Hámsters nos hace el día, es como un dulce recreo mental hogareñamente cotidiano.
Visiten a esta familia y olvídense de los problemas del país, -si es que estaban preocupados- ya que hasta ellos los contagiarán de su muy marcada y divertida indiferencia hacia esas cuestiones. Yo por lo pronto seguiré en la jaula de Los Hámsters corriendo y divirtiéndome en la ruedita sin llegar a ningún lado.
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