jueves, 30 de octubre de 2014

La Danza de la realidad: la danza que no todos queremos bailar

por DIANA REYES

Recuerdo aquella mañana en mi clase de audiovisuales, teníamos una tarea: un análisis de la película El Topo de Alejandro Jodoroswky. Recuerdo cómo me causó conflicto, verla era fácil (aún con lo que digan muchos) pero al momento de sumergirme me di cuenta que no terminaba nunca la simbología, la anécdota, el contexto.

Ahora imaginen su película más reciente, que tuve la oportunidad de ver gracias a que estuvo participando en la 56 Muestra Internacional de Cine, misma que acerca las nuevas producciones de directores internacionales y muchos conocidos como “de culto”. Así pude ver la nueva obra de Jodoroswky, donde aparte de su estilo bastante reconocible, es ayudado por las nuevas tecnologías como lo es la animación, eso y que él de nuevo se involucra directamente, siendo una de sus obras más personales, ya que no solo lo vemos a él mismo en cuadro en la película, además nos cuenta su infancia y la historia de su padre, en donde la línea entre la fantasía y la realidad se difumina entre efectos especiales, fotografía interesante y la máscara del comunismo radical. ¿Realmente es la historia de su padre o de él? ¿Es como él lo vivió, son sus recuerdos o como a él le hubiera gustado que fuera? Esas preguntas dejan de importar cuando te captura con su forma tan particular de contar las anécdotas.

Los personajes: el pequeño Alejandro, compasivo y confundido. Por un lado su madre, que lo ve como una reencarnación del abuelo muerto, por otro lado su padre, controlador que le exige dolor a cambio de amor. Es la historia de un viaje, que se emprende con quien uno pensaba el protagonista (el pequeño Alejandro) y termina siendo una bitácora de viaje del propio entendimiento de su padre, el que se confronta a sus creencias y modos de ver y hacer su vida, para convivir con una serie de personajes que le enseñan de amor, de religión, de trabajo, de compasión, convirtiendo a un hombre radical (en todos los ámbitos se su vida) en un padre que anhela su hogar, su familia, y que precisamente ha aprendido a amar y a ver al otro. Así es Jodoroswky, te pone a pensar irremediablemente, claro, sólo si te ánimas a pensar.

Como ya mencioné se usan efectos de animación, pero no por eso deja de ser el propio estilo de éste director, no deja a un lado el mensaje, que después de saborear lo amargo te deja un sabor dulce en la boca. Vean su trabajo, que por algo se habla tanto de él. No niego que recurre a lo escatológico, a lo no lineal ni a lo obvio y puede generar confusión en el espectador, pero al final, la sensación es clara, el mensaje nos llega, nos deja siempre algo en lo que podemos identificarnos, y ese es el logro de todo arte y Jodoroswky lo logra con sus herramientas y la forma de encuadrar sus historias dándonos imágenes imperdibles.
Por Diana Reyes.

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