jueves, 11 de septiembre de 2014

González: ficción cercana a la realidad

texto por ELEA FRANCO

La primera mitad de la cinta de Christian Díaz Pardo sigue el día a día de un González solitario e inmerso en sí mismo, lo que mantiene a la audiencia con la expectativa de saber más sobre él. Sin embargo, aunque entendemos que su motivación es el salir de sus deudas, nunca llegamos a conocer mucho sobre su vida personal, ni siquiera su nombre, lo que hace evidente su falta total de identidad y lo que causa que vaya en búsqueda de ésta. Los intentos de prever la estructura narrativa se vuelven más difíciles y la película se vuelve más intrigante, pues, al no tener mucha referencia del personaje principal, ésta invita al público a intentar predecir qué es lo que pasará y cómo reaccionará González a las situaciones a las que se enfrente.

Es cuando González consigue empleo en el call-center de una de tantas instituciones que lucran con la fe, que uno de los objetivos primordiales de la película queda al descubierto: mostrar cómo las personas podemos creer ciegamente en instituciones que muchas veces intentan engañarnos, no solamente las religiosas, sino también un sistema económico o medios de comunicación masivos.

A partir de esto, la vida del personaje principal comienza un declive mientras que su demencia evidente en la iluminación y los colores de la película (los del encierro en su departamento, en sí mismo, en sus tensiones), va en aumento. Ahí, González se enfrentará a la disyuntiva de tomar el camino fácil o no.

Gracias a la fotografía de Juan Pablo Ramírez Ibáñez, su uso de la luz y las imágenes de una ciudad oscura, es posible sumergirse en un ambiente de realismo total y por otro lado, entender y empatizar más con un personaje tan complejo como lo es González. Es entonces que comprendemos la monotonía y desesperación, y por lo tanto, el desarrollo del protagonista cada vez más hacia lo oscuro.

Tanto la historia que se relata, como su fotografía, se muestran innovadoras y son lo que hace que la cinta González, del chileno Christian Díaz Pardo, destaque del resto.

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