viernes, 21 de febrero de 2014

Gravity: una ópera espacial

por ARTURO TERRONES

El inicio de Gravity, la ópera espacial del mexicano Alfonso Cuarón, no puede ser más contundente, una a una, se enumeran las condiciones que hacen imposible la vida en el espacio para abrir paso a una de las más impresionantes tomas iniciales en la historia del cine quizá solo comparable con aquella con la que Orson Wells abrió a Touch of Evil.

Durante más de 12 minutos, através de un plano secuencia, el director mexicano permite que su cámara flote por el espacio, rodeando a sus actores, acercándose a ellos, olvidándose de la existencia de un arriba o abajo, recreando con la ayuda de la tecnología de 3D la sensación de estar a 600 kilómetros de la Tierra, para luego retratar el desastre que catalizará la historia de supervivencia: los fragmentos de unos satélites rusos que a toda velocidad se estrellan contra un transbordador espacial y el telescopio espacial Hubble para rematar con la imagen de Sandra Bullock girando en el espacio víctima de su propia inercia hasta volverse un poco más que un punto entre la abrumadora oscuridad.

Dicho accidente deja a la doctora Ryan Stone (la ya mencionada Bullock) y al astronauta Matt Kowalsky (George Clooney, una vez más interpretándose a sí mismo) en una especie de naufragio espacial, luchando por alcanzar la Estación Espacial Internacional para intentar el regreso. La lucha de la doctora no solo por sobrevivir, sino por encontrar la voluntad de continuar viviendo, tras la depresión causada por algunos eventos previos a la historia, es el corazón de la cinta.

Después de su paso por los Festivales Internacionales de Venecia y Toronto, donde fue unánimemente aclamada, no tardaron en surgir las voces que acusaban al director de haber puesto todo este aparato de talento y tecnología al servicio de una historia simple y sin trascendencia. La acusan de carecer de la profundidad filosófica de 2001: A Space Oddisey, la obra maestra en la que Stanley Kubrick reflexionaba entre otras cosas sobre la relación del ser humano con la tecnología y con el cosmos. Acusar a Cuarón de no ser Kubrick es algo a todas luces absurdo.


Y aunque ciertamente no hay este nivel de reflexión, Cuarón se las ingenia para hacer que toda la película sea en realidad una metáfora de como cualquier persona puede llegar a renacer tras un momento de crisis. Varios momentos refuerzan el mensaje de la película. El primero cuando Stone y Kowalsky cruzan por encima del Mar Rojo en una especie de pascua estelar hacía la vida nueva, luego cuando el personaje interpretado por Sandra Bullock entra por fin a la Estación Espacial Internacional, despojándose de su traje de astronauta queda flotando en posición fetal (en preparación para el renacimiento que se acerca), otros más cuando contempla desde una escotilla el ojo de un huracán en tierra, mientras que ella misma se encuentra en un momento de paz mientras todo a su alrededor se derrumba. «La película es sobre una mujer. Olvídense del espacio. Es una mujer a la deriva en el vacío, víctima de su propia inercia», habría dicho el director.

Por expandir el lenguaje cinematográfico, por la belleza de sus imágenes (cortesía del también mexicano Emanuel “El Chivo” Lubezki) y por su retrato de como en las crisis el ser humano puede descubrir su conexión con el universo, Gravity merece ser considerada La Película del 2013. Quizá la Academia no lo decida así (como cuando en 1994 ignoraron a Pulp Fiction), pero sin duda la historia sabrá darle a la obra de Alfonso Cuarón el lugar que sin duda se merece.

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