jueves, 9 de noviembre de 2017

Atenea Cruz: de fantasmas, letras y cine

texto y fotografía ANDREI MALDONADO

No todos los días tienes oportunidad de platicar con una de tus escritoras favorita, afortunadamente para mí Atenea Cruz vive en Durango. Después de leer su más reciente novela “Ecos” pude conversar con ella sobre esta historia, pero también sobre fantasmas, cine y su experiencia como ávida lectora y prolífica escritora.

¿Cómo surge en ti la pasión por la lectura y cuándo comienzas a tener inquietud por escribir?
La lectura es herencia directa de mi mamá, ella es una persona que siempre se ha sentido atraída por el arte y la cultura. Mi hermano y yo crecimos con el influjo de que nos llevaba al teatro, nos traía a la cineteca o al cine comercial. Siempre ha sido una lectora ecléctica, lo mismo nos leía los cuentos de la “Pequeña Lulú” o “Joyas de la literatura” hasta libros que sí eran literatura como Edgar Allan Poe, Alejandro Dumas o Francisco Hinojosa. El primer taller literario al que asistí fue porque ella me llevó. Toda mi trayectoria como escritora está estrechamente relacionada a mi madre. Cuando yo tenía 10 años le comenté que quería ser escritora y me regaló una máquina de escribir. Todo ha sido por su apoyo.

¿Qué autores te han marcado tanto como escritora como lectora?
Como lectora y como escritora han sido distintos los autores que me han marcado. Como lectora pienso inmediatamente en Jorge Ibargüengoitia, en José Saramago y en Enrique Cerna, que son escritores que han causado un impacto en mí, aunque no los veo muy presentes en lo que escribo. Guardando sus proporciones me gusta leer a escritores que relatan experiencias de vida que se relacionan conmigo. Prefiero a los escritores latinoamericanos, me gusta leer en mi idioma.

Como escritora es un asunto más internacional ya que me gusta Raymond Carven. Últimamente me ha gustado mucho Paul Auster. Pienso en escritoras como Amparo Dávila e Inés Arredondo. Tiene que ver con que sean concretos y busquen el sentido de la brevedad, y como escritora me fijo que tengan sentido del humor, que sean dinámicos, corrosivos, cosas que no he logrado trasmitir a lo que escribo pues yo lo hago más seria, con una visión más trágica de la vida.

¿Cuál ha sido la recepción que ha tenido tu obra?
En general le ha ido bien. Empecé a publicar joven. Publiqué mis dos primeros libros a los 18 años, un compendio de cuentos y una plaqueta de poesía y después se volvió algo de más o menos cada dos o tres años hasta 2012 cuando publiqué “Suite de las fieras”. ahí sentí que esta ansia que tienes de joven de publicar y que todo el mundo te ubique y te lea había terminado y decidí que me iba a tomar más tiempo para dejar reposar y revisar los textos antes de lanzarlos.

Ambas experiencias me han dejado aprendizajes, pero la que más he disfrutado es la de dejar descansar los textos y trabajarlos. La novela que he promocionado este año, “Ecos”, la trabajé cuatro años, y si le ha ido bien con el público y con los lectores especializados es porque la trabajé de una manera muy neurótica. Es satisfactorio que algo a lo que le has dedicado tanto tiempo y tanto amor le vaya bien porque en la mayoría de las presentaciones se han desprendido muy buenos comentarios, tanto de lectores empedernidos como de gente que no lee.


De tu primer trabajo a “Ecos” ¿cómo te ves a ti misma, qué ha cambiado?
(Risas) Yo no me avergüenzo de lo que he escrito pues no soy un genio, estoy consciente de que si algo hay de talento en lo que hoy hago es por lo que he hecho y por trabajar sobre mis puntos débiles. Veo un cambio radical que tiene que ver con madurar, un cambio de la ingenuidad y las ganas de hacer ruido a estar consciente de que con mi trayectoria estoy obligada a entregar cosas perfectas, siendo algo exagerada con ese término. Siento gran responsabilidad y, por qué no decirlo, incluso hasta miedo, miedo a no alcanzar a escribir lo que siempre he querido escribir, pero es parte del compromiso.

Cuéntanos un poco sobre “Ecos”
Originalmente fue un cuento, la idea la tuve hace trece años cuando estudiaba Letras. Por aquellos años había publicado “La soledad es una puta”, una apuesta muy sintética de decir las cosas, que siempre ha sido esa mi propuesta. Buscaba una historia para escribir un cuento de diez cuartillas, hasta ese entonces yo no había escrito algo tan extenso. En algún momento debí haber visto algún reportaje sobre el labio leporino y me impactó mucho. Pensé en escribir una historia sobre una madre que tiene un hijo con este padecimiento y le parece un ser monstruoso y por eso no lo quiere. Lo empecé a escribir y se iba a titular “El estanque”, pues era tanta la aberración que sentía la madre por él que lo pensaba ahogar, pero sentí que la historia no avanzaba y lo deje.

Quedó guardado por ocho años hasta que en 2012 me invitaron a un taller de novela en la Sierra con escritores de los estados del noreste. Yo no tenía ninguna novela, ni siquiera un proyecto porque era algo que nunca había tratado de hacer. Pero el taller lo iba a coordinar Julián Herbert y yo era una gran lectora de su poesía y quería estar ahí. Así que mientras venía a Durango, pues en aquel entonces vivía en Zacatecas, recordé que la única historia que podía extender a novela era ese cuento. Muchos de los capítulos que aparecen en “Ecos” son ejercicios que hicimos en ese taller. De ahí en adelante la historia fue creciendo. Lo metí como proyecto al PECDAZ y me lo otorgaron así que estuve obligada a terminarlo de escribir. Es verdad que los personajes cobran vida propia y hacen lo que quieren. Mucho de lo que yo proyecté inicialmente fue cambiando.

¿Qué por qué la escribí sobre fantasmas? Quizá la única explicación es porque me gustan las películas de suspenso, aunque no todas. Me gustan en las que el drama es el fantasma y no el hecho de que asuste a las personas, como en Los Otros, en La habitación del niño o en El espinazo del diablo. Las veía y me decía que yo quería hacer algo así. Tú me debes entender porque haces cine Andrei. La cabeza es como una licuadora donde mezclas y mezclas cosas hasta que ya no sabes en qué momento las pusiste. Creo que así pasó con la novela.

¿Y le entrarías al cine?

Con todas las ganas del mundo (risas) justo estoy en pláticas con un amigo que hace cine porque quiere adaptar un cuento que recientemente publiqué en Play Boy. Ese siempre ha sido un sueño para mí. Creo que en un universo alterno, uno en el que tuviera más dinero, habría estudiado cine (risas) aunque eso quizá sólo funcione en mi cabeza, pues me doy cuenta que la gente de cine tiene que trabajar en equipo y yo soy más un lobo solitario (risas) la belleza de escribir está en que tú como escritor tienes dominio completo y en el cine no, a menos que seas un dictador (risas) no sé realmente, me gusta la idea de que muchos textos míos puedan llegar al cine, porque amo el cine, pero hacerlo aún no lo sé.

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