texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ
El número de películas mexicanas que en los últimos años han tocado temas sociales en su trama es avasallador, desde desaparecidos, feminicidios, crimen organizado y demás; y entre ese número de producciones por supuesto hay los que tienen valor tanto en el fondo como en la forma, y hay los que sólo se quieren colgar de estos temas para hacer películas que el espectador consuma y así financiar más películas sin valor cinematográfico.
Pero, si tratáramos de dar valor o poner en alguna posición la más reciente película de la realizadora Natalia Beristáin, sin duda alguna ocuparía alguna de las posiciones más destacadas. Ruido me parece, por muchas razones que trataré de mencionar a detalle, una de las mejores películas mexicanas del 2022, y por supuesto del tema que se maneja, o mejor dicho temas, si hacemos más precisa la descripción. Desde su paso por festivales como San Sebastián y Morelia, la película recibió críticas y elogios en su mayoría positivas, y con toda razón.
Para hablar de esta película uno tiene que partir del discurso en ella. El trabajo de Natalia es sumamente valioso por varias razones, partiendo por el hecho de que logra crear en su película un discurso en el que se abordan varias problemáticas que se viven en nuestro país, pues si bien está la cuestión de las desapariciones, también está el del feminicidio y el de la impunidad con la que opera la delincuencia organizada en parte crecida por la ineptitud en el sistema judicial mexicano, en este sentido a la película no le tiembla la mano en ser crítica y señalar tanto a gobierno, gobernantes, corporaciones policiacas y demás.
El guion se siente no sólo inteligente narrativamente hablando, sino informado, y esto se debe a las tres plumas que están detrás de su trabajo: la propia Natalia, Alo Valenzuela y Diego Enrique Osorno, por si existe alguna duda de que hubo un proceso de investigación bastante complejo detrás de la escritura de este. La película logra abordar todos estos temas, y otros de manera atinada, y si bien algunos de manera más breve, lo hacen con la complejidad y seriedad requerida, como la de la violencia contra los periodistas que investigan esta clase de hechos.
Con Ruido, uno se da cuenta enseguida que estamos ante una película mayor; no cualquier película de esta ambición y complejidad de abordar tantos temas sale tan bien librada, Natalia lo hace, aborda todo de manera correcta, y ningún tema o momento queda desprotegido, se siente flojo o de relleno. La película no sólo es una trama interesante, o un tema rico y potencial en el cual uno pueda sentir cierta identificación; la película también tiene una riqueza narrativa hablando dentro de términos de la forma, que desbordan la propuesta creativa tan rica que tiene para contar historias.
Es pertinente, para hablar de la forma en concreto, partir por este lugar al que Julia va cuando el dolor viene por la impotencia de no dar por fin con alguna pista sobre el paradero de su hija. Desde el minuto uno Natalia ya nos dicta este elemento que se vuelve muy rico narrativamente hablando y que le da un acompañamiento de congruencia durante toda la película, se amalgama perfectamente con el discurso que es desolador y desgarrador, esta zona donde los sentidos parece pierden control, no hay tiempo lineal, sólo una especie de ruido blanco que mitiga la dolorosa realidad que Julia, como miles de personas más vienen sufriendo desde el 2009 que se declaró la guerra contra el narco.
La película además cuenta con unos desplazamientos de cámara y unos encuadres que, sumados al gran trabajo que se hace en el montaje y la música incidental que es puntual e impecable, nos dan muestra de la gran mirada y propuesta creativa que tiene Natalia y que ha venido demostrando trabajo tras trabajo. Dicen que una mala película puede ser salvada por una extraordinaria actuación, pero cuando vemos una buena película, y esta se sostiene con una grandiosa actuación, es como encontrar un tesoro.
Julieta Egurrola (que cabe mencionar, es mamá de Natalia, y que también sale actuando el señor Arturo Beristáin, padre de Natalia, como padre de Ger) firma una de las actuaciones más poderosas, catárticas y dolorosas que yo recuerde de películas mexicanas de los últimos años. Hay una furia y una garra que desborda en los momentos más dolorosos de la historia, pero también tiene momentos de quietud y mesura que hacen más que genuina a la Julia que interpreta.
Algo que también me agradó mucho de la película, es que esta reivindica de alguna manera a la figura masculina que también busca a sus personas desaparecidas, pues si bien está claro que la película no aborda sólo el problema del feminicidio (y que tampoco yo creo que tenga un tono feminista) la película narra cómo, tanto el papá como el hermano de Ger (Pedro de Tavira una vez más apareciendo en una película de Natalia, y además con una intervención en verdad conmovedora) narran como sienten exactamente lo mismo que Julia.
También de alguna manera vemos cómo en el personaje de quien se hace cargo del caso de Ger, el nuevo fiscal Zamudio Rodríguez (grandiosamente interpretado por Adrián Vázquez), hay personas dentro del sistema que tratan de hacer el cambio, aunque estén condicionadamente atados de manos. La película, que como dice el poster, está basada en hechos y testimonios verídicos, uno escucha ciertas historias que se narran en esta, que a uno de verdad le desgarran el alma, y hacen que uno como espectador realmente empatice y se solidarice aún más con estas causas.
Nos hace llenarnos de coraje y volvernos a preguntar cómo es que estas cosas siguen pasando en México. La impotencia lo deja a uno con mucho qué pensar, la realidad de nuestro país nos deja helados, y el dolor que mucha gente sufre al saber que esta es su realidad, como la de la mujer cuya hija mayor está desaparecida y su hija menor la va hacer abuela; o las mujeres a las que les arrebataron a sus maridos e hijos.
El final de la película, aunque para algunos es lo más flojo de esta por los clichés y los estereotipos con que cierra la historia, me parece es la forma en que tenía que ser tratado, y es donde realmente se expone la tesis que Natalia quería expresar a mi parecer, pues no sólo vemos expuesto de manera literal al estado opresor y fascista que no ha cambiado su manera de operar desde el siglo pasado (sin importar los colores del partido que gobierne) cuando se trata de resolver temas sociales en los que la ciudadanía ya no se queda callada, vemos que, por un lado, si bien el apoyo de los grupos feministas hace lo humanamente posible para luchar y apoyarse unas con las otras, la película narra visualmente un fragmento en el que ejemplifica que para poder salvar al organismo y su discurso, algunas militantes se tendrán que sacrificar.
Y definitivamente el final, que si bien es doloroso porque literalmente ejemplifica el yugo con el que el sistema golpea sin piedad a quienes claman por respuestas y justicias, tiene un elemento poético y onírico en el que, la única esperanza que nos queda es que después de todo dolor y tristeza, al final se nos recompensará con encontrarnos en ese lugar al que huíamos, a las personas que tanto queremos y amamos y hemos buscado, ese lugar en el que finalmente se encontrará la paz.
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