jueves, 22 de junio de 2023

Von Trier: persona non grata

texto ANDREI MALDONADO

“Tomar lo bueno, con lo malo”, la frase con la que el cineasta danés Lars Von Trier despedía los capítulos de su aclamada serie de culto de los noventas Riget (The Kingdom), parece ser la directriz primaria de toda su filmografía. 

Una frase que se encuentra en “El diablo en la botella” de Robert Louis Stevenson, y quizá sea la esencia de esa narración la que ha llevado a uno de los más polémicos directores de nuestros tiempos a colgarse muy orgulloso el título de “persona non grata” que le dio el Festival de Cannes. La carrera de Von Trier es demasiado amplia, por lo que nos enfocaremos en el siguiente texto en sus largometrajes los cuáles, en su mayoría, Lars los ha desarrollado formando trilogías, lo que facilita -y a la vez no- su análisis.

La primera trilogía es la conocida como “trilogía de Europa”, que enmarca el periodo comprendido entre 1984 y 1991, en la cual se encuentran su ópera prima El elemento del crimen, seguida de Epidemic y Europa. En esta trilogía encontramos las películas más “de género” de su filmografía, con un thriller policiaco, una cinta de ciencia ficción y una película bélica, las tres desarrolladas muy a su manera, y con estilos poco ortodoxos.

Por ejemplo, en las tres tiene participación como actor (más notoriamente en Epidemic, cinta donde escribe la letra del tema de créditos), además estas tres películas marcarán una pauta para su prestigiosa serie de TV The Kingdom, como lo es el manejo de tomas aéreas en tonos sepias, elementos fantasmagóricos, diálogos y personajes difíciles de analizar y un protagonismo notorio al aparecer como él mismo al final de cada capítulo.

De la trilogía “Europa” podemos notar cierta crítica a la historia, que es pasado y presente a la vez, del viejo continente y sus habitantes. En la siguiente trilogía, denominada “Golden hearth”, el cineasta danés pasa a abordar de manera más tajante los sentimientos humanos, que a la larga llegará a ser su sello distintivo en el resto de sus películas. Breaking the waves, Los idiotas y Dancer in the Dark son las películas integrantes de esta triada.

Cabe destacar que, en esta etapa, que va de 1996 al 2000, Von Trier atraviesa por varios momentos. Uno, la filmación de la segunda parte de The Kingdom y caída de la tercera temporada por la muerte de algunos de sus protagonistas; por otro, la creación del Dogma 95 que trajo consigo a Los idiotas, aunque el estricto mandamiento que él mismo ayudó a construir terminó siendo ignorado por su creador en las siguientes producciones.

Se podría decir que con “Golden hearth” Von Trier inauguró la tradición de tener cintas protagonizadas por mujeres melancólicas, abrumadas por la desgracia, que vendrían a ser el sello de la mayoría de sus trabajos. Vino la inconclusa trilogía sobre Estados Unidos, con Dogville, Manderlay y Washington, esta última nunca se filmó. Aquí la crítica es evidente a la sociedad estadounidense, donde expone y casi se burla de los valores que ellos consideran más sagrados, como la democracia y la defensa de los derechos civiles.

Como plus para estas historias está la forma en que fueron producidas, montadas sobre un escenario teatral, donde los límites entre puesta de escena y espectador son casi nulos. Quizá el punto negativo sería el cambio de protagonista, donde se complica pensar que son el mismo personaje Nikole Kidman y Bryce Dallas Howard, aunque las dos den actuaciones increíbles. Lo mismo pasa con el personaje que en una es Udo Kier y en la otra Willem Defoe.

Enseguida tenemos la trilogía “de la depresión”, la cual se inicia con Anticristo, donde aparece Charlotte Gainsbourg, la que a la larga se volvería una actriz fetiche, ya que aparecería en el resto de la trilogía, con el coprotagónico en Melancolía y el rol principal de Ninfomaníaca, la cual se desarrolló en dos partes. Las tres historias representan diversas manifestaciones de la tristeza, que llevan a sus personajes a tomar decisiones crudas, al límite de lo humano.

En Anticristo somos testigos de la depresión tras la muerte de un hijo, en una secuencia en una cámara lenta en blanco y negro inolvidable; en Melancolía, Von Trier usa su cámara en mano, su cuestionamiento a la familia, y lo mezcla con tremendos efectos especiales del fin del mundo; y con Ninfomaníaca convierte el porno y las parafilias en arte. Estas películas, como la mayoría de las de su invención, son desarrolladas por capítulos o episodios.

Además de las mencionadas trilogías y de trabajos como la tercera parte de Riget, hay de manera suelta películas independientes que también son dignas de destacar. Entre ellas está Las cinco obstrucciones, donde Lars lleva su admiración a Jorgen Leth, otro cineasta danés, y lo transforma en ser su jefe para mandarlo a hacer cinco versiones de un corto filmado treinta años atrás, todas de ellas con pautas casi arbitrarias generadas por Von Trier.

A esta especie de documental le sigue El jefe de todo esto, donde el danés juega con los elementos básicos de la comedia para desarrollar una situación de oficina estilo “The office”, pero al más puro estilo Von Trier. Por último, su más reciente película. La casa de Jack, donde abraza por completo el thriller para desarrollar una historia sobre un implacable asesino serial (Matt Dillon) donde de paso deja ver su peculiar forma de ver el mundo que le ha traído problemas.

El más conocido, y que da título a este texto, fue el que le llevó a ser declarado persona non grata en el Festival de Cannes, por afirmar que simpatizaba con los nazis; de igual forma la cantante islandesa Björk dijo que después de Dancer in the Dark no actuaría más, por culpa de Lars y sus métodos de dirección, los cuales incluyen formas morbosas de matar personajes o el uso de actrices porno para ciertas escenas que las protagonistas no están dispuestas a hacer.

Pero más allá de estos factores que son completamente ajenos a sus guiones, sus valores técnicos-cinematográficos y sus discursos al interior de los filmes, Lars Von Trier está instalado en la historia como uno de los cineastas más caóticos, pero más relevantes, de la historia del cine moderno. Su influencia ha calado fuerte en directores en todo el mundo, como Gaspar Noé. Ahora sí que, cada quien tome “lo bueno, con lo malo” del buen Von Trier.

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