texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ
La sexta edición del Festival Internacional de Cine del CCH de la UNAM se llevó a cabo en este 2022 en las fechas del 20 al 24 de septiembre, luego de más de un año de su quinta edición; y con esta larga espera, los que seguimos muy de cerca al festival estábamos más que ansiosos de poder ver las novedades que el festival nos tenía luego de los anuncios hechos previo a la inauguración.
Con un enfoque más que primordial y pertinente al género del gaming dentro del arte audiovisual, y así como la alianza una vez más con Rizomarte, que esta vez hizo que el Ceceachero llegara hasta Francia, y además Perú; hizo que esta edición tuviera un distintivo dentro de la gran valía, que desde la edición anterior hemos venido diciendo y con la cobertura dada en redes con los videos en vivo para analizar los cortometrajes de sus secciones oficiales.
Y esta es el gran valor que dan a los trabajos realizados por los jóvenes estudiantes de las preparatorias del CCH, que este año vaya que si han sido una grata sorpresa, incluso, desde mi punto de vista; los trabajos de esta sección en comparación con los de la sección Universitaria, la Cecehachera ha tenido un gran crecimiento y los trabajos en esta me han resultado de mayor valor por el conocimiento del lenguaje que mostraron los jóvenes de preparatoria, y el arrojo de mostrar temas de la manera tan propositiva que la gran mayoría lo hizo, como los cortometrajes Moztaza de Zaid Carro, Efímero de Luis Larios y Japuc Velasco, y Mercedes de Juan Olvera, que fue el gran ganador de esta sección.
Dentro de la sección Universitaria debo reconocer sobre todos los seleccionados, a tres trabajos: ¿Dónde está Esperanza? de Marlene Olvera, Jandi y yo de Imanol V. Martínez, y J1625 el camino de Juana de Jonnathan Álvarez Montes de Oca.
De los trabajos provenientes de Francia, fueron muy pocos los que tuvimos la posibilidad de visionar, pero entre esos pocos destacaría por sobre todas las cosas a dos. El primero es "Bonne nuit petite tomate" de Nazieren Cyprien, cortometraje animado que mezcla muchas técnicas en una historia de una madre tomate contando a sus hijos la historia del cuchillo asesino y su fatídico final, hasta que a la mamá tomate la alcanza su destino; y el segundo, Autoquartz de Nicolas Cambier, un cortometraje de manufactura perfecta, que no sé por qué me hizo recordar mucho el cine de László Nemes.
Sin lugar a dudas la sección que me pareció más completa fue la General, donde disfrutamos trabajos mexicanos, latinoamericanos y españoles de todos los géneros y todas las formas en que se puede explorar el cine, y más en un formato tan libre como lo es el cortometraje, que al ver trabajos como los que mencionaré, uno se da cuenta que este formato no es para nada un arte menor en comparación con el largometraje, quizá sí en su duración, pero no en calidad y propuesta; incluso desde mi perspectiva, es más propositivo y arriesgado el cortometraje en más de un aspecto, que puede ir desde lo complejo que resulta contar una historia y enganchar a tu espectador en menos de treinta minutos, hasta como lo puede ser el tema de la exhibición y distribución.
Dentro de los trabajos de la sección General que realmente me maravillaron por todo lo que conllevaban los trabajos, tanto en realización como en discurso, en lenguaje, composición y estructura; o hablando de manera más concisa, por todo su fondo y forma, y que debo confesar, más de uno me hizo empezar a desarrollar algunas ideas para escribir.
Menciono entre mis favoritos a Cecile Szalinsky y su odisea mental en seis capítulos de Daniel Escobedo, Los quehaceres de Daniel Guillen, Amanda de Liliana Villaseñor, La última cena de Mitzi Saraí Martínez, Solxs de Claudio Perrin, El terreno de Franz Lucas, A la deriva de David Sanz Lanero, Tal vez María de Uriel de Jesús Juárez (quizá, mi favorito de todo el festival), Ahuaques de Sahudi Batalla y Aarón Álvarez, Ojos ajenos de Antonio Falcón Villalobos, Una noche en el cósmico de Luis de Val, Chicas prepago de Isabel Sáez, Domingo tutoriales de Miguel Pertejo, Emilia de Cristina Guillen, y Babel de Alejandro San Martin.
Un año más en el que el festival da gala de una selección inclusiva, que se nota que detrás de los 500 trabajos que tuvieron en la recepción de su convocatoria, hubo un trabajo arduo y extenso de curaduría para poder llegar a crear estas secciones que podría decirse no tuvieron desperdicio alguno; evidentemente algunos trabajos tienen mayor propuesta que otros, tanto en el discurso con temas pertinentes de explorar, como en la realización jugando con el montaje, los géneros y demás cuestiones que al espectador hacen que la emoción lo aborde al ver trabajos como estos en los espacios que este año el Ceceachero hizo sus funciones presenciales, nos hacen esperar a la próxima edición para seguir disfrutando y experimentando las emociones que los trabajos de los realizadores de México, Latinoamérica, España y Francia nos harán sentir.
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