miércoles, 9 de febrero de 2022

“Spencer”: fábula de una tragedia real

texto ANDREI MALDONADO

Como bien se anticipa al comienzo del filme, Spencer es una fábula sobre un acontecimiento real, más concretamente sobre una tragedia Real. La obra de Pablo Larraín, que tiene como personaje principal a la princesa Diana, encarnada en una brillante Kristen Stewart, se toma varias licencias para ilustrar una ficción no muy alejada a la realidad.

Puede que el público acostumbrado a los productos ya digeridos que suele exponer Netflix en sus biopics se confunda en el parsimonioso y cansino estilo de la película, que deambula entre el fantasma de Ana Bolena y la depresión de Diana (Diana, no esa figura construida por los medios llamada Lady Di) y termine por no descifrar donde termina la ficción y comienza lo real.

Es precisamente en ese aspecto en el cual radica el truco de la confusión que viene empleando Pablo Larraín en su cine, de manera más concreta con sus anteriores películas, Neruda y Jackie, pero también con otros largometrajes inspirados en sucesos reales, como fue el asesinato de Salvador Allende en Post Mortem o la restitución de la democracia en Chile con No.

Para los puristas, estos insertos de realidad ficcionada (como el intercambio de vestidos entre un espantapájaros y Diana de Gales) pueden significar trabas para entender el relato, pero vienen a amalgamar el sentido de encierro, deseo de escape y extrema angustia que padeció la finada princesa ante los estrictos protocolos que impone la dura corona inglesa.

Con un trabajo de vestuario, ambientación y fotografía impecables, el chileno demuestra el dominio de un estilo particular, uno tan lúgubre y caótico como bello, tal y como lo hiciera con películas como Tony Manero y El Club, sin mencionar que en Kristen Stewart encontró a la Diana más real que la ficción nos ha podido dar (no extraña su nominación al Oscar).

Si bien es cierto que Larraín no es el primero ni será el último en utilizar la transformación de la realidad para construir ficciones, ciertamente sí es uno de los directores contemporáneos que mejor lo hace (ya quisiera Tarantino con sus delirios de matar a Hitler compararse al andino) y confirma nuevamente sus credenciales para triunfar en el cine internacional.

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