texto ANDREI MALDONADO fotografía JUAN JOSÉ ANTUNA
Había estado pensando muchos días si publicaba esto o no, pensando en que quizá me puedan vetar por lo que voy a decir, pero mi instinto crítico me impide dejarlo pasar. Y es que, con perdón de la gente que organizó el FICDU, lo que pasó con el concurso de cortos es por mucho lo peor que he visto en un festival de cine.
Definitivamente, querido Festival Internacional de Cine de Durango, no puedes presumir una convocatoria que recibió 200 trabajos y únicamente seleccionar seis. Tampoco puedes presumir ser un festival internacional y que llegaron trabajos de España y no programar ni un solo corto de otro país que no sea México.
Menos aún puedes integrar, entre esos seis trabajos, uno que no se puede reproducir, otro que no tiene el más mínimo lenguaje cinematográfico, uno más que no cumplió con los requisitos de la convocatoria, otro que parece plagio y dos de un mismo director, y así terminar premiando a dos de seis (o cinco, más bien).
Aquí el menos culpable es el ganador, pues a fin de cuentas su trabajo era el mejor, por mucho, de lo mostrado, aunque no tenga tanto mérito ganar en un concurso bajo estas condiciones, pues nunca se dijo quién hizo o bajo qué criterios se llevó a cabo la selección, o quién integró el jurado que determinó a los ganadores.
Quizá no ha habido ruido sobre esto por la baja audiencia que tuvo dicha función, propiciado también por la falta de un anuncio sobre la selección oficial con tiempo, otra de las graves carencias que tuvo el festival, pues apenas unos cuantos días antes de iniciar se anunciaron los eventos y programación que se tendría.
Todo esto se agrava si tenemos en cuenta que se tuvo casi dos años para organizar esta edición. La verdad no encuentro mucho sentido organizar un festival en el cual no habrá público, en el que no se hacen bien las cosas y todavía se aplauden y se felicitan presumiendo ser el festival de cine más importante del norte de México.
Se arrastra el nombre de Durango y la historia de los festivales de cine y, de paso, se arrastra el nombre y prestigio de la gente que se involucra, medios de comunicación incluidos.
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