texto JUAN JOSÉ ANTUNA ORTIZ
En el recién concluido Festival Internacional de Cine de Morelia tres proyectos fueron los máximos galardonados, hablando estrictamente de las películas, ya que otro gran ganador (el cual, por cierto, celebro profundamente), fue Nicolás Pereda como mejor director por su película Fauna, al igual que Mercedes Hernández (Sin señas particulares) y Martijn Kuiper (Ricochet), galardonados como Mejor Actriz y Mejor Actor respectivamente.
Pero las películas ganadoras fueron, o al menos las que más fueron comentadas durante y después del festival, tres: Sin Señas Particulares (Fernanda Valadez), como Mejor Largometraje de Ficción; Las flores de la noche (Eduardo Esquivel, Omar Robles) como Mejor Largometraje Documental, y Pinky Promise, de Indra Villaseñor, como Mejor Cortometraje de Ficción. Sobre este último es que he decidido escribirles, por dos razones muy puntuales que explico a continuación.
La primera de ellas es que, tanto por la demanda de películas que ofrecía el festival como por los horarios en que se sometía -y el atender a otras películas en estos tiempos tan complejos de pandemia- no pude ver ninguno de los otros proyectos galardonados, de modo que, de los premiados, Pinky Promise fue el único que pude ver. La segunda es que, tratando de ser congruente con lo que escribo, y como muchos de ustedes sabrán la importancia y relevancia que tiene para mí el ejercicio del cortometraje en el arte cinematográfico, es que me resultó más que necesario darle visibilidad a un trabajo que, además de galardonado y de gran valía por la propuesta en su realización, atiende dos temas que me parecen sumamente importantes: la amistad femenina y el aborto.
La historia va sobre Miranda, una joven de 15 años que, junto con su grupo de amigas del colegio, se burlan de Luisa, una joven a la que tachan de “fácil” y a la cual hostigan cada vez que pueden, dejándole mensajes en el espejo del baño de mujeres. Miranda queda embarazada y a la única que tiene el valor de pedirle ayuda en su problema es precisamente a Luisa, por todo lo que se dice de ella, es en este proceso que vemos como se exploran las formas en que surgen las conexiones femeninas, cómo se crean lazos de ayuda entre las mujeres y cómo las personalidades tan distintas de Miranda y Luisa, (Miranda, muy introvertida; Luisa, todo lo contrario por la educación sexual de sus padres, sin ningún tabú) no son un obstáculo para la complicidad y la comunicación entre ambas.
Una vez que Luisa ayuda a Miranda con su problema, esta le pide guardar el secreto. Luisa le promete que así será, pero es al día siguiente en el colegio que, al verse atacada por sus amigas en el mismo lugar que antes atacaban a Luisa, es que Miranda deja un nuevo mensaje sobre ella. Este puede tener un doble significado o un significado disfrazado: salvar su reputación y/o visibilizar el por qué la libertad sexual de Luisa. Cada quien lo interpretará como le parezca.
El cortometraje tiene en su realización valores que hay que resaltar, pues la narrativa, aunque pareciera convencional, en realidad no lo es tanto, hablando particularmente del conflicto y construcción de personajes. Partiendo desde del hecho que, por ser un cortometraje, el límite del formato no te permite tomarte mucho tiempo para desarrollar ciertas situaciones, o como se diría coloquialmente: “no te puedes andar por las ramas”, y acá Indra le da el timing perfecto.
El guion, que me parece es muy claro desde el principio en sus intenciones, nos presenta a sus personajes sin indagar mucho en su naturaleza, solo nos los presenta, para luego encontrarlos; el conflicto se nos presenta igual de pronto que su solución, y en este lapso de tiempo se nos va mostrando la naturaleza de cada una de las protagonistas, seres femeninos tan genuinos de nuestra realidad.
Luego viene el lapso de la empatía, la complicidad, acá ya viene una real construcción de personajes en la que se nos muestran sus motivos y aspiraciones, y en este lapso es que parece se da un entendimiento entre dos seres tan distintos, hay un punto medio en el que se pueden comunicar, más que solo charlar. Y el final, como lo dije antes, puede tener uno o dos significados, esto cada quien, de acuerdo a sus prejuicios o su empatía, lo determinará.
El trabajo de Indra Villaseñor, que no es la primera vez que se proyecta en un festival tan importante como lo es el de Morelia, y que es reconocido en el mundo, en lugares como Madrid, y en los “Emmy’s”, siempre se ha preocupado por visibilizar problemas sociales importantes y pertinentes para tratar y poner en la mesa para dialogar al respecto, como lo son el aborto, el apoyo a la comunidad LGTB+, la discriminación, la justicia y la corrupción. Una directora más que interesante que ya se encuentra trabajando en su ópera prima y que estamos seguros que vendrá a sumar una voz más a este grupo interesante de nuevas directoras mexicanas.
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