texto y fotografía ANDREI MALDONADO
Para las fechas en las que sale a la luz esta edición de Cinéfagos debería estar desarrollándose en Durango el Festival del Nuevo Cine Mexicano. Y la razón por la que este certamen quedó cancelado no fue el terrible coronavirus (como le ha pasado a la mayoría de los festivales que se iban a llevar a cabo en estos meses, como Ambulante y el de Guadalajara) sino porque su director, Christian Sida-Valenzuela, así lo dio a conocer desde diciembre pasado.
Escribo esto mientras miro los diseños hechos por Zatu Straftäter (quien hizo también la imagen del FICUNAM de este año) en el que se anuncia la edición 2020 del Festival de Cine Mexicano. Diseños hechos en calcas, las cuales fueron colocadas en botellas de mezcal que el propio Christian promocionaba en sus redes sociales para financiar la que sería la tercera edición del certamen independiente, que ya hasta convocatoria para cortometraje tenía.
El camino estaba allanado, pues ya se contaba con apoyo de la UNES, del CORE, de la Secretaría de Turismo, de hoteleros y del IMCINE, quizá no con los recursos que Christian hubiera deseado, pero sí había con qué empezar a armar una edición que incluso tenía convocatoria para el primer concurso de guion dirigido a mujeres duranguenses, mismo que se mantuvo pese a que se canceló el festival, bajo la promesa de que se iba a buscar aunque sea un premio simbólico.
Y es este aspecto el que me animó a escribir esta editorial, pese a la animadversión que pudiera ganarme a partir de leer estas líneas del buen Christian e incluso de sus amigos. Y es que hubiera sido mejor que el concurso quedara cancelado al igual que el resto del festival, pues al final las concursantes, por allá del mes de marzo (dos después del supuesto cierre de la convocatoria) recibieron un escueto mail donde se les anunciaba la cancelación del concurso.
¿El motivo? La falta de recursos para darles un premio. No me explico cómo es eso si la convocatoria estipulaba que las tres finalistas recibirían un taller con una importante guionista, misma que el propio Sida-Valenzuela me confesó que estaba dispuesta a venir a Durango expresamente para ese taller. No quiero ser mal pensado y prefiero darle el beneficio de la duda de que algo se complicó. A fin de cuentas, el coronavirus ya no deja hacer nada.
Si Christian hubiera sido profeta y adivinado el rumbo que tomarían las cosas con el Covid-19 a lo mejor ni anuncia nada sobre cancelaciones y deja que la culpa la tenga la pandemia. Lo que no es culpa del virus es no tener la visión suficiente como para, mínimo, darles un reconocimiento por participación al menos digitalmente o una mención en las redes del festival, o siquiera anunciar en la página que el concurso se cancelaba y agradecer su participación.
Mientras veo donde colocar mis calcas, el poster y la botella vacía de mezcal de un festival que jamás existió, no puedo dejar de pensar en que las mujeres que fueron parte de la convocatoria deben sentirse timadas, pues la decisión de cancelar el festival seguro que fue algo que pasó por la mente de Christian mucho antes de anunciarlo oficialmente. Al final de cuentas los que siempre pierden son los espectadores, realizadores y guionistas duranguenses.
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