texto ANDREI MALDONADO
Existe una tendencia (casi obsesiva) de parte de Hollywood que ha ido creciendo en los últimos años: los llamados Reboot o “reinicios”, que no son más que nuevas formas de contar una historia que ya conocíamos. En su afán por parecer original los estudios financian costosas producciones cuyos guiones parecen novedosos, pero no son más que una burda explotación material.
Algunos Reboot han aparecido como “salvavidas” en busca de rescatar del fracaso financiero sagas cinematográficas sobre explotadas; sin embargo, muchas de esas secuelas tenían guiones mucho más creativos que los “reinicios” que, si bien acaparan la atención de los espectadores gracias a sus descaradas e invasivas campañas publicitarias, a la hora de llegar a la pantalla grande ocasionan una gran decepción, tanto en los fans más fieles como en la crítica.
Así también aparecen los spin-off, historias alternativas que se centran en un personaje secundario de la película original, cuyos hechos ocurren de forma paralela a la historia central y que en la mayoría de los casos poco o nada aportan a las sagas, más que dinero para las productoras; ya no digamos las secuelas y precuelas, el más viejo truco de la industria hollywoodense cuando se trata de aprovecharse de sagas que tienen a un público cautivo.
Iniciar un listado de Reboots, spin-offs o secuelas mal logradas sería una tarea titánica, pues hablamos de la gran mayoría de este tipo de películas, pero en esta ocasión nos enfocaremos a dos sagas de la ciencia ficción: Depredador y Terminator, que recientemente tuvieron nuevas versiones (una un spin-off, el otro un Reboot) que contaron con todos los reflectores y recursos para brillar, pero que argumentalmente fueron peores que sus antecesoras.
El caso más reciente fue Terminator: Dark Fate (2019), la cual pretendía reiniciar el universo de esta saga tras el fracaso en taquilla de Terminator: Genesis (2015), esto mediante la explotación de dos actores históricos de la primera cinta de los 80’s: Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger. Sin embargo, el discurso de la cinta es vacío y responde más a un estudio de mercado que a un interés genuino por contar una historia, lo que provocó agujeros en el guion.
Primeramente, en un afán de aprovechar los discursos feministas actuales, los productores decidieron borrar, de golpe y porrazo, el héroe principal: John Connor, algo semejante a que Harry Potter, de un día para otro, no hablara más de ese mago y fuera protagonizado por Hermione. De ahí en más la película carece de innovaciones y cae en el absurdo y en las inconsistencias, desaprovechando el camino allanado por su antecesora.
Y es que Terminator: Genesis había sido considerada un fracaso taquillero, cuando su poca aceptación se debió más bien al rechazo que los fans tuvieron por su predecesora, Terminator: Salvation, que nada aportó a la continuidad de la historia. Pero argumentalmente Génesis ofreció una salida creativa al actualizar el discurso del miedo a las máquinas. Fue ambientada en un 2017 dominado, como actualmente lo es, por el mundo de las apps, donde ahora Skynet busca penetrar.
Sumado a esto estuvo la salida creativa de convertir en antagonista al profeta John Connor (mucho mejor que matarlo) y resolvió perfecto la ecuación de por qué Arnold Schwarzenegger puede seguir interpretando al T-800 pese al paso de los años. La audiencia no entendió bien la trama y terminó condenando la película a un desastre financiero similar a lo que le pasó a Alien: Covenant (2017), que por mucho es una cinta tan buena como la original, aunque infravalorada.
El otro caso es El Depredador (2018), el cual usa el truco de titularse igual a la original (como lo hizo la versión 2019 de Chucky) para enganchar al público. Sin embargo, la trama resulta ser un grosero embuste para los fans. Los diálogos y escenas de acción resultan terriblemente predecibles y, por momento, rayan más en lo ridículo que en lo dramático o terrorífico, por lo que no extraña que la audiencia y la crítica la calificaran como la decepción del año.
Curiosamente esta película era anunciada como la gran salvadora del desastre que había sido Depredadores (2010), la cual obligó a parar la saga durante ocho años; sin embargo, el argumento de esta menospreciada cinta es de resaltar: por primera vez la trama se desarrolla en otro planeta, todos los protagonistas son en realidad villanos con los que el público simpatiza, y agrega elementos creativos como los sabuesos de los depredadores y dos razas de ellos en conflicto.
Sin duda el estilo carnicero, aunque siempre cuestionable, que Robert Rodríguez logra impregnar a sus películas está presente en Depredadores, pero en su lista de producciones como director seguramente este film no cupa el mismo puesto que El Mariachi o Del crepúsculo al amanecer; una auténtica lástima, pues la opinión general a veces manda al olvido unas películas y pone en pedestal a otras, aunque en ello no tenga que ver la calidad de su guion.
Así podríamos seguir sin terminar la lista de películas que quizá nunca debieron de hacerse, en donde coloco por ejemplo las dos historias de Jurasic World, o los dos recientes largometrajes de Jumanji. Como diría Juan José Antuna en uno de sus textos publicados números atrás en Cinéfagos: Hollywood es un experto en explotar la nostalgia del público, y añado: ese público comete el error de aceptar guiones pobres con presupuesto exagerado, pues promueve que las productoras sigan haciendo los mismo
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