texto MARÍA DE JESÚS ÁVILA
¿Qué tienen en común nombres como Louisa May Alcott, Jo March y Greta Gerwig? Todas son autoras. Las dos primeras son alter egos inmortales desde hace 150 años y la última, Greta Gerwig (Sacramento, 1983) es un nombre que se viene haciendo eco y que para muchas ya es de culto.
La fascinación por la autora radica en la obra que viene desarrollando desde hace más de una década como guionista, actriz y directora y que incluye títulos como Lady Bird, Mistress America y Frances Ha, la película por la que quizás es más conocida.
Empecemos, sin ningún orden en particular, con Lady Bird (2017), su vibrante ópera prima sobre una adolescente con grandes ambiciones artísticas que transita entre la preparatoria y la universidad y que significó la primera colaboración con Saoirse Ronan, su alter ego. Quien quiera que se haya mudado de ciudad en un intento por auto descubrirse solo para reencontrarse con sus orígenes, sabrá que Gerwig tiene el talento para lograr que su público se identifique con su obra.
Mistress America (2015), co-escrita con el director Noah Baumbach, cuenta la historia de Tracy, una recién universitaria que se enfrenta a su nueva vida lejos de casa y que contacta a Brooke, la que pronto será su hermanastra (interpretada por Gerwig) para paliar su soledad en la ciudad de Nueva York, descubriendo que las dos no son tan diferentes pese a sus edades y personalidades y desatando tensiones cuando comienza a escribir un cuento basado en Brooke.
En Frances Ha (2012), también co-escrita con Baumbach, somos testigos de las vicisitudes en la vida de una aspirante a bailarina que en realidad no tiene muy bien idea de cómo lograrlo, que lucha por pagar la renta y que a lo largo de la película la vemos cometer lo que en apariencia son una serie de errores o retrasos que en realidad la llevan a embarcarse finalmente en el camino hacia la adultez.
El común denominador de los títulos citados son la exploración del mundo emocional de sus personajes principales, todas mujeres con aspiraciones artísticas y a la vez, y no menos importante, son historias de amor entre mujeres. Lady Bird se trata tanto del autodescubrimiento de Christine, "Lady Bird", como de la relación con su madre y su ciudad de origen; Mistress America explora la amistad entre dos mujeres en sus veintes y treintas que terminan aprendiendo la una de la otra; y el corazón de Frances Ha radica en ese mundo invisible entre almas gemelas, incluso después de separarse.
No es más que natural que en su siguiente proyecto se haya embarcado en escribir el guión y dirigir la última versión de Mujercitas (2019), donde Saoirse Ronan brilla como una rubia e indómita Jo March y Florence Pugh despunta como una reivindicada Amy March. Adaptar una obra del calibre de Mujercitas, con una legión de fans que data de hace 150 años, no es tarea fácil y una se pregunta por qué la razón de otra versión. La respuesta quizás es que cada generación necesita su versión y en esta última Gerwig propone contarla no de manera cronológica, sino que va y viene en elipsis de tiempo que responden al desarrollo emocional de los personajes.
Además, en su versión posmoderna, la relación entre sus personajes se siente más verosímil, como en la escena en la que Jo y Amy se reencuentran después de que la última regresa de Europa casada y se transpira una aceptación algo forzada, porque ¿qué más podría hacer después de la muerte de otra de las hermanas?
La última parte de la película se siente transgresora cuando, dudando de sus sentimientos por Laurie, Jo entrega un brillante diálogo que entabla con el personaje de Marmee, cuando confiesa que está harta de que se diga que las mujeres solo viven por amor, que son mucho más que eso con sus mentes, almas, talento y ambiciones pero que a su pesar, se siente sola.
Estas líneas representan nuevamente el talento de Gerwig como una escritora, capaz de dar en el clavo y conectar con el público a nivel personal haciendo eco de realidades universales y vigentes. También es hermoso ver cómo Jo se resiste al matrimonio cuando prácticamente era una obligación social en aquella época y en su lugar elige su profesión como escritora. Incluso, hasta se podría hacer una lectura queer de su personaje.
Con todo, la carrera de la de Sacramento es un ejemplo de la importancia de escribir sobre las propias experiencias desde la mirada femenina, por más pequeñas que parezcan y sin importar de dónde vienes. Sus personajes, tal y como las hermanas March, reclaman su derecho a existir y a tomar sus propias decisiones con el fin de habitar un mundo donde puedan pertenecer.
“Las mujeres tienen mentes y almas, además de corazón. Y tienen ambición y talento además de belleza. Estoy harta de que digan que el amor es lo único para lo que viven las mujeres. ¡Estoy tan harta! Pero, me siento tan sola”.
-Mujercitas
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